La última muestra de autoritarismo
domingo 21 de abril de 2013, 20:29h
La imponente marcha popular del jueves pasado ha puesto en
cruda evidencia que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner
no es "para todos y todas". Buena parte de la ciudadanía siente que es
ignorada, que sus reclamos no son siquiera considerados por un Poder Ejecutivo
que impone sus políticas sin admitir discusión alguna, ni atender puntos de
vista diferentes.
No es fácil desentrañar consignas en movilizaciones
espontáneas y tan extendidas, pero parece claro que existe preocupación por una
corrupción estatal tan intolerable como impune, por la ineficacia en prevenir
tragedias como la de Once o las recientes inundaciones, por una inflación que
horada cada vez más una estancada e imprevisible situación económica, pero
sobre todo por un modo de gobernar que lejos de enfrentar estas cuestiones sólo
se preocupa en acrecentar su poder hasta el punto de intentar suprimir todo
límite constitucional.
El paquete de proyectos para "democratizar" la justicia ha
sido el último eslabón en este derrotero de fuerte autoritarismo. Está fuera de
toda duda razonable que las intenciones nada tienen que ver con las que se
declaman a través de una retórica tan falsa como hueca. La partidización en la
elección de los miembros del Consejo de la Magistratura terminará con la
independencia judicial, presupuesto básico de la imparcialidad, y sujetará a la
justicia a las mayorías electorales, consagrando un principio mayoritario
absoluto, que aniquilará el control de constitucionalidad y pondrá en riesgo la
tutela de los derechos individuales por parte de los jueces. La creación de
Cámaras de Casación como tribunales intermedios apunta a licuar el poder de la
Corte Suprema, pero acarreará importantes demoras en el trámite de los
expedientes en detrimento de sectores vulnerables, como los jubilados o los
trabajadores. Por último, pese a algunos cambios en el Senado, el proyecto
respecto de medidas cautelares debilitan un instrumento formidable para la
tutela judicial efectiva de los derechos humanos frente a los abusos estatales.
Una multitudinaria ciudadanía activa que se moviliza en
defensa de sus ideas fortifica sin dudas el sistema democrático, es un
saludable signo de vigor y esperanza. Pero a la vez plantea un enorme desafío
para la política. Esas voces están exigiendo ser escuchadas, lo que constituye
un serio llamado de atención para las fuerzas no oficialistas y, especialmente,
para el gobierno. Para las primeras, la necesidad de cubrir el vacío de
representación que denota una expresión callejera tan intensa. Para el
gobierno, la necesidad de que comprenda que el camino democrático que
emprendimos los argentinos hace treinta años, excluye al poder absoluto, a la
voz única, a la visión de una facción. No entenderlo a tiempo sólo conducirá a
la segmentación, a la polarización de la sociedad, a las antinomias
irreductibles que han marcado trágicamente la historia argentina y han impedido
la construcción de un destino colectivo, que incluya a todos en paz y
tolerancia.