Ajuste y empleo en Europa: Ojo que el más débil no es El Capital
sábado 08 de junio de 2013, 14:07h
La flexibilización y los ajustes en el mercado laboral que
hoy pone en práctica la Unión Europea en medio de la crisis, se contraponen con
las políticas de crecimiento del empleo y ampliación de los derechos de los
trabajadores características de los gobiernos latinoamericanos.
"Aquello que no se legisla explícita y taxativamente a
favor del débil, queda legislado implícitamente a favor del poderoso".
Este impresionante, contundente, pensamiento de don Raúl
Scalabrini Ortíz, que data de 1948, resume y sintetiza en forma asombrosa -si
bien no está dirigido, específicamente, al ámbito laboral- como debe ser el
desarrollo legislativo del Derecho del Trabajo.
Nada se descubre al decir que en la relación Capital-Trabajo
la parte más débil es la que encarnan los trabajadores, que solo ostentan la
fuerza de trabajo. Claro, salvo que se aplique la doctrina Lanata, donde el más
débil en este caso sería El Capital.
En ese sentido, el Derecho del Trabajo se alzó,
históricamente, para combatir ese desbalance real que impone el capitalismo
entre obreros y patrones a favor de estos últimos.
Sin embargo, en los años 90 en la Argentina y actualmente en
Europa se puso y se pone en debate ese objetivo del Derecho del Trabajo para
realizar una metamorfosis.
En vez de cuidar al más débil, se pone en escena "El Empleo"
y, por lo tanto, la legislación laboral ¿gira? en torno a ese "nuevo paradigma"
que es el cuidado, la salvaguarda de la fuente de trabajo.
En realidad, bajo esa fachada, se esconde la desregulación y
flexibilización del derecho del trabajo con el objeto de restringir conquista
sociales.
Se pretende de esa forma la transformación de una
herramienta que surge como piso legal protector de los trabajadores, para
"garantizar" con la excusa del "Empleo" la renta de los sectores más
concentrados de la economía en época de crisis.
La trama se desanda rápidamente cuando esas reformas en pos
de "conservar" el empleo, lo primero que atacan, precisamente, es la
estabilidad en el empleo y proponen además fórmulas de despido flexibles y
disminución de las indemnizaciones por despido.
Vaya forma de proteger el trabajo, reduciendo derechos de
los trabajadores y promocionando los despidos. Cualquier razonamiento lógico,
sin ser demasiado "intelectual", se puede dar cuenta que estas medidas con el
objetivo de garantizar el empleo son un contrasentido.
Así, se emplean términos eufemísticos como los de
"flexibilidad laboral", "flexiguridad" o
"flexiseguridad". La galería de términos es interminable y ninguno se
explica por si mismo sin una interpretación diabólica.
Lo cierto es que la experiencia argentina de la década del
90 pone de manifiesto en forma clara, concreta y precisa que las reformas al
Derecho del Trabajo, transmutándolo en "Derecho al Empleo", no es otra cosa que
una máscara para cercenar derechos de los trabajdores y trasladar tasa de
ganancias a los "Grandes Hacedores del Capital" solo con la búsqueda del
"ajuste laboral".
Por el contrario, en ese esquema, no se busca que los
trabajadores sigan en sus puestos laborales, sino mellar su capacidad de
conflicto en momentos de decrecimiento de la economía. Se busca, precisamente,
una alta tasa de desempleo, porque los planes de ajuste son imposibles sin
ella.
El tándem flexibilidad-desempleo funciona como un gran
disciplinador social puesto que ante los trabajadores que quedan ocupados está
el mensaje claro, amenazador e implícito de: "Te reforme la ley para despedirte
más fácil y mirá sino como está el panorama afuera".
Esta máxima se desempeña como un gran descalibrador sindical
y, el sistema que se impone, arbitra la ruptura de la solidaridad social,
ensalzando el sálvese quien pueda, promoviendo la cultura individual y egoísta
por sobre lo colectivo.
La Eurozona, que en algún momento se quiso promover como la
Europa Social, no pudo combatir con la filosofía real que subyacía en el
tratado que dio lugar a la hoy ¿Unión? Europea.
Esa filosofía liberal en el fondo está efectuando una
ruptura de hecho, porque su propio concepto de individualismo a todo nivel va
en contra de las construcciones colectivas, y un proceso de integración no es
otra cosa que una de las más grandes y difíciles construcciones colectivas, que
solo puede tener éxito si hay desarrollo social; cosa que tanto el Capital como
la doctrina liberal ponen en crisis.
Como contraposición al marco legal flexibilizador que se
pretende imponer en Europa y que se quiso imponer aquí entre los noventa y
principios de los dos mil, se alzan varios gobiernos latinoamericanos que se
autoimponen ponerle límites concretos a los ajustes y a la flexibilización.
Como ejemplo en la Argentina, en plena crisis y cuando se
estaba en el infierno mismo las respuestas fueron: a) la suspensión de todos
los despidos, b) la duplicación de las indemnizaciones y c) la disposición que
toda posibilidad de despido debía comunicarse al Ministerio para que este
intervenga previamente, así como, d) los aumentos de salario por decreto y,
posteriormente, e) la eliminación de los denominados contrato basura y de la
Ley Banelco - símbolo de la flexibilización y de la corrupción.
Una postura totalmente opuesta a la flexibilizadora y
ajustadora Europea, con los resultados al canto.
Nada bueno surge para los trabajadores de un gobierno cuya
filosofía es el liberalismo o el conservadurismo.