Las vacaciones del Rey y de Rajoy
lunes 29 de diciembre de 2014, 07:31h
Parecen
lanzados, no sé si tácita o explícitamente de acuerdo, tanto Felipe VI como
Mariano Rajoy a una tarea de ilusionar a los españoles por el país que tienen.
Un gran país, sin duda, que no merece la desafección de una parte importante de
sus habitantes. De manera más equilibrada el Rey, que se acordó de los que
sufren en esta economía en alza en las macromagnitudes. De forma absolutamente
acrítica Rajoy, para quien, según su rueda de prensa del pasado viernes, los
españoles vivimos en el mejor de los mundos. Y con eso, se marcharon, como
muchos de sus compatriotas, a gozar de unas breves y no diré yo que inmerecidas
vacaciones.
Sospecho
que ambos saben que España vive un momento delicado no tanto por cuestiones
mensurables y objetivas cuanto por otros factores que no hay forma de medir: el
desencanto con un estado de cosas y con una clase política, la desconfianza
hacia sus representantes y hacia las instituciones...Eso, en suma, que se
podría traducir, para simplificar, en el apoyo acrítico a una formación que,
como Podemos, resulta evanescente. ¿Cómo explicar esa maciza intención de voto
que el Euskobarómetro muestra hacia el partido que lidera Pablo Iglesias cuando
Podemos no tiene un programa ni un representante reconocido en el País Vasco?
Se lo pregunté al director del Euskobarómetro, Francisco Llera: él tampoco se
lo explicaba. Y lo mismo cabe decir de Cataluña, de Andalucía, de las
castillas, de la Comunidad Valenciana...
Hay que
analizar con cuidado el fenómeno Podemos, que no es algo que, contra lo que
dice el secretario general socialista, Pedro Sánchez, ya haya tocado techo así,
sin más. Personalmente, confieso que me aterraría tenerlos en el Gobierno de la
nación, o incluso en el de mi ciudad. Pero compruebo con interés que las
huestes -si es que existen-de Pablo Iglesias se han convertido en un quebradero
de cabeza para los nacionalistas y secesionistas vascos y catalanes: la gente
empieza a preferir a esa formación extraña, que significa una patada en las
espinillas -vamos a dejarlo así-de lo establecido, incluyendo el secesionismo
sin más, que a los clásicos del separatismo. Mucha atención a este fenómeno,
evidenciado, para lo que valga, en el Euskobarómetro y en recientes sondeos
efectuados en Cataluña.
Por lo
demás, no me parece razonable que, tanto el Rey, a quien posiblemente no le
correspondía hacerlo en su mensaje de Navidad, como Rajoy, que se esforzó en no
pronunciar siquiera la palabra en su rueda de prensa última del año, obviasen
citar siquiera a Podemos. Como pretendiendo que así no exista esta evidencia de
que los tiempos cambian, de que hay mucha gente harta que dice que votará a
esta formación solamente para fastidiar a los 'acomodados'. Algo más habrá que
hacer que obviar la evidencia, aunque cunda la sensación de que esa evidencia,
ahora llamada Podemos, tendría, en buena lógica, que adquirir unas dimensiones
acordes con lo que son y con lo que no son. La opinión pública es una veleta,
de acuerdo; pero instalarse, como hizo Rajoy, en las bondades de un
bipartidismo que, simplemente, ya no existe, significa un peligroso ninguneo de
esa opinión pública. Y no, yo tampoco creo en las encuestas como si fuesen las
tablas de la ley; pero algo, sin duda, sí nos están indicando.
Ya digo
que me parece quizá incluso acertado que el jefe del Estado y el del Gobierno
traten, de consuno aunque en distintos términos, de poner el acento en las
fortalezas y no en las debilidades de esta gran nación llamada España. Pero no
podemos obviar que algunos quieren desertar no tanto del Estado como del estado
de cosas actual. A mí, lo confieso, tampoco me gusta este estado de cosas,
aunque reitero mi aprensión ante fórmulas nuevas, no testadas y en las que
faltan elementos clave, como un programa integrador -Podemos es lo contrario:
tiende a poner etiquetas de 'casta' a cuanto no se mueve a su son--, unos
dirigentes enraizados con la ciudadanía y un mensaje nuevo, sí, pero
conciliador.
Lo que
ocurre es que la estrategia de resaltar los valores patrios puede estar bien,
pero la táctica de creer que con eso basta, no. Ya digo que, dentro de mi
admiración por Felipe VI, eché de menos algo más de arrojo en su por otra parte
buen mensaje. Y, respetando como respeto, aunque críticamente, a Rajoy, que
pienso que, de momento, sigue siendo lo más sólido que tenemos, no he podido
sino deplorar las evidentes carencias de su acción política. De su acción en
general, si se me permite. Así, creo, no se llenan los huecos producidos por el
desgaste de tantos años de abusos y desplantes a la ciudadanía. Y ya se sabe
que, cuando hay huecos, alguien o algo viene siempre a llenarlos, sin que
podamos controlar nunca del todo ese fenómeno. Y menos, tratando de mirar hacia
otro lado, como si así fuese a desaparecer lo que no nos gusta.