lunes 08 de septiembre de 2014, 11:02h
Como les contara la semana pasada, la Argentina está en
medio de un grave descontrol fiscal, financiado con emisión monetaria desde el
Banco Central.
Asimismo, sin acceso
al crédito externo, al menos en un monto relevante, el gobierno se ve obligado
a racionar las reservas, reduciendo pagos de importaciones, y afectando el
nivel de actividad. Esta relación negativa entre muchos pesos emitidos y pocos
dólares en las reservas, más tasas de interés que no compensan las expectativas
de devaluación e inflación, incrementó la brecha cambiaria, retroalimentando
las expectativas de devaluación y de aumento de precios. Para frenarlas,
paradójicamente, por un lado la AFIP autorizó, por unos días, la venta de más
"dólares ahorro" subsidiados, para
bajarle la demanda al mercado informal, mientras el Banco Central obliga a los
bancos a seguir desdolarizando su patrimonio, para aumentar la oferta de bonos
en dólares y bajar artificialmente, y también por un ratito, el precio de los
otros tipos de dólar que forman parte de la fauna de monedas verdes que existen
hoy en el país: el dólar bolsa (compra venta de títulos públicos) y el dólar
transferencia (compra venta de títulos o acciones, en dónde el comprador
termina con dólares en Nueva York y el vendedor con pesos en la Argentina).
A este panorama, de por sí complicado, hay que sumarle un
escenario internacional relativamente desfavorable para los próximos meses, con
una soja más barata, un Brasil con menos crecimiento y un dólar más fuerte
respecto del Euro y las monedas regionales.
Para enfrentar esta coyuntura compleja, el gobierno insiste
con su rancio discurso antimercado.
Para ello, está logrando que senadores y diputados
oficialistas (a no olvidarlos) avancen con
la reposición de una vieja ley de abastecimiento de dudosa
constitucionalidad. (Lo que antes era el "agio y la especulación" ahora es
"encanutar").
Y con una poco efectiva ley de pago soberano que, en el
mejor de los casos, aumentará el número de "buitres", con aquéllos fondos
imposibilitados de aceptar otra jurisdicción que no sea la de los tribunales de
Nueva York, y en el peor, dará la señal clara de que el gobierno argentino no
piensa negociar, ni aún después de fin de año, con quienes no entraron al
canje, ampliando la extensión y magnitud del default.
Pero aun cuando esta estrategia de negociación fuera
exitosa, difícilmente se conseguiría dinero fresco en cantidad suficiente para
evitar los problemas arriba explicados. (Sin considerar que se seguirán
acumulando fallos adversos, como el del CIADI
de esta semana).
Es más, con las previsiones de emisión de pesos para los
próximos meses, faltarán cada vez más dólares y las presiones sobre brecha y
precios serán crecientes.
¿Y entonces?.
Entonces, mientras la Presidenta controla la dinámica
política, la dinámica económica, que no controla, y que, por lo mencionado,
puede seguir empeorando, definirá los próximos meses de su mandato.
Continuar como hasta
ahora no podrá.
El dilema "agravar la situación o cambiar" reemplazará más
temprano que tarde a "Patria o buitres", "Patria o empresarios", o al más
general de "Patria o complots".
Por ahora, claramente, está eligiendo "agravar".
Sin embargo, insisto, la dinámica económica resulta
incompatible con esa decisión. Veremos.
Unas últimas líneas para la "boutade" de la semana.
Ingresos Brutos es un mal impuesto. Es malo porque se paga
en cascada a lo largo de toda la cadena de valor de un bien o servicio,
discriminando en contra de las pequeñas empresas e incentivando una integración
artificial de las grandes empresas.
Cualquier reforma impositiva seria debería contemplar
reemplazarlo por otro tipo de impuesto a las ventas, con otro diseño.
Pero dicho esto, que la Presidenta de un gobierno que bate
récords de presión impositiva.
Que le cobra un impuesto a la inflación a las empresas y a
la clase media (por no permitir el ajuste por inflación ni en los balances, ni
en el mínimo no imponible) y que le
cobra a los pobres el peor impuesto -la inflación directamente- se queje de un
impuesto a los ingresos brutos al servicio de Netflix y similares, que consume
una pequeña minoría de altos ingresos (incluida ella), la verdad, con todo
respeto, suena a "too much".