lunes 26 de enero de 2015, 09:39h
El escenario más probable para la economía argentina del
2015, indicaba, hasta ahora, un "más de lo mismo".
En materia fiscal, el gobierno no puede abandonar su
política de déficit creciente.
Primero, por su convencimiento conceptual de que "el déficit
fiscal reactiva".
Segundo, por su ideología: "nadie me va a convencer de que
el sector privado asigna mejor los recursos que el sector público".
Tercero, por necesidad electoral. Un ajuste fiscal implica
una reducción drástica de los subsidios
al consumo de energía y transporte, y no se puede enojar más a los
votantes.
Con déficit fiscal creciente, y sin posibilidad de
endeudamiento externo en montos y a
tasas razonables, sólo queda el financiamiento vía Banco Central y
endeudamiento interno.
En ese aspecto, continuará la política de emitir para
financiar el gasto, y luego colocar deuda interna, para absorber una buena
parte de los pesos emitidos, de manera de evitar que esos pesos de más se
transformen en más inflación (mantenerla en torno al 1.5/2% mensual) o más demanda de dólares, sea oficiales, para
importar, o informales para ahorrar.
Obviamente, esta política monetaria, entra en contradicción
con la idea de que "el déficit fiscal reactiva", de allí que el nivel de
actividad del año, más allá del intento de "aflojar" en los meses previos a las
elecciones, será tan magro, como el de este año.
Finalmente, queda la política cambiaria.
Se trata de devaluar lo menos posible, dada la relación
directa entre tipo de cambio e inflación, cuando no hay programa fiscal, ni
reservas suficientes. Y, por lo tanto, de administrar las reservas con
restricciones, cuotas, endeudamiento con importadores y exportadores, swaps e
intentos de renovar parte de los vencimientos del año. Más limitaciones a
operar en dólares de Bancos e inversores institucionales, más policía y
controles en el mercado informal.
Por supuesto, este es el "plan" e, insisto, el escenario que
luce más probable. Siempre y cuando, los aumentos salariales que surjan de las
paritarias no alteren drásticamente este panorama, si intentan recuperar lo
perdido el año pasado y "ganarle" a este año.
Pero en estos días se están sucediendo hechos dentro de la
economía y fuera de ellos, que podrían ciertamente, alterar este escenario.
Primero lo más fácil, lo económico.
El panorama global está cambiando sustancialmente para el
mundo emergente. El dólar se fortalece
contra la mayoría de las monedas, y los anuncios de esta semana del
Banco Central Europeo ratifican esta tendencia.
Con el dólar fortalecido, los precios de los commodities en
baja, o estabilizados, Brasil en ajuste, y Europa devaluada, nuestro sector
externo recibe un shock negativo difícil de sostener sólo con cepos, y
atrasando aún más el tipo de cambio.
Las supuestas ventajas de petróleo barato para importar,
pueden ser menores de lo esperado, si estos precios frenan las exportaciones de
petróleo argentino, claramente, fuera de competencia por costos de producción.
En síntesis, estamos frente a un escenario externo negativo
que tendrá que "pulsear" fuertemente con la política de seguir atrasando el
tipo de cambio y su efecto sobre el nivel de actividad y el empleo. Mientras,
se generan expectativas de devaluación crecientes que dominarán el fin de este
gobierno y el principio del próximo. (En general, los mercados se anticipan,
más en un año electoral, y con las variables económicas tan deterioradas).
Por último, la cuestión no económica.
La muerte del fiscal Nisman, ha puesto en evidencia lo más
oscuro de la crisis institucional y política de la Argentina de estos años, en
dónde se intentó y se intenta, desde el oficialismo, consolidar un "cambio de
régimen" lejano a la democracia republicana.
Hasta ahora, la divergencia entre grave crisis política y
"moderada" crisis económica, se basaba en el poder centralizado que conservaba
la Presidenta, en la fragmentación de la oposición, y en la esperanza de "fecha
de vencimiento" del proyecto K.
Pero las circunstancias de la muerte del fiscal Nisman y la
desconcertante, hasta ahora, respuesta oficial,
están alterando seriamente este paisaje y podrían hacer converger la
crisis institucional con una crisis económica más grave, derivada,
precisamente, del deterioro irreversible de la gobernabilidad y lsa fuerzas que
dicho deterioro podrían desatar.