Escenario pos electoral: todos juegan
martes 29 de octubre de 2013, 14:12h
El triunfo de Sergio Massa en la provincia más importante
del país, junto al de Macri y Binner en sus respectivos distritos, convive con
el resultado general que obtuvo el oficialismo, que se mantiene como primera
fuerza a nivel nacional y conserva las mayorías parlamentarias. Esto abre un
panorama donde si bien hay tres claros aspirantes a la candidatura
presidencial, la gestión está del lado del oficialismo.
El gobierno nacional mantuvo su condición de primera fuerza
nacional. Sergio Massa derrotó al oficialismo en el territorio electoral más
decisivo del país. Las dos lecturas, que se presentan como contradictorias son,
desde la lógica más elemental, complementarias. Ocurrieron las dos cosas.
A estas lecturas de las elecciones, habría que agregar otras
dos, subsidiarias de aquellas. El conteo de diputados y senadores en todo el
país indica que el kirchnerismo seguirá teniendo mayoría en las dos cámaras, un
dato vital para pensar la gobernabilidad en los próximos dos años. Al mismo
tiempo, el golpe electoral en la provincia de Buenos Aires, y más precisamente
en el conurbano, rompe la geografía de ese distrito y se expande como una luz
de alarma al darle pergaminos de candidato presidencial a un peronista
opositor, algo que no había ocurrido en el 2009.
Resumidas las lecturas gruesas del domingo, a partir de hoy
el debate político argentino va a girar inevitablemente hacia otros tópicos,
hasta ahora ausentes o en sordina. En primer lugar, algo que ya se vislumbró
durante los discursos de la noche del domingo de los ganadores locales: Massa,
Macri y Binner comparten victorias electorales tanto como aspiraciones
presidenciales. Esas precandidaturas, ya soltadas como un hecho por los propios
protagonistas en los festejos, tienen distintas fortalezas: Macri conserva un
territorio desde donde mostrar gestión concreta y desde ahí construir su
demorada y compleja construcción nacional. Binner cuenta con una provincia gobernada
por su propio partido y liderará una bancada. Massa tiene la obligación de ser
el más "imaginativo": ya adelantó que va a intentar el experimento de ser un
diputado de gestión, un oxímoron que intentará torcer haciendo planes de
nutrición, educación y seguridad con intendentes de distintas partes del país
que lo acompañen, según prometió desde el atril del bunker en Tigre.
Los tres, a pesar de que han repetido hasta el cansancio de
que solo tendrán en cuenta los "problemas de la gente", estarán pendientes de
una nueva elección: la que finalmente haga el establishment económico y
mediático. Las operaciones de prensa, los niveles de cobertura, los apoyos
editoriales, la financiación empresarial, serán elementos decisivos para los
tres jugadores en los próximos dos años. Probablemente los grupos económicos
dejen jugar y ver quién, finalmente, se presenta como el mejor representante de
sus intereses.
Las declaraciones opositores de esta elección parecen haber
aprendido algo del fracaso de la estrategia del 2009: nadie invocó un nuevo
grupo A, ni plantearon acciones conjuntas en ningún sentido. El remanido
"diálogo y consenso" parece muerto antes de nacer. Macri anunció que los
argentinos buscan una "renovación verdadera", y por si quedaban dudas de a quién
se refería aclaró que "no habrá ningún integrante de gabinetes anteriores". De
punta contra la lista del Frente Renovador, integrada también por referentes de
su propio partido, el PRO.
Desde el kirchnerismo, la derrota en la provincia de Buenos
Aires fue matizada poniendo de relieve los distintos desempeños locales a lo
largo y ancho de todo el país, donde en muchos casos revalidó apoyos
contundentes. El bunker oficial no tuvo una cara única que explicara los
resultados, por el contrario, se eligió componer un coro de voces donde
sobresalieron los gobernadores Urribarri, Scioli,Capitanich y Alperovich.
Dentro de ese grupo están algunas de las posibles figuras para una candidatura
presidencial, a lo que habrá que agregar seguramente otras.
Sin embargo, pasado el año electoral, las cartas del
oficialismo vuelven a estar centradas en la gestión. Como lo fue desde el 2003,
las políticas de gobierno -antes que cualquier otra cosa- son la principal
razón que explica la continuidad del kirchnerismo en el poder. En ese sentido,
desde el triunfo de 2011 el gobierno encaró políticas de mediano plazo, que
deberán ver su productividad en los tiempos que vienen, ya a contrareloj: la
recuperación del petróleo, un vasto programa de viviendas, la mejora en el
servicio de transporte, reducción del trabajo en negro, etc. Temas centrales
que, de tener éxito, habilitarán una plataforma robusta para encarar la
discusión con los referentes opositores para el 2015. También avisa de lo
contrario: los logros pre 2011 ya no alcanzarán para ganar elecciones.
El gobierno tendrá también otro desafío que se vislumbra en
los análisis de la noche electoral: la derrota en la provincia de Buenos Aires
será presentada por los medios concentrados como un cuestionamiento a la
legitimidad del gobierno para lo que queda del mandato la Presidenta. En la
insistencia sobre si el gobierno "escuchará el resultado de las urnas" subyace
la idea de que la sociedad dictaminó sin más un cambio de rumbo en las
políticas públicas. Es curioso: el discurso que se presenta como republicano
fuerza a la propia dinámica constitucional, convirtiendo una elección
legislativa de medio término en una elección donde se habría definido cómo debe
gobernar el poder ejecutivo. Esta operación tiene el problema del tiempo: dejará
de ser efectiva a medida que corran las semanas y meses y el efecto electoral
pierda fuerza. Por esa misma razón, la clave será transitar el fin de año,
donde con seguridad los sectores más retrógrados van a jugar sus fichas para
condicionar el rumbo de los próximos dos años.