¿'Impulso político'?¿Qué impulso político?
miércoles 03 de diciembre de 2014, 10:23h
Reconozco que figuro entre los que piensan que el
nombramiento de Alfonso Alonso como ministro de Sanidad ha sido un paso
adelante: ¿se habrá decidido, al fin, Mariano Rajoy a hacer eso que se llama
Política, con mayúscula? Desde luego, el aterrizaje de Alonso en un Ejecutivo
algunos de cuyos componentes andan como perdidos, como ausentes, porque callan
demasiado para no caer en las 'ocurrencias' de algunos de sus compañeros idos
(o que permanecen), es un dato alentador. No voy a cansarle a usted repitiendo
los elogios que tanto han menudeado ya sobre la figura, el talante y la
trayectoria de Alonso. Solo diré que, contra lo que parece, hay más políticos
como él en todos los partidos. Y que necesitamos a más políticos como él,
alejados de escándalos, de protagonismos excesivos y de insensateces máximas.
Pero, claro está, una golondrina no hace verano. Y no basta
con incorporaciones al Gobierno como las de Alonso o, antes, Rafael Catalá -un
valor en alza, si así pueden medirse estas cosas-para pensar que la atonía, la
pereza, la falta de iniciativas y el exceso de impermeabilidad han acabado.
Escuché a Alonso decir -me lo dijo a mí mismo, en el curso de un programa de
radio-que hay que poner en marcha nuevas formas de hacer política. Totalmente
de acuerdo: más diálogo, más participación, mayor y mejor espíritu
regeneracionista. Y autocrítica, mucha más autocrítica, que es elemento que
siempre echamos a faltar cuando de discursos de políticos se trata.
Así que vuelvo a la pregunta inicial. ¿Ha decidido Rajoy,
fuente de todo poder e influencia entre los suyos, a rodearse de los mejores,
no solo de los más aquiescentes, a cambiar sus -a mi parecer-bastante
deplorables modos de hacer política? Existen a mi alrededor gentes que no creen
que, a estas alturas, Rajoy, como el escorpión de la fábula, pueda cambiar sus
pautas de comportamiento: él, te dicen los monclovitas, no es un populista. Es
un hombre serio, que no promete lo que no puede cumplir, que no hace demagogia
besando a niños y dando la mano a mileuristas, ni besando enfermeras que se
curan del ébola, como ha hecho Obama.
De acuerdo: todo lo antedicho adorna el carácter inmutable
del escorpión. Como la falta de carisma, la carencia de simpatía, la lejanía
infranqueable. Vienen tiempos en los que los ciudadanos exigen eso que Alonso
detectaba: la necesidad de que se nos gobierne de otra manera. El gran timonel
cambia a una parte de su tripulación: entre Ruiz Gallardón y Escolá, mejor el
segundo oficial Escolá. Entre Mato y Alfonso Alonso, mejor ni establecer
comparaciones. Pero el capitán ha de salir de una vez del camarote y dar las
órdenes oportunas. No solamente para capear el temporal, sino para imponerse a
él. Y eso solamente puede hacerlo el presidente, no sus ministros y ni siquiera
la muy competente vicepresidenta, que ya se ve que está utilizando a fondo su
largo brazo.