Hablan de gran coalición... pero nada
lunes 31 de marzo de 2014, 15:50h
Para quienes
pensamos que hace falta un golpe de timón audaz, una salida nueva para los
viejos problemas, el gran pacto de Estado, incluso la gran coalición, entre las
fuerzas mayoritarias de un país, puede ser una buena solución parcial. Entre
otras cosas, porque, a la vista de lo que dicen las encuestas -fiémonos de
ellas en la justa medida--, va a resultar muy difícil que de las próximas
elecciones generales de 2015 salga un vencedor claro, y mucho más complicado
aún será que alguien gane por mayoría absoluta. Así que las salidas más
probables serán o una gran coalición entre socialistas y populares, o una
coalición entre socialistas e Izquierda Unida...o un período de inestabilidad,
en el que habrá que negociar proyecto de ley a proyecto de ley, transar los
Presupuestos del Estado y pactar cualquier medida importante que pueda imaginar
el Ejecutivo. Es decir, riesgo de parálisis.
En este
contexto, IU ha denunciado que el ex presidente Zapatero mantiene contactos con
dirigentes del PSOE para convencerles de que propicien un Gobierno de gran
coalición con el Partido Popular, en función de cuáles sean los resultados de
las elecciones de 2015. Sería la 'grosse koalition' que, con bastante buen
resultado, ha ensayado Alemania en varias ocasiones y que actualmente
contrapesa las políticas más liberales con tintes socialdemócratas.
Medios cercanos
a Zapatero han desmentido la especie lanzada por IU y, desde la sede socialista
de Ferraz, también se insiste en que "una cosa es Alemania y otra muy
distinta España, donde este tipo de gobiernos carece de tradición". El
Partido Popular calla y se encoge de hombros: ¿para qué pensar en esas cosas a
estas alturas de abril de 2014, cuando falta un año y siete meses para las
elecciones -suponiendo que no se adelanten--, y el PP sigue gozando de la
mayoría absoluta conseguida en noviembre de 2011?
Ya en 2007, en
un libro que titulé 'La Decepción' y en cuya portada figuraban Zapatero y
Rajoy, acababa pidiendo un gran pacto entre socialistas y 'populares' de cara a
las elecciones de 2008. Las reacciones, en el campo socialista, fueron escasas,
pero airadas: confiaban en ganar en solitario y, según el análisis que entonces
se hacía en La Moncloa, la economía iba sobre ruedas, éramos la envidia de
Europa, nos acercábamos al pleno empleo... Inútil, pues, pactar con el enemigo,
que es como se considera por estos pagos a las formaciones que no son la propia.
Y, sin embargo, visto lo que ocurrió después, no me negará usted que un acuerdo
en torno a determinados grandes temas económicos y políticos -porque la
economía es política, que decía Galbraith-nos habría evitado un sinfín de
problemas y reveses, nacionales y sobre todo internacionales.
Lamento, pues,
los desmentidos a la actividad de 'política subterránea' de Zapatero. Sé que
mucho se le puede criticar en su actuación desde la Presidencia, pero entre sus
defectos no se hallaban ni el sectarismo ni la falta de voluntad de consensuar;
de hecho, sus últimos meses en La Moncloa fueron similares a un Gobierno de
coalición. Tal fue el papel que le otorgó a quien todos los datos decían ya que
iba a sucederle, Mariano Rajoy.
Este nuestro es
un país en el que hablas de gran coalición y te llaman utópico, si es que no te
acusan de intentar mantener artificialmente el bipartidismo; predicas el
diálogo y te califican de blando; pronuncias la palabra 'regeneración' y como
quien oye llover -aunque sea el Rey quien la pronuncie--. La confrontación
preside la vida pública, aunque sean buenas las relaciones privadas. Se
destruye más que se construye, se critica más que se escucha. Se perdió la
oportunidad de pactar en el período en el que no había a la vista campaña electoral
alguna. Ahora, con tres fechas electorales a la vista, más las primarias del
PSOE, parece ya tarde: es la guerra. ¿Quién diablos quiere coaliciones aquí,
cuando podemos diseñar un campo de batalla tan atractivo?