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El cinismo de los macrigaitas

El cinismo de los macrigaitas

Por Manuel Suárez Suárez
lunes 28 de mayo de 2018, 12:42h

Estoy harto de ver a conocidos míos haciendo fantasmadas en la esquina del Centro Gallego de Buenos Aires. Hace más de 40 años que hago seguimiento de las actividades en el otrora más importante hogar emigrado del mundo y algo conozco de las causas que lo hundieron en la actual crisis. Llega un momento en el que no quieres escuchar más insensateces y mentiras. Me duele que los actuales dirigentes sean unos fracasados, no por ellos sino por los ancestros. ¿Qué estará pensado el bueno de Álvaro Campos? ¿Quién podrá consolar al muy generoso doctor Pérez Prado? Si afinamos el oído escuchamos los gritos del luchador de Meira y también los razonamientos del noble hijo de Os Peares.

Hay que dejarse de rodeos y señalar a los culpables de que el Centro Gallego esté empantanado. No es necesario ir muy atrás para detectar la entrada del veneno en el cuerpo de la mayoría de los dirigentes. Fue exactamente el día en que tres agrupaciones históricas le quitan el apoyo al presidente Vello Pombo. Los perdedores de las elecciones ponen por delante su interés personal. Son los que no siente amor por la entidad si no la preside su candidato. Son los que denomino macrigaitas. Este grupo de votantes macristas de origen gallego hablaba contra Cristina en todas las reuniones a las que asistían. Su admirado líder era Macri, de aquella jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Creo que para definir el perfil de los macrigaitas lo mejor es echar mano de la escritora Sandra Russo que pone el dedo acusador encima de la clase media. Es bien sabido que nuestros “macrigaitas” dicen siempre pertenecer a la calse media más alta. No hay que ser muy perspicaz para determinar que el voto de este sector social fue decisivo en la victoria electoral de don Mauricio. Para Sandra Russo “una tara genética de la clase media yace en su propio imaginario que habría que rastrear en la asombrosa capacidad de negación de esos abuelos inmigrantes que quemaron las naves. La clase media se ve más bella de lo que es. Se ve más flaca. Se ve más rubia y más europea de lo que es. Se ve más educada. En ese imaginario tarado que en mayor o menor medida todos llevamos incorporado, la clase media siempre ha creído ver su destino atado al de los de arriba y siempre a despreciado a los de abajo”.

Estos macrigaitas vivían muy bien con Cristina. Todos tienen dos o más propiedades y miles de dólares ahorrados en el banco. Los perceptores de una pensión no contributiva del Reino de España no la necesitan para vivir y por eso es que iba entera para comprar dólares. La gran queja es que cobraban en pesos argentinos. Decían que Cristina los robaba. El dólar estaba a 10 pesos. Cada mes compraban 300 dólares. No era suficiente. Ahora, en el mejor de los casos, compran 100 ya que además bajaron mucho los ingresos de hijos y nietos. Estos mismos son los que nunca intentaron buscar ayuda del gobierno de la ciudad y tampoco luego del gobierno nacional para el Centro Gallego. Eran críticos implacables contra quien les llenaba la parrilla de chorizos a 34 pesos el quilo. Ahora no abren la boca si bien el quilo está a 122 pesos. Tampoco se quejan de que las papas pasaron de 7 a 24 pesos.

Son gente muy curiosa o más bien, cínicos totales. El actual interventor del Centro Gallego es una persona que cumple las órdenes del gobierno que non otras que cerrar la mutualista de los gallegos. No pasa nada. Tranquilos. El interventor está negociando con una empresa propiedad del más fuerte fondo buitres del mundo, Blackrock. Hay que entender que si votaron a Macri, está todo dicho. Cuando eliges a un contrabandista es porque perdiste el respeto hacia ti mismo. Así que donde los socios honrados ven una estafa vos ves a un esforzado interventor rodeado de alegres “ñoquis” con altos salarios. Un triste final para el muy honorable Centro Gallego. Nuestros descendientes perdieron las raíces. Cambiaron el surco de la solidaridad por un lugar dentro del grupo que se arrodilla delante del altar de la ignominia. Se que ustedes son unos desgraciados y que no tienen la valentía de pedirle perdón a los antecesores. Por favor, no den más vergüenza. Vayan para su casita a prender una velita para que don Mauricio llegue al final de su asqueroso período de depredación y pueda ser juzgado por la cantidad de delitos cometidos. Recuerden el dicho de que torres más altas, cayeron.

[Manuel Suárez Suárez]

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