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El camino de Montevideo

El camino de Montevideo

Por Manuel Suárez Suárez
miércoles 27 de noviembre de 2024, 06:56h

La singladura del “Cabo de Hornos” desde el puerto de A Coruña hasta el puerto de Montevideo fue de 20 días (del 7 al 27 de noviembre de 1958) en los que yo, un niño de la aldea de cinco años, iba muy contento ya que después de varios retrasos me acercaba al lugar en el que estaba mi padre. La mano de Valentina, mi madre, creo que no me soltó hasta que llegamos al puerto brasileño de Santos. Allí recibí el cariño del tío Xosé de Borneiro (casado na miña aldea con Fina que era una de las hermanas de mi padre) y el sabroso regalo de un hermoso cacho de bananas que fueron mi comida hasta llegar a las tierras uruguayas. Os anos pasan pero no me olvido que después de dos semanas de mareos y sin asomar por el comedor para evitar los vómitos, pude disfrutar de una fruta que me gusto mucho y que fue el prólogo a la felicidad que enseguida encontraría en la capital de la República Oriental del Uruguay.

Quiero señalar que no sentí morriña ya que era muy feliz en el nuevo espacio montevideano. Aquella ciudad en el otro lado del mar estaba llena de luz y de colores y de sonidos y de muchas letras en carteles que anunciaban comercios que nunca había visto y que continuamente preguntaba por su significado. Quizás lo que más recordaba y extrañaba de la aldea eran los folladiños que me hacía en la sartén mi abuela Concepción para merendar y también las gordas tabletas de chocolate que siempre traía al regresar de la feria de Baio. En mi barrio de Aires Puros (en la esquina de Pantaléon Artigas e Ipiranga) había una cantidad de árboles (llamados paraísos) en las veredas que protegían con su sombra de un sol que calentaba mucho más que el de mi aldea natal. El primer verano en la capital uruguaya fue maravilloso y sigue bien guardadito en mi corazón pues en cada uno de los días que pasaron hasta el comienzo de la escuela (el 15 de marzo de 1959) recibí las caricias de amables ciudadanos que aunque no me conocían, eran conscientes que debían de trasmitirme ánimo y la esperanza de un futuro de ventura en esta orilla del Río de la Plata.

El tiempo fue pasando pero mi agradecimiento para quien me acogió con un abrazo de hermandad, mientras viva, no perderá fuerza. Estamos en noviembre y ello me hace pensar que desembarqué tres días antes del domingo 30 que fue cuando se celebraron unas históricas elecciones nacionales (legislativas y presidenciales) que dieron comienzo a sucesivos gobiernos que no fueron capaces de mantener la calidad de vida en democracia que caracterizaba a mi querida tierra de Artigas. En 1958 se escogía entre “blancos” y “colorados” pero en la actualidad debemos de ser cautos y abrir bien los ojos para decidir si queremos luz u oscuridad. Es muy triste tener que constatar que cada vez aumenta más la ausencia de propuestas que ayuden a mejorar la convivencia en libertad. Estoy muy contento porque el domingo 24 triunfó la sensatez y don Yamandú fue elegido para dejar atrás las injusticias, las coimas y las chamuyadas de los mercenarios mediáticos. El noble Frente Amplio tiene cinco año por delante para empujar en la mejora de los servicios públicos (más y mejor educación y más y mejor sanidad) y por lo tanto, lograr que aumente el bienestar general en mi siempre recordada REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY.

Manuel Suárez Suárez

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