lunes 15 de abril de 2013, 13:29h
Hace rato que el gobierno está instrumentando, con la
necesaria complicidad de los legisladores oficialistas, con el inexplicable
apoyo , en algunos casos, de representantes de la oposición, y, en otros, con un ensordecedor silencio de la Corte
Suprema, una reforma constitucional de
facto, eludiendo los mecanismos que la propia Constitución, que juraron
defender, establece para ser modificada.
Una vez más, como en otros negros momentos vividos por la
sociedad argentina, "el fin justifica los medios".
La voluntad del voto mayoritario es interpretado como un
mandato incondicional y cualquier impedimento al ejercicio irrestricto del
poder, se califica como una actitud "corporativa" o antidemocrática.
Para los ideólogos de estas acciones, los mecanismos de
frenos y contrapesos que la Constitución Nacional establece para el ejercicio del poder de las
mayorías electorales transitorias, no son más que rémoras anacrónicas heredadas
de otro período histórico de la Argentina y el mundo. Y deben ser removidas,
para que las reemplace un marco institucional que se adapte mejor a los nuevos
tiempos.
El Estado, en este entorno,
es un ente superior que vela por el bienestar de los ciudadanos, y debe tener las "manos libres" para
defender el interés general.
La reforma de las instituciones judiciales que se
pretende en estos días será, casi
seguramente, ley en pocos días y, salvo que haya jueces valientes y con
celeridad de acción, habrá que convivir con esta situación hasta que una nueva
mayoría electoral pueda revertir estas medidas.
Por lo tanto, cualquier debate conceptual resulta hoy
inútil. Sólo quiero plantear aquí las consecuencias prácticas, al menos desde
la economía, que está teniendo en el país, esta particular visión
institucional.
Permítanme, igual, un par de reflexiones previas.
El "Estado" no es una entelequia, no está
constituido por seres "superiores", sacerdotes infalibles que saben y
velan por el bienestar común. Solo para dar algunos ejemplos, el Estado que
debe ser "legalmente protegido" de las corporaciones e individuos, es
Amado Boudou, es Julio De Vido, es Aníbal Fernandez. O ha sido Ricardo Jaime.
Ellos son, o han sido, el Estado en la Argentina.
El segundo comentario que quiero hacer, también es de orden
práctico. Le propongo a todo kirchnerista un test. Elijan cualquier país de los
que encabezan la tabla de posiciones en el Índice de Desarrollo Humano.
Elijan cualquier país en el que quisieran vivir, si no
pudieran vivir en la Argentina y chequeen si allí rige un "modelo" de
equilibrio de poderes, frenos y contrapesos, e independencia de los jueces como
el que aquí se pretende cambiar, o si rige el "vale todo" de las
mayorías.
Si hicieran con honestidad esa prueba, toda esta discusión
doctrinaria terminaría. Y este es el punto "económico" que quiero
hacer.
Que los países a cuyas sociedades les va mejor en términos
de calidad de vida, y progreso económico, tengan instituciones que,
básicamente, incorporan límites a la discrecionalidad del Estado, e
independencia de los jueces, no es casualidad.
Es causalidad. Repito
es causalidad.
Los capitales, el crédito, la inversión y, finalmente, las
personas, terminan huyendo de países con gobiernos autoritarios en dónde los
derechos humanos y de propiedad están difusos y sujetos a la voluntad de
algunos, sin control, ni límites judiciales.
La mayoría de los países de la región, en los últimos años,
debieron preocuparse por frenar el ingreso de capitales y accedieron al crédito
de largo plazo a tasas mínimas.
En cambio, de la Argentina se fueron más de 85000 millones
de dólares, y el acceso al crédito internacional está vedado o se logra a
plazos cortos y a tasas siderales.
Y eso cuando el autoritarismo era sólo una "sospecha"
más que una triste realidad.
Imaginen ahora.
Es cierto, como dice el Viceministro de Economía, que se
invierte en medio de guerras civiles. Pero el punto es que la tasa de retorno
que se le pide a una inversión cuya propiedad no puede ser resguardada
legalmente, es muy superior a la normal.
Y para que ese "rendimiento" se de, el valor de
los patrimonios, de las propiedades y del trabajo, es decir, el valor de los
factores "locales" se desploma.
El "ajuste" económico contra los déspotas es
siempre el bienestar y la riqueza de las personas que los soportan.
Hoy hay una brutal guerra civil en Siria, en ese contexto
:¿Cuánto vale una propiedad en Damasco?.