¡Es la Tercera Guerra Mundial, estúpido!.
lunes 28 de octubre de 2013, 23:34h
Hace algunos meses, escuché, en boca de un importante
responsable de la lucha contra los delitos informáticos, que "ya estamos
en una especie de tercera guerra mundial: es la del espionaje en
Internet". Lo dijo en el curso de una mesa redonda que un grupo periodístico
convocó en la sede de un importante
bufete madrileño y a la que acudieron desde diputados especializados en el tema
hasta los encargados en Policía y Guardia Civil del combate a los crecientes
delitos que se cometen en la Red. Allí estaban también la fiscal encargada de
estos delitos, algún 'hacker blanco' y magistrados que han tenido que
enfrentarse a la cuestión, la Gran Cuestión: hoy, nuestra privacidad no está
asegurada, lo cual quiere decir que no solamente no hay secretos políticos, ni
-atención-- comerciales, sino que la propia intimidad de la persona (que se lo
digan a Angela Merkel) ha dejado de ser tan íntima, valga la redundancia.
Esto que cuento, la mesa redonda, ocurría hace meses.
Estados Unidos y China se las tenían tiesas por la conquista del espacio
internáutico, y Rusia, la tercera en liza, ese país regido por un ex agente del
KGB desde donde tantas tropelías se cometen en la Red, aún no había, paradoja
de paradojas, dado asilo a Edward Snowden, ese agente de la Agencia Nacional de
Seguridad americana que desveló, y sigue desvelando, el espionaje masivo de su
país no solamente a sus enemigos, sino a sus propios aliados. Ni en España había saltado, aunque estaba a
punto de hacerlo, el sonrojante
'affaire' de la agencia 'Método 3', que colocaba micrófonos bajo los manteles,
aunque habían saltado otras muchas cuestiones relacionadas con el espionaje: yo
mismo tuve que denunciar a José María Ruiz Mateos, años ha, por controlar y
difundir mis llamadas por el móvil.
El tema del espionaje, utilizando la Red, ya estaba tan
sobre el tapete en esa mesa redonda celebrada en el otoño de 2012 que el
responsable al que me refería, exagerando -pero ¿no son las más exageradas las
frases que hacen historia?--, habló de esa incruenta, por ahora, Tercera Guerra
Mundial: la que enfrenta a los Estados por el control de las comunicaciones, la
que tiene como coroneles a los 'hackers' y como soldados a todos esos que se
dedican a investigar e intervenir 'profesionalmente' en las redes sociales por
cuenta de los servicios de inteligencia.
Y entonces sí: hay una suerte de Tercera Guerra Mundial,
como hay una suerte -eso se lo escuché al director de una conocida revista
política francesa_de Cuarto Reich en una Alemania que tiene mayor control que
nunca sobre Europa, aunque afortunadamente sin botas, ni esvásticas, ni
bigotillo, ni cañones. Ya digo que las exageraciones, si tienen una cierta
base, son las sentencias que quedan para la Historia. Lo que ocurre es que,
como siempre, hay naciones menos preparadas que otras para esa guerra. Europa
se ha sentido desnudada por el 'caso Snowden', como antes por el 'caso
Assange': el ojo y el oído del Gran Hermano vienen de Estados Unidos, y las
grandes potencias del Viejo Continente están descoordinadas -no lo están
Londres y Washington_frente a la 'vieja invasión'. Como en tantas otras cosas.
¿O es que usted cree que Estados Unidos no nos espiaba
antes? Aún recuerdo a aquellos dos agentes sorprendidos 'in fraganti'
recorriendo, llenos de aparatos informáticos, la verja de La Moncloa en tiempos
de Felipe González, entonces un enigma para Washington. O a aquel 'mister
Brown' asesinado en 1986 por ETA, junto
a doce guardias civiles, cuando el atentado contra el autobús de la Benemérita
en la plaza de la madrileña República Dominicana: el ciudadano norteamericano
hacía 'footing', con un extraño audífono, frente a la sede de la legación
soviética, y jamás fue citado ni como víctima ni como nada, porque la embajada
norteamericana se encargó de hacer desaparecer la documentación y el rastro de
aquel señor Eugene Brown, que sin duda no se llamaba ni se apellidaba así en la
realidad.
Así que entiendo que la protesta que este lunes presente
Exteriores ante su aliado Estados Unidos en la persona del nuevo embajador
James Costos -menudo estreno ha tenido_sea, como se ha reconocido
oficiosamente, de baja intensidad. Ni es la primera vez ni están las cosas como
para armar la escandalera que han montado, por un quítame allá un
espionaje, Brasil o México, o la propia
Alemania, o la Francia de Hollande. La altura del vuelo internacional de
España, y eso lo sabe bien el inteligente ministro de Exteriores, García
Margallo, no es tanta como para tirar las patas por alto y pedir, nada menos,
la intervención de la ONU como ha hecho la ex guerrillera y hoy omnipotente
presidenta brasileña, Dilma Rousseff.
Incluso, no será el ministro quien llame 'a consultas' al
embajador Costos, sino un secretario de Estado, porque García Margallo está en
un oportuno viaje creo que por Polonia, entre otros destinos. Porque ya digo:
no están las cosas como para que los aliados se metan el dedo en el ojo y
España tiene, y hace muy bien, mucho interés en mantenerse como aliado
preferente de EE.UU, incluyendo a este Obama que ha perdido muchos puntos en
este combate planetario: la jugarreta ha sido descubierta . Su pelota, en este
partido, se ha estrellado, nunca mejor dicho, contra la Red. Pero eso, aquí en
España, no conviene decirlo demasiado. Ni remedar a aquel asistente de Clinton
que pronunció el ya clásico aserto: "¡es la economía, estúpido!".
Aunque ya digo: esto es la Tercera Guerra Mundial ¿estúpido?