"El principal problema es..."
domingo 02 de febrero de 2014, 23:01h
"La pérdida de reservas..." "El tipo de
cambio..." "El cepo cambiario..." "La inflación..."...
Los debates económicos disputan la jerarquía del problema
principal. Sobre su conclusión sobre este "primer interrogante"
sugieren las respectivas "salidas".
Curiosamente, todas son racionales y coherentes, desde la
perspectiva de la economía. Nadie puede oponerse sensatamente a recomponer
reservas, mantener un tipo de cambio homologable con las demás variables
económicas, volver a la libertad cambiaria que fuimos limitando crecientemente
en los últimos dos años, y terminar con la inflación que carcome ingresos
potenciando la incertidumbre...
Imaginemos que tenemos que hacer un viaje. "Vamos en
tren" opinan unos. "No, mejor en avión..." sugieren otros.
"A mí me gusta el auto..." tercia uno. "¿Y si vamos en
barco?" Propone el último. Sin embargo, falta algo: definir a dónde se
quiere viajar. Sin esa información, difícilmente pueda tomarse una decisión
correcta porque no es lo mismo viajar a Nueva York que a Lanús, a Montevideo
que a Europa o a Sydney que a Rosario.
Enfoquemos ahora los interrogantes económicos. La economía
en un país democrático tiene dos tipos de actores, cuya orientación es
necesario alinear para conseguir una marcha exitosa. Esa alineación deberá, por
supuesto, tener en cuenta las posibilidades reales del país, sus condicionantes
y sus potencialidades.
Esos dos actores son por un lado la política, que debe fijar
el rumbo interpretando la voluntad mayoritaria y estableciendo las reglas de
juego que regirán el juego; y por el otro los actores privados, empresas,
familias y personas, que harán sus apuestas -de ahorro, inversión, consumo,
créditos, endeudamientos- para participar del juego buscando llegar a la meta.
Para ello, usarán sus conocimientos mayores o menores de economía y las normas
establecidas por el Estado.
El papel de la política tiene algo de arte y mucho de
ciencia. Debe detectar cuál es el rumbo posible que la mayoría desea, y lo hará
con la intuición, las herramientas de análisis de opinión pública y su
percepción del entorno regional y mundial. Y debe elaborar con capacidad y
oficio, según los principios legales y los conceptos de la ciencia económica,
las reglas de juego a aplicar que regirán el comportamiento de los actores
privados.
La sociedad es como un cuerpo vivo (perdonando el
organicismo, sólo didáctico) que seguirá funcionando cumpla o no la política
con su función rectora. La ausencia de rumbo -es decir, la incapacidad de la
política para con su responsabilidad- dejará un vacío a llenar por algún actor
más poderoso, o por el propio caos o anarquía.
Entonces...¿cuál es el problema principal, en el estado
actual del país?
Contra la opinión de muchos, desde esta columna venimos
sosteniendo que no es la economía, en la que las mentes argentinas más lúcidas
del pensamiento económico, de todo el "arco ideológico", viene
repitiendo que no hay problemas dramáticos, o al menos del dramatismo que
percibimos en la situación que vivimos.
El problema es político, en el sentido grande y trascendente
del término. No hay respeto ni contención de la opinión mayoritaria, no hay
percepción de la realidad regional y global, no hay objetivos nacionales -ni
los discutidos democráticamente en el Congreso a través de la Ley de
Presupuesto, ni con un liderazgo lúcido sugiriendo a dónde vamos-. En síntesis
no hay rumbo.
En este marco, no hay solución económica posible . Los
argentinos son empujados hacia el reflejo defensivo de defender su ingreso, de
la forma que sea. El país se desliza hacia una selva de todos contra todos, en
la que todo vale.
Ningún economista ni plan económico puede salvar ésto, que
no es un problema cuya solución esté al alcance de Kicilloff ni de Capitanich.
Tampoco de Blejer, Melconián o Cavallo. Es de la presidenta, de su partido y
hasta de los liderazgos opositores.
Es lo que significa que "el problema es político".
Ni la pérdida de reservas, ni el tipo de cambio, ni el déficit fiscal, ni el
cepo cambiario, ni la inflación. Es esta sensación que impregna todo de no
saber hacia dónde vamos, qué perseguimos, que rumbo tomará la nave del país y
en consecuencia, cuál es el papel de cada uno en ese colectivo que es la
Nación, no sólo ahora sino incluso, ante un eventual recambio del poder.
Definido éso, las cosas comenzarán a alinearse nuevamente.
No antes.
Ricardo Lafferriere