jueves 31 de julio de 2014, 21:15h
10 de
enero de 2014 a la(s) 22:18
30 de
diciembre de 2014. ¡De la que escapamos!
Todavía
resulta increíble, pero podemos contarlo.
La
inflación controlada, las reservas recomponiéndose, la actividad económica
acentuando su recuperación iniciada seis meses atrás, al compás de una lluvia
de inversiones internas y externas. Paulatinamente va extendiéndose un
entusiasmo emprendedor desatado a partir de la mitad del año, asentado en una
liberalización total de la actividad productiva y una reforma fiscal
fuertemente defensora -e inductora- de la actividad inversora.
La
desocupación bajó por sexto mes consecutivo y está ya a punto de alcanzar el
objetivo del 6 % para el primer trimestre del 2015, con la meta del 5 % a fin
de año.
El país
entrará en el año de renovación presidencial, pero sin el dramatismo de otros
tiempos: los principales candidatos han acordado un programa nacional de colaboración
recíproca con respaldo parlamentario cualquiera fuere el triunfador, y la
participación en un gobierno de relanzamiento nacional de amplio colorido
partidario.
Nada de
eso hubiera sido imaginable al terminar el 2013, en el medio del caos generado
por las rebeliones policiales, la inflación creciente, los cortes energéticos,
los piquetes y la desorientación generalizada que instalaba una sensación de
impotencia y violencia contenida.
El
cambio se produjo a comienzos de año cuando, al finalizar su reposo, la
presidenta de la Nación decidió seguir el ejemplo alemán de Angela Merkel y su
gobierno de "Gran Coalición". Convocó a todas las fuerzas opositoras
y principales sectores sociales para conformar un gabinete de unión nacional.
Acordaron
normalizar las cuentas públicas con un equipo técnico multipartidario
reduciendo el déficit público, para lo cual conformaron un grupo de trabajo con
la finalidad de revertir la recesión reduciendo al máximo los costos sociales.
La
seriedad de las cuentas públicas fue un dato central del programa
antiinflacionario exitoso, que incluyó evitar la caída salarial, estimular a
emprendedores y normalizar las relaciones financieras externas para reinstalar
a la Argentina como destino de inversión global evitando el dramático costo
social del ajuste salvaje.
Ese
gabinete acordó la normalización de las cuentas externas, para lo cual integró
un grupo de tareas de composición también plural que encarara la negociación de
los temas pendientes, al que se autorizó a la colocación de deuda programada en
los mercados internacionales.
A fin
de desatar un proceso inversor que a la vez ayudara a la balanza de pagos, se
discutió y aprobó un plan de desarrollo energético de emergencia en base a
objetivos acotados pero acelerados que asumió la gravedad de la situación
existente y diseñó un plan integral que comprendió la generación, transmisión y
consumo, dándole fuerza de ley y estableciendo reglas estables con compromiso
de invariabilidad durante una década.
El
Estado, a través de la Secretaría de Energía, convocó a licitaciones
transparentes al capital nacional e internacional para las diferentes etapas
del sistema, sobre bases de explotación, precios, tecnologías, áreas y pautas
de protección ambiental y consumo discutidas y aprobadas en el Congreso
Nacional.
Se
concentró el esfuerzo fiscal en los gastos sociales: supervivencia, salud,
educación, salubridad, urbanización y vivienda, abandonando todo gasto
parasitario o prescindible.
La
reversión de la dramática situación de un año atrás está comenzando a rendir
sus frutos y nada indica que no llegará a buen fin. Hasta se están formando los
grandes agrupamientos de cara a la renovación presidencial, confluyendo en
primera instancia en dos grandes contendientes que, sin embargo, integran el
gran acuerdo de relanzamiento nacional aún vigente. Cualquiera fuere el
triunfador, el rumbo tomado seguirá sin cambios sustanciales.
Un
fuerte trueno ubicó la escena: simplemente un sueño. Al llegar la vigilia llega
con ella la conciencia de la realidad. La pesadilla.
La
inflación había seguido creciendo mes a mes, al compás del desequilibrio fiscal
provocado por la recesión -que reducía la recaudación- y la emisión monetaria
sin respaldo. Comenzó el año en el 4 % en enero, y llegó en diciembre al 8 %
mensual. El dólar libre llegó a veinte pesos. El circulante sin respaldo
alcanza al 50 % de la base monetaria. Las reservas internacionales líquidas
llegan a pocos cientos de millones de dólares, menos de una semana de
importaciones.
El
déficit público alcanza el 7 % del PBI, y el dólar oficial, a diez pesos y con
minidevaluaciones diarias, continuó y continúa estimulando la reticencia a la
liquidación de exportaciones. Las dificultades para adquirir divisas frena cada
vez más la actividad inversora, ante el riesgo de no poder luego retirar el
capital. El fallo de la Suprema Corte norteamericana sobre el pago a los "Hold Outs" sumió al país en un nuevo default.
La
inflación anualizada hacia atrás alcanzó el 50 % para el 2014 y la proyectada
para el 2015 anuncia no menos del 100 %. La recesión ha llevado la desocupación
al 15%, creciendo. La sucesión presidencial agrega dramatismo, ante la ausencia
de diagnóstico común entre las facciones políticas tanto oficialistas como
opositoras.
Durante
todo el año las movilizaciones sociales fueron creciendo, al compás de la caída
salarial -por la inflación- y el aumento de desocupados -por la recesión-. A
los reclamos policiales se sumaron las fuerzas de Prefectura y Gendarmería, por
lo que la presidenta recurrió a la fuerza Ejército, que se ha dividido
internamente entre "leales" y "legalistas". Los "leales" responden al gobierno
pero los "legalistas", cada vez más numerosos, resisten las órdenes de
represión interna por carecer de fundamento legal.
La
inseguridad ha sido creciente. Las bandas de narcotráfico han impregnado ya los
mandos medios de las fuerzas de seguridad y existen zonas dominadas sólo por la
ley narco. Hay regiones del país en los que la seguridad estatal ya no llega y
están de hecho controladas por grupos irregulares, algunos delictivos, otros
mafiosos, y otros de ciudadanos autoconvocados para su defensa propia. El país
es una selva.
El
gobierno mantiene el apoyo parlamentario formal, pero el peronismo se ha
fragmentado en tres grupos. A la división iniciada en el 2013 por el Frente
Renovador, se agrega la motorizada por el "kirchnerismo auténtico" y el
"peronismo sin aditamentos", que disputan la sucesión.
En la
vertiente no peronista, la posibilidad de acceder a la segunda vuelta debido a
la fragmentación peronista ha desatado la diáspora, caracterizada por una
batalla campal de todos contra todos alimentada por denuncias recíprocas de
toda clase buscando repercusión mediática y la liquidación de los adversarios.
Ninguno advierte la necesidad de los demás para un eventual gobierno de
cualquiera de ellos.
Hasta
aquí el juego. Sueño y pesadilla están contenidos en el presente, que admite a
ambos. Admite, incluso, pesadillas aún más dramáticas, que atemorizan de sólo
imaginarlas. El sentido patriótico y los fervientes deseos de ver un país en
marcha hacen fuerza por el sueño.
La
realidad, sin embargo, apuesta por la pesadilla. Día tras día.
Ricardo
Lafferriere