La solución, nueva generación
lunes 17 de noviembre de 2014, 23:55h
Estuve
el pasado sábado en el acto en el que Podemos elegía a sus nuevos órganos
directivos: edad media, 35 años. Al día siguiente, Cayo Lara, 62, anunciaba una
decisión, dice que largamente meditada, de no presentarse a la reelección en
las primarias internas de la coalición: será sustituido presumiblemente por
Alberto Garzón, que aún ni siquiera cumple los treinta y que, por cierto, es
firme partidario de la convergencia IU-Podemos. Hace algunas semanas, era el
diputado que más tiempo ha ocupado un escaño en el Congreso, Alfonso Guerra,
quien proclamaba su abandono de la vida política, que no, se supone, de la
política. Con ello, la renovación de caras en el PSOE es prácticamente total:
su ejecutiva tiene una edad media de cuarenta y dos años.
Se diría que el año 2014 que se acaba se ha
caracterizado por una auténtica revolución de rostros: desde el Rey, al líder
de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, 63, reemplazado por Pedro Sánchez,
que inicia el tránsito por la cuarentena. Los rostros más usuales, como el de
Arias Cañete, se refugiaron en el Parlamento Europeo, en el mejor de los casos
para ellos. Otros, como la alcaldesa de Madrid Ana Botella -no será la única
vara municipal que dé este paso--, simplemente se retiraban de la carrera hacia
las elecciones de mayo.
Escuché a Pablo Iglesias, en su acto del
sábado, hablar con cierto desprecio de "los viejos de corazón viejo",
relegándolos al baúl de los recuerdos. Algunas empresas, lejos de plantearse
los indudables beneficios económicos globales derivados de prolongar la vida
laboral, consideran que, a los cincuenta y cinco, ya vas sobrando. Mala cosa,
cuando ahora apenas un dieciséis por ciento de los jóvenes entre los veintitrés
y los treinta pueden vivir de su trabajo: la franja de la vida activa de un
trabajador se va estrechando. ¿Podrá la Seguridad Social soportarlo?
Por supuesto, ignoro cuál es la solución. Pero
seguro que viene dictada por una revolución en los planteamientos mentales.
Mientras a nuestros políticos todo lo que se les ocurra para renovar la vida
pública y mejorar los niveles de democracia del país sea cortar las cabezas de
los 'viejos' y que no quede ni una mayor en edad que, por ejemplo, el Rey
Felipe VI, vamos apañados. Que el principal misil dialéctico que el jefe de la
oposición dirija al jefe del Gobierno es que tiene que 'jubilarse', a sus
cincuenta y ocho, me resulta altamente indicativo: comprendería que, en la dialéctica
clásica Gobierno-oposición, le dijese que se tiene que marchar porque lo hace
mal. Pero ¿jubilarse?
Ahora, la nueva forma de dividir a las dos
españas va a ser, por lo visto, establecer una raya entre los menores de
cuarenta y siete y quienes sobrepasan -sobrepasamos-esa edad. Mire usted qué
bien: hemos encontrado un nuevo baremo para enfrentarnos.
A veces, cuando contemplo este panorama, me
entran unas feroces ganas de acudir a una jubilación anticipada. De borrarme.Y
que algunos se chinchen, hala. Otros, en cambio, seguro que se alegrarían.
Porque seguro que mi sustituto, sea donde fuere y para lo que fuere, ya está
afilando la daga con la que jubilará, alegando 'meras razones de edad, nada
personal'.