red.diariocritico.com
Discépolis

Discépolis

Por Manuel Suárez Suárez
miércoles 15 de mayo de 2024, 01:53h

Quisiera estar en Buenos Aires para poder asistir a la representación de la obra teatral Discépolis que tiene lugar en el Centro Cultural de la Cooperación en la céntrica avenida Corrientes.

Mi interés por el tango rioplatense me lleva a aplaudir y a felicitar al grupo de actores que suben al escenario para homenajear al gran autor Enrique Santos Discépolo, el reconocido letrista es responsable también de la que creo es la mejor definición del tango: “Es un pensamiento triste que se baila”. La dramaturgia es una creación de la actriz Maggi Persíncola que también es la directora.

Creo que en este momento de desconcierto en la muy generosa tierra argentina como consecuencia de la desgraciada e indecente actitud de una clase media que vota para que los pobres se conviertan en indigentes, está más que justificado poder volver a emocionarnos con los personajes de un sainete porteño que aunque está ambientado en los años de 1920/1930/1940, es evidente que no pasó de moda ya que son muchos los nietos de aquellos tanos que sudaron el lomo en La Boca del Riachuelo que votan a un tano resentido que profesa la inmoral ideología del Nazineoliberalismo.

Dentro del grupo de actores tengo que destacar la presencia del cantante Carlos Varela ya que lo conozco de escucharlo en varias de sus grabaciones. Además, corresponde informar que acabo de sumarlo a los gayegos que aportan al tango rioplatense (en una futura segunda edición de La emigración gallega en el tango rioplatense le dedicaré la atención que se merece) porque una de sus abuelas era de Vigo y uno de sus abuelos de Lugo. También me comentó que el argumento del sainete se inspira en las ideas del antropólogo y filósofo Rodolfo Kusch (1922-1989) que era un gran defensor de las culturas originarias y un amante del tango.

Sobre el mármol helado, migas de medialuna

y una mujer absurda que come en un rincón;

tu musa está sangrando y ella se desayuna,

el alba no perdona, no tiene corazón…

Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca

y del alma manchada con sangre de carmín?

Mejor es que salgamos antes de que amanezca,

antes de que lloremos, viejo Discepolín…

Conozco de tu largo aburrimiento

y comprendo lo que cuesta ser feliz,

y al son de cada tango te presiento

con tu talento enorme y tu nariz,

con tu lágrima amarga y escondida,

con tu careta pálida de clown

y con esa sonrisa entristecida

que florece en verso y en canción.

La gente se te arrima en un montón de penas

y tú las acaricias casi con temblor;

te duele como propia la cicatriz ajena:

aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor…

La pista se ha poblado al ruido de la orquesta,

se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín…

¿No ves que están bailando? ¿No ves que están fiesta?

Vamos, que todo duele, viejo Discepolín…

[Discepolín, Homero Manzi]

Me duele que sea precisamente la República Argentina la que se meta en una oscura noche de intolerancia y discriminación porque es lo contrario a su esencia ya que su actual bienestar se consiguió por medio de las puertas abiertas y la solidaridad. Es una pena que sean miles los ciudadanos que no hayan entendido o más bien se hagan los otarios, cuando escuchan una grabación del genial poema Cambalache de Enrique Santos Discépolo, en la voz del cantor/cantora que sea. Es cierto que no todos los descendientes de la emigración italiana son malandras pero está claro que algunos son muy sinvergüenzas como bien describe Carlos de la Púa en el siguiente poema:

Vinieron de Italia, tenían veinte años,

con un bagayito por toda fortuna;

y, sin aliviadas, entre desengaños

llegaron a viejos sin ventaja alguna.

Mas nunca a sus labios los abrió el reproche.

Siempre consecuentes, siempre laburando

pasaron los días, pasaban las noches:

el viejo en la fragua, la vieja lavando.

Vinieron los hijos, ¡todos malandrinos!

Vinieron las hijas, ¡todas engrupidas!

¡Ellos son borrachos, chorros, asesinos

y ellas son mujeres que están en la vida!

Es en los momentos de tristeza cuando debemos ser agradecidos con aquellos que se sobreponen al abatimiento y tratan de animar y empujar con sus acciones para ayudar a salir del pozo. En este caso son los actores y el equipo técnico de Discépolis quienes se merecen un fuerte aplauso y un abrazo solidario que están abriendo el camino hacia la recuperación de la cordura entre argentinos. Es urgente que el país vuelva a tener una sana convivencia social que evite la injusticia, la pobreza y la desigualdad. Estoy convencido de que el valioso legado espiritual de Enrique Santos Discépolo seguirá alimentando, con sus éticas vitaminas, a los corazones de los ciudadanos que no se rinden a las adversidades ya que siempre son pasajeras. ¡Bravo Discépolis!

Manuel Suárez Suárez

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (1)    No(0)

+
1 comentarios