domingo 21 de abril de 2013, 20:25h
La protesta del 24 de abril deja varias aristas para
analizar y entender qué persigue la oposición y los manifestantes al salir a la
calle: la variable numérica, el aspecto cualitativo respecto de la dirigencia
convocante y las contradicciones que incluyen las demandas de quienes se oponen
desde la calle al gobierno nacional.
Las imágenes y los ruidos del cuarto cacerolazo "espontáneo"
organizado por diversos sectores de la oposición el jueves pasado son elementos
más que suficientes para realizar un análisis sobre los deseos imaginarios de
la oposición y sus manifestantes en varios niveles: uno númerico, otro
cualitativo respecto de la dirigencia convocante y, el tercero, sobre las
contradicciones que incluyen las demandas de quienes se oponen desde la calle
al gobierno nacional.
El primer hecho que se debe tomar en cuenta es el nivel
numérico de la convocatoria: junto a la disminución de los concurrentes a ese
tipo de marchas se debilita la utilidad de una herramienta que tiene más de
truenos antidemocráticos que de argumentos políticos. Este jueves desfilaron en
todo el país muchísimas menos personas que en los actos anteriores. Ese dato
certifica dos cosas: el límite de la convocatoria y la fatiga de los elementos.
El segundo dato a tener en cuenta son los liderazgos
convocantes: no hay un solo emergente que pueda denominarse "nueva política". A
una Elisa Carrió con más periodistas amigos en el Grupo clarín que votantes en
la última elección, se le sumaron sectores el menemismo y del duhaldismo,
Patricia Bullrich (nunca hay que olvidarse del "republicano" recorte salarial del
15 por ciento violatorio de la Constitución Nacional durante su gestión en el
gobierno de la Alianza), la inefable defensora del robo de bebés durante la
dictadura Cecilia Pando, más Fernando Pino Solanas y Victoria Donda -de los que
no se entiende su chavismo galopante y su oposición oportunista y
desconcertante al kirchnerismo- y Hermes Binner -quien en los últimos días
aseguró que la culpa del asesinato de los chavistas en Caracas es de los
propias chavistas por ser populistas (¿?)-. A este combo se le suma el
desgastado partido radical y Mauricio Macri -quien demostró que no está para
gobernar, pero que ya ha logrado aprender a acusar a los demás de que no lo
dejan-. Esta falta de liderazgo se potencia con la imposibilidad de unificar
todas las fuerzas opositoras a riesgo de que se convierta en un papelón
histórico como el de la Unión Democrática.
El tercer nivel de análisis está relacionado con la calidad
de las demandas. Cierto fetichismo constitucional, sumado al rencor que surge
de la impotencia política, más un dejo de violencia de clase descendente, se
agregan a consignas estrambóticas como "Libertad" o "Abajo la Diktadura" o "No
a la censura". Un combo insubstancial que a veces se solidifica cuando se
descubren intereses económicos como los de los sectores agroexpotadores y las
industrias concentradas como las de AEA, que incluye al Grupo Clarín. Y uno de
los puntos sobresalientes es el nuevo chiche de la oposición: la negativa a la
Democratización del Poder Judicial. Sumidos en el desconocimiento más absoluto
de las reformas, los sectores conservadores de la sociedad salieron a decir
"basta" y a defender a uno de los bastiones del conservadurismo en la
Argentina. Y ya convocaron a defenderlo con herramientas no institucionales
como una marcha para "impedir" que el Congreso sancione una ley.
Transformándose en supuestos "demócratas" que arremeten contra la democracia.
Una última cosa más: insistir en la mecánica de los
caceroleros pareciera ser destituyente. El camino verdaderamente democrático es
presentarse en las elecciones y superar el 15 por ciento de los votos con algún
candidato que realmente no le dé pavura a las mayorías. Ser mayoría no es hacer
ruido en las calles, es llenar las urnas con votos propios.