martes 18 de septiembre de 2012, 23:44h
La protesta masiva desatada el jueves 13 de septiembre
interpela a varios sectores y expresa el cansancio social ante la soberbia y la
falta de respuestas del gobierno. Las reacciones y los futuros posibles. La
inflación obliga a actualizar la AUH.
Justo cuando la presidente Cristina Fernández de Kirchner
advirtió que había que temerle como a dios, se desató una protesta masiva en
las plazas del casi todo el país. De ese modo se quebró, como se quebró la
convertibilidad en el 2001, un ingrediente fundamental de la alquimia de poder
kirchnerista: el miedo. La marcha masiva, pacífica, aparentemente espontánea y
no organizada por ningún partido político o grupo de interés - como cuando "la
125"- expresó el hartazgo de una buena parte de la sociedad ante un unicato que
es sordo a los reclamos y que en vez de tratar los problemas centrales de los
ciudadanos, fija agenda con el voto adolescente o estatiza empresas para cubrir
sus actos de corrupción.
Las consignas en contra de la modificación de la
Constitución para permitir la re reelección de la presidente; por mayor
seguridad y mejor justicia; contra la corrupción; la inflación y el relato
mítico del fundamentalismo K, fueron las más salientes de un público que
seguramente contaba entre sus filas a votantes de un oficialismo que en su
campaña no incluyó las restricciones para comprar divisas y viajar al exterior,
la apropiación de YPF e Impresora Sudamericana o la transferencia de los fondos
judiciales del banco Ciudad al Banco Nación (para hacer otra caja y mojarle la
oreja a Mauricio Macri).
Pero no sólo el gobierno es el destinatario de la protesta.
Si bien se lleva la mayor parte, el malestar se expresó en contra del Poder
Legislativo, en tanto los representantes no parecen procesar las demandas de
sus representados; y muy especialmente al Poder Judicial cuyos magistrados han
recibido el mensaje de que sus fallos - y la celeridad de los mismos - serán
vigilados de cerca por una multitud que espera justicia en el sentido más
amplio del término. En resumen, la protesta social del jueves 13 fue un reclamo
por una democracia de calidad en la Argentina. Eso incluye a todos los partidos
políticos.
La cobertura de los medios es un ejemplo de la fractura
social que impulsa el kirchnersimo. Los medios, oficiales y paraestatales,
ignoraron y denostaron la marcha, mientras que los independientes cubrieron
todo el evento.
Las reacciones y el después
Todo movimiento social contiene una diversidad y se aglutina
en torno a un determinado problema común. En el caso del S-13, la
heterogeneidad incluye a sectores que profesan un rencor acendrado al
kirchnerismo y que no trepidarían en apelar a cualquier mecanismo con tal de
ver a la presidente fuera de la Casa Rosada. Esas minorías son las que dan
pábulo al fundamentalismo kirchnerista para ver conspiraciones destituyentes o
para descalificar el movimiento con discriminaciones clasistas. Ese fue el
camino elegido por el jefe de Gabinete Juan M. Abal Medina y otros funcionarios
mandados por la presidente a restarle importancia a la marcha, primero por su
insignificancia numérica y luego por su composición social. Sin embargo,
algunos kirchneristas como José Luis Gioja y Daniel Scioli piden mesura, lo que
no es lo mismo que pedirle a su líder que escuche los reclamos.
Los movimientos sociales se sostienen en el tiempo mientras
no se resuelva el asunto que los anima a salir a las calles. Como lo más
probable es que el gobierno ignore olímpicamente la señal del jueves, se abre
la posibilidad de que estas marchas se sucedan y aumenten su caudal, salvo que
alguna fuerza política capitalice y canalice sus reivindicaciones, o que - y no
sería de extrañar- el kirchnerismo organice "contramarchas" para pulsear y
retomar el control de las calles, asunto tan caro a los regímenes populistas.
El kirchnerismo ya cometió un error gravísimo, cual fue el
haber roto su alianza con Hugo Moyano, ahora comete otro, romper
definitivamente con la clase media. Finalmente, la presidente tendrá que
quedarse con la misma alianza que mantuvo a Carlos Menem en el poder: algunos
grupos económicos concentrados y las clases populares.
A propósito del líder camionero, el oficialismo lo va a
extrañar a la hora de movilizar gente en un hipotético plan de reconquistar la
calle, tarea que quedará en manos de La Cámpora, Kolina y los movimientos
sociales comprometidos con el kirchnerismo. Por el contrario, junto con Pablo
Michelli de la CTA, Moyano estaría planeando un paro conjunto, por primera vez.
Reconociendo la inflación
El aumento de la Asignación Universal por Hijo de casi el 26
por ciento, obedece a una "actualización" con la evolución de la inflación que
informan las estadísticas provinciales. Desde su creación, la AUH no creció en
términos reales y a fin de año estará por debajo de su nivel inicial. El resto
de las asignaciones familiares también fueron incrementadas, aunque con un aumento
diferencial de acuerdo al tramo de ingresos. Además, usando nuevamente un
Decreto de Necesidad y Urgencia y a pesar de contar con una mayoría
parlamentaria oficial, la presidente dispuso una modificación en el esquema
general de las asignaciones familiares que ahora se definirán según el ingreso
familiar y no del ingreso de cada uno de los conyugues, lo que obligó a Diego
Bossio, titular de la ANSES a explicar cómo será el nuevo mecanismo, en una
semana en la que tuvo que acudir a la Justicia por el conflicto con la
provincia de Córdoba.
En 2012, la AUH, los salarios y las jubilaciones se han
reajustado apenas alcanzando la inflación, tal vez esperando el año electoral -
sin presiones para el pago de intereses de deuda externa - para ser más generosos.
No obstante, el déficit fiscal que es el talón de Aquiles a partir de la cual
se derivan casi todos los problemas que afectan al "modelo" económico por estos
días, no pareciera mostrar ningún signo de mejora para el 2013. La situación de
las cuentas públicas del gobierno se encuentra en continuo y franco deterioro y
los problemas de las provincias serán atendidas según la cara del gobernador.
Por lo pronto Jose M. De la Sota y Daniel Perlata clamarán en el desierto.
Si nada profundo cambia, la tendencia seguirá y teniendo en
cuenta el rol central que cumple actualmente la debilidad fiscal como mecanismo
propagador de problemas y desequilibrios al resto de la economía, es difícil
pensar en una mejora ostensible de la situación en el corto plazo.