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'Todos contra todos'...

"Todos contra todos"...

Por Ricardo Lafferriere
martes 22 de abril de 2014, 03:13h
Así imaginaba Jacques Attali la etapa del fin del "Imperio americano", retirado por propia decisión a la defensa de sus intereses nacionales más directos sin que su papel de "gendarme global" hubiera sido ocupado por nadie. Lo hacía en su recordada obra "Une breve histoire de l'avenir", publicada en el 2006, en la que pronosticaba un escenario plagado de conflictos por las razones más diversas: límites, energía, agua dulce, ideologías, problemas religiosos, raciales etc.


El sinfín de conflictos larvados y latentes contenidos en la organización del mundo en Naciones Unidas y acompañada por el disciplinamiento en dos mega bloques con sus respectivos liderazgos durante gran parte del siglo XX, fue sucedido por la etapa del mundo unipolar, cuyo dato simbólico más expresivo es la dimensión del presupuesto armamentista.



El presupuesto de Estados Unidos, incluyendo su asignaciones para defensa, vigilancia, inteligencia, defensa y seguridad interior y exterior, supera la suma de todos los demás países del planeta en esas actividades.


Pero Estados Unidos ha resuelto replegarse, en un desentendimiento progresivo, de las diferentes áreas del mundo en las que considera que sus intereses más vitales dejan de ser estratégicos. Está en condiciones de lograr su autoabastecimiento energético apoyado en el shale-oil y gas, el potente desarrollo de las energías renovables y el renacimiento nuclear.



Su opinión pública es cada vez más reticente al compromiso militar en lejanos países donde mandar a morir ciudadanos por guerras empresarias no les seduce.



El proceso globalizador induce a todos a mantener un interés compartido en el comercio y el desarrollo tecnológico, que deja de ser una preocupación centralmente norteamericana para pasar a serlo también -o en mayor medida- de China, Japón, Alemania y en menor medida de los demás países industriales. El "contribuyente norteamericano" no tiene más interés en sostener un "bien público" global -mantener abiertas las rutas del comercio y la energía y actuar como policía de barrio de todas las regiones del mundo- sólo con sus bolsillos, cuando los beneficios alcanzan a muchos más que pueden pagarlo...


Desde esa perspectiva, alguno podría pensar: ¡al fin! El mundo no tendrá que depender más de un Bush, un Clinton o un Obama decidiendo dónde mandarán sus tropas...


Pero... -siempre hay un "pero"- no en todos lados el rumbo y el ritmo de la reflexión estratégica es idéntica. Los hechos de Crimea y Ucrania, como hace un par de años en Georgia, expresan una mirada geopolítica que no por "démodé" deja de hacerse sentir.



Las tradicionales estrategias defensivas rusas, basadas en la distancia y la profundidad, que le permitieron su triunfo en las dos grandes invasiones a su territorio, reaccionan con extrema virulencia ante la imprevista cercanía de posibles adversarios futuros poderosos (léase, la UE y la propia Alemania) al desaparecer el espacio "tapón" logrado por Stalin en la 2a postguerra con los países de su periferia sometidos a su influencia.


Esa tensión, latente desde 1989 pero adormecida por la relativa debilidad rusa luego de su implosión post-comunista, encuentra ahora una nueva realidad: la retracción americana, su riqueza en hidrocarburos frente a una Europa sedienta y "aburguesada" por haber creído en una paz eterna demasiado pronto y la extrema debilidad de algunos de sus vecinos, ex integrantes de su espacio imperial, en los que reverdecen nacionalismos anti-rusos por el temor, justamente, de un regreso a aquellos tiempos de predominio de razones militares, alianzas ofensivo-defensivas y equilibrios de poder que llevaron a las dos masacres mundiales del siglo XX.


Es que la política, a pesar de la globalización, sigue siendo un juego eminentemente local. El éxito de quienes están en ese juego depende de sus situaciones internas, que difícilmente sigan los razonamientos estratégicos del nuevo paradigma en formación, el interés del largo plazo de sus países o los valores superiores de una ética humanística.



Los electorados actúan y reaccionan por estímulos más primarios y suelen exigir respuestas rápidas a sus necesidades y emociones más cercanas. Responden a demandas no unívocas sino superpuestas, y en ocasiones hasta contradictorias, de grupos de ciudadanos que conforman la compleja realidad de cada país.


Putin vive de la política interna rusa y como cualquier liderazgo realista, utiliza la fuerza del nacionalismo cuando las situaciones internas amenazan con irse de las manos. Así construyó su poder Hitler y los fascismos, así actuó Galtieri y así -en la modestia del subdesarrollo- intenta actuar la propia CK, al despertar cíclicamente la verborragia antibritánica cuando la realidad amenaza su "relato".


Putin tiene conocimiento profundo de esa situación. En mi opinión, sabe que el mundo que viene, en el largo plazo, no será el de las alianzas militares, que el mejoramiento de la vida de los seres humanos que vivimos en este planeta pasa por una agenda distinta que extraer u exportar gas y petróleo, y que la tendencia hacia sociedades cada vez más abiertas es irreversible.



El riesgo militar que implica la Unión Europea es inexistente. Pero...actúa en política en un país que ha demorado su reconversión productiva por la sensación de riqueza que le han dado sus reservas energéticas y que no ha logrado conformar aún una clase media productiva funcional a una democracia exitosa. Un país donde las oligarquías que se repartieron los restos del formidable estado soviético tienen mucho poder económico y forman parte de su construcción política al igual que los círculos militares que al igual que la mayoría del pueblo ruso sufren aún -y han sufrido por un cuarto de siglo- "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser".


Entonces...el renacimiento de las actitudes imperiales rusas en una región y un mundo que parecía haber olvidado el peligro militar le otorgan una herramienta política interna inesperada.


El peligro, sin embargo, es múltiple. No sólo porque es un camino que conduce "a ninguna parte" al propio pueblo ruso, sino porque puede despertar ecos similares en otros países desatando una carrera paranoica de rearme, revive temores atávicos en pueblos cercanos a sus fronteras y carga de argumentos a los arcaicos razonamientos hegemónicos de sectores belicistas de Estados Unidos -que también existen, y habían sido derrotados abrumadoramente en los últimos años- para volver sobre los pasos en la decisión, informada por el presidente Obama en su último mensaje de estado de la Unión, de reducir la dimensión de las Fuerzas Armadas de su país al nivel que tenían antes de la Segunda Guerra Mundial.


Desde nuestros pagos, lo mejor es tomar distancia. Pero no con la indiferencia de los timoratos, sino con algo similar a la "neutralidad activa" que alguna vez levantara el presidente Yrigoyen. La del reclamo por la reconstrucción de espacios plurales y normados para la convivencia global, donde naciones y personas trabajen en forma cooperativa para una mejor administración de un planeta convertido en cada vez más pequeño y aldeano por las comunicaciones, las cadenas productivas globales, los problemas climáticos, los derechos humanos cada vez más extendidos, y la edificación progresiva de un piso de dignidad para todos los seres humanos que con el actual nivel de desarrollo planetario, el mundo ya está en condiciones de garantizar para todos.


Los "hombres sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos" diría él. Hoy, podría ser el camino para que la predicción de Attali de un mundo de "todos contra todos" pueda ser evitada con la herramienta del diálogo, el derecho y la cooperación para la mejor preservación de la "casa común".
 
Ricardo Lafferriere
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