Las alianzas para la próxima etapa
martes 18 de noviembre de 2014, 18:41h
Se ha
repetido hasta el cansancio: para reiniciar el crecimiento es imprescindible
reforzar la institucionalidad y el estado de derecho.
El
poder presidencial ha concentrado la enorme mayoría de las potestades políticas
que la Constitución distribuía entre el presidente, el Congreso, la Justicia y
los gobiernos de provincia.
Reforzar
la institucionalidad y el estado de derecho se identifica entonces, en el
actual estado de la Argentina, en un objetivo central: desmantelar la dimensión
obscena que ha alcanzado el poder presidencial.
Eso muy
difícilmente pueda hacerlo un peronista, ni viejo ni nuevo. Ni por historia, ni
por convicciones, un dirigente peronista renunciará a poderes mayores. No es ni
bueno ni malo: está en su genética.
Eso no
quiere decir que el peronismo no tenga lugar en el juego democrático. Como
también lo dice la historia es un protagonista central del juego político
argentino. Pero la tarea imprescindible para esta etapa del país es
incompatible con un rasgo central de su identidad política.
El país
debe acreditar en el peronismo un aporte importante en el desarrollo de los
derechos sociales, en políticas inclusivas -aún con sus desvíos clientelares- y
en la dignificación de los compatriotas más necesitados. Pero también debe
decir que sus convicciones sobre el ejercicio del poder y sobre el juego
respetuoso entre los derechos y garantías de los ciudadanos frente al poder del
Estado no se encuentran entre sus virtudes más destacadas.
La
nueva etapa argentina contendrá el desafío de romper con los lastres más
negativos de la herencia ideológica del siglo XX. Deberá sumar a nuestro país a
la construcción de una comunidad global plural, democrática, pujante, defensora
de la sustentabilidad ambiental y respetuosa de los derechos humanos. Y deberá
hacerlo sin dogmatismos ni ataduras a cosmovisiones superadas.
El
comienzo está en reconstruir plenamente la democracia republicana, inclusiva y
justa, como piso para la pujanza emprendedora, las inquietudes de los
ciudadanos con vocación transformadora, y la convivencia plural en paz y
respeto reciproco.
Ese
objetivo es el que demanda los grandes acuerdos. El electoral, que permitirá
pasar el poder presidencial al campo democrático republicano superando el
populismo mediante el desmantelamiento ordenado del poder presidencial y la
reconstrucción de la institucionalidad de la Constitución. Y el estratégico,
que necesita de ambas grandes "corrientes" de la identidad nacional y debe
formular el próximo gobierno, para llevar el país hacia un nuevo destino,
articulado con la comunidad global y acorde a los desafíos de la agenda del
siglo XXI.
Ni la
confusión ni el sectarismo. Confluencias naturales en una Argentina plural.
Ricardo
Lafferriere