lunes 12 de enero de 2015, 07:53h
Ha
vencido la cláusula RUFO.
A
partir de ahora, entonces, también ha vencido el último escollo legal para
encarar una negociación que, al menos "temporariamente", nos permita normalizar
nuestras relaciones financieras con el exterior.
Antes de aclarar lo de "temporariamente",
permítanme justificar las razones por las cuales hace falta normalizar las
relaciones financieras con el resto del mundo.
La
Argentina necesitará reconstruir, en los próximos años, el desastre que el
populismo habrá dejado en materia de infraestructura, política industrial y
productiva en general, política
comercial internacional, y situación fiscal y patrimonial del Estado.
En
materia de infraestructura los cálculos más optimistas hablan de la necesidad
de aportar entre 15000 y 20000 millones de dólares anuales.
Respecto
de la política productiva, salvo honrosas excepciones, hay que incorporar
también cuantiosas inversiones que permitan una verdadera inserción global de
nuestra producción, con el mayor valor agregado posible y con la economía lo
más abierta y con la mayor cantidad de acuerdos de libre comercio posibles.
Lo que
implica otro set de precios relativos, impuestos e incentivos.
El
desmadre fiscal y la destrucción patrimonial del Banco Central, también
requerirán de fondos que hagan viable socio políticamente la transición hacia
los verdaderos precios de la energía y el transporte, mientras se revierte el
irresponsable vaciamiento del Banco Central de estos años.
Cualquier
cálculo de mínima, llevaría las necesidades de fondos de la Argentina para los
próximos años a no menos de 6% del PBI anual. (Insisto, para graduar la
reducción de subsidios, invertir en infraestructura y modernización, renovar
parte de la deuda que vence y vencerá, y
recomponer patrimonialmente al Banco Central, para que pueda ejercer sus
funciones).
Sólo se
podrá acceder y repatriar fondos de esta magnitud, si la Argentina recupera su
crédito externo a tasas razonables, para lo cual, un arreglo con los holdouts
(buitres o no) es imprescindible.
Puesto
en otros términos, la mejor manera de hacer "Patria" es terminar el
enfrentamiento con los buitres de la manera más barata posible.
Pero
hacerlo de la manera más barata posible exige dos cosas: 1. Un gobierno
creíble.
2. Un programa fiscal creíble.
Sólo
con estas dos precondiciones se podrá hacer una propuesta que no sea la de
pagar todo cash, (imposible). La de pagar sólo el canje (inaceptable para los
acreedores actuales). O la de pagar todo, pero con un esquema de arreglo a lo
Club de París, o Repsol. (Es decir carísimo para los intereses nacionales).
Resulta
obvio aclarar que este gobierno carece de las dos precondiciones, y sólo
lograría arreglar, como arregló Club de París o Repsol, pagando todo más caro y
más de lo que corresponda.
Es
decir priorizando a los "buitres" y no a la "Patria".
Es por
ello que, a todas luces, conviene que cualquier arreglo de la deuda lo realice
un nuevo gobierno, con un programa sólido, bien explicado y "vendido", y con
una oferta que permita apropiarse de parte de la mejora en la tasa de riesgo
que, seguramente, en esas condiciones, se producirá en los próximos años a
favor de los activos argentinos.
Y esto
me lleva al punto que planteaba al principio. Lo de "transitoriamente".
No hay
buitres sin deuda, no hay deuda sin déficits sostenidos.
La
Argentina democrática, salvo lapsos muy cortos, no ha logrado presentar un
modelo y un programa de gasto público que satisfaga las "necesidades de Estado"
de la sociedad, recaudando impuestos "normales" con alícuotas "normales".
Es el
principal desafío para hacer "Patria" que tenemos por delante.
Seguramente,
tener un Congreso que ejerza realmente su tarea sería un punto importante, para
debatir "cuánto Estado" y "a qué precio". Y a una parte de los integrantes de
ese Congreso, los votaremos también este año.
En
síntesis, la mejor forma de resolver el dilema Patria o buitres, es realizando
una negociación pro Patria a partir del 2016.
Cualquier
negociación ahora, por lo expuesto, es muy probable que termine como terminaron
las anteriores encaradas por este gobierno, a favor de los acreedores.
Pero no
tenemos que perder de vista que la democracia argentina todavía no ha logrado,
después de 30 años, diseñar un marco fiscal a favor de la Patria, lo que nos
deja, cada tanto, a merced de los buitres.