domingo 02 de febrero de 2014, 22:55h
Repasando ciertos medios de alcance nacional, es posible ver
y escuchar opiniones que destilan soberbia y esconden autocrítica.
Si no estuviera escrito, si no existiera la prueba física de
lo dicho, si fueran comentarios en la cola del supermercado, resultaría
increíble que ciertos formadores de opinión y ex funcionarios pretendan dar
cátedra sobre cuestiones que no han sabido resolver.
Y no estamos hablando de una gestión menor. No: estamos
hablando de ex funcionarios nacionales y provinciales que ocuparon cargos
importantes y, en el mejor de los casos, ese cargo les quedó grande. Sin
embargo, indultados de su incompetencia por esos medios que les regalan tinta a
cambio de palabrerío, hoy pretenden venir a explicarnos desde una especie de
Olimpo cómo tenemos que hacer para resolver los problemas que con aciertos y
errores siempre hemos enfrentado.
Yo me pregunto por qué no fueron tan perfectos y efectivos
cuando tuvieron a su disposición herramientas concretas, cargos públicos.
Existen gurúes que nunca hacen una autocrítica de su lamentable legado, y sin
embargo eso pareciera no incomodarlos a la hora de levantar el dedo y permitirse
señalar a otros. No me extraña: a más de uno he visto bajar la mirada y
quedarse sin palabras cuando, mano a mano, le pedí propuestas concretas.
Quienes ocupamos cargos en la función pública, estamos en
ellos para servir al pueblo y no para servirnos de los cargos. Por eso es
importante terminar con la hipocresía de quienes declaman que quieren construir
cuando solo quieren destruir y sobre todo tener memoria y recordar que, cuando
tuvieron la oportunidad, muchos de ellos no estuvieron a la altura de la
historia. Hoy eligen el camino del desánimo y quieren presentarse como los que
tienen las soluciones para los problemas de nuestro país.
Se rasgan las vestiduras hablando de la necesidad de
terminar con la fragmentación, pero a la hora de la verdad no son capaces de
ceder ni un milímetro de su posición de privilegio.
Esta década en políticas sociales, con nuestros aciertos y
errores, estuvo marcada por el cambio de paradigma. Desde el 2003 iniciamos un camino de
transformación donde las personas y sus familias son sujetos plenos de derechos
y el desarrollo humano es el eje central. Los números no mienten, y hoy en la
Argentina, sólo para dar un ejemplo, con la incorporación del Progresar tenemos
la cobertura de niños y jóvenes más importante de Latinoamérica.
Nuestro anhelo es quebrar definitivamente los esquemas de
desigualdad que algunos sectores resisten con toda su fuerza. Para eso
trabajamos todos los días y lo seguiremos haciendo con la ayuda de aquellos que
entienden que la dignidad de las personas vale la pena.
Alicia Kirchner
Ministra de Desarrollo Social de la Nación