Sentarse el día de las elecciones Presidenciales, es decir, un domingo, frente al televisor para
ver y escuchar a la presidenta del Consejo Nacional
Electoral leyendo los resultados de los
comicios de esa jornada, es un ritual casi obligatorio, que algunos tratan de
evadir acostándose más temprano, generalmente con la ayuda de un
somnífero. Es un ritual que dura poco,
apenas unos minutos, pero cuya espera siempre se hace larga, muy larga y que le
crispa los nervios a muchos venezolanos. Algo muy difícil de entender si, como
afirma el propio CNE, el sistema electoral
venezolano es el más tecnificado y eficiente del mundo.
Este domingo no fue diferente y una vez más, el desenlace
tampoco lo fué. Luego de un prolongado mutismo de varias horas, que se fue
convirtiendo en secretismo, más tarde en misterio y posteriormente en
consternación popular, con su habitual parsimonia hizo su aparición,
finalmente, la Rectora principal del
CNE, Tibisay Lucena, quien le machacó
nuevamente a los expectantes venezolanos, con un único boletín, definitivo,
dada su tendencia irreversible, los resultados, primero de Maduro, siempre
se leen primero los del candidato
ganador, y después los de Capriles, con lo cual aquél resultaba electo
Presidente. Así de simple y de sencillo.
Pero en esta ocasión, la rutina tuvo algún sobresalto. Por primera vez en años,
los partidos de la oposición compendiados en la Mesa de la Unidad Democrática,
salieron de ese silencio que solía
preceder a la aparición de la señora Lucena y hablaron a través de los medios,
dando a entender que la información que tenían era favorable a su candidato y
que no aceptarían, en el conteo final, un voto menos de los que les
correspondía. Calma y tensión, las dos
al mismo tiempo, se mezclaron en el ambiente. Impotencia y frustración en un
bando, y el triunfalismo de siempre, en el otro. Al final nada cambió y como si
de un guion sempiterno del CNE se tratase, la historia volvió a repetirse.
Después de catorce
años de mandato de Chávez, para el nuevo Presidente, el primero del periodo post Chávez que se
inicia a partir de ahora, el reto a enfrentar es inconmensurable. No solo en lo
económico y en lo social, donde se presagian escenarios muy difíciles de
manejar, sino en también en lo político, donde las palabras "pueblo"
y "mayoría" dejaron de pertenecer al léxico exclusivo del chavismo
Una Venezuela, donde necesariamente la oposición que quedó representada en
estas elecciones por prácticamente un 50% de los venezolanos, tiene que ser
tomada en cuenta y donde la escasa diferencia de doscientos mil votos escrutada
por el CNE, sin que se conozcan los resultados del exterior, es apenas una
divergencia técnica, más que una victoria electoral.
Resulta impensable que se pretenda mantener el modelo de
país que hemos tenido hasta ahora, sobre la base de una discrepancia de votos tan pequeña, ni
pretender erigirse en Presidente, nada menos que en el sucesor de Chávez, sin tener conciencia de
auella situación. Sin embargo, las palabras de Maduro inmediatamente después de
conocidos los resultados del CNE, distan mucho del reconocimiento de esta
realidad, pues lejos de hacer un llamado a la concordia, siguen estableciendo
divisiones entre los venezolanos; unas palabras, por cierto, llenas de soberbia, que parecían más propias de un candidato electo por una avalancha de votos, que de uno
que será puesto en duda hasta el final de su mandato.
El de Maduro,
fue el último empujón de Chávez a un
candidato; pese a éllo y aunque Maduro
sea el Presidente, pareciera que el postrero aliento de Chávez se fue en el
esfuerzo, y que de ahora en adelante su
recuerdo y la invocación de su memoria,
ya no serán suficientes para
hacer política en Venezuela.
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