sábado 03 de noviembre de 2012, 23:53h
Hace muy poco tiempo fue el turno de la Ciudad de Buenos
Aires. Poco antes lo había sido de la Provincia de Buenos Aires. Luego,
Córdoba, a la que obsesivamente se le niegan recursos adeudados -no tiene la
suerte de los bonistas, que para la presidenta cobrarán, aunque no quieran-; y
ahora, Santa Fe.
En un exabrupto impropio de un dirigente político
democrático, el presidente del peronismo santafecino José Luis Freyre acaba de
declarar, según La Nación del sábado, que están dadas las condiciones para una
intervención federal de Santa Fe, ya que, según su juicio, no hay control
político sobre la policía.
Procedimientos impactantes, es cierto, han sido llevado
adelante en estos últimos días sobre jefes policiales santafecinos. Pero
también lo es que ningún obstáculo fue interpuesto por el gobierno de la
provincia para frenar las investigaciones en curso, ni la acción de la
justicia.
Si la sola presencia de hechos delictivos por funcionarios
de una jurisdicción fueran razón suficiente para interrumpir los mandatos
constitucionales, es preferible no imaginar lo que debiera ocurrir en la
administración nacional y de la propia provincia de Buenos Aires, sobre cuya
competencia recae el exponencial crecimiento del narcotráfico durante el
período kirchnerista.
La Argentina, en efecto, ha sufrido en estos años la
instalación de las redes que hasta hace una década sólo conocíamos por las
noticias internacionales. Jefes de esas redes de narcotráfico viven en
urbanizaciones más que lujosas, y se han producido hechos crecientemente
violentos -como el asesinato de las tres personas en General Rodríguez o las
muertes atribuidas a "ajustes de cuentas" que desaparecen de las noticias el
mismo día que toman estado público-.
Mientras tanto, son cada vez más frecuentes los episodios de
secuestro de grandes cantidades de narcóticos, la mayoría de las veces por la
información llegada de fuerzas policiales del exterior que es imposible
ignorar, u obviar . El solo recuerdo del avión de Medical Jet, conducido por
Juliá y Miret, secuestrado al llegar a
Barajas procedente de Argentina con 900 kilogramos de cocaína, sin conocimiento
alguno por parte de las autoridades policiales argentinas, ha sido sólo la
"punta del iceberg" de un entramado de complicidades que ha impregnado a
autoridades políticas, judiciales y policiales de jurisdicción nacional.
Ninguna jurisdicción provincial debe ser rozada en su
autonomía. Esta ofensiva del kirchnerismo sobre Santa Fe, iniciada por la
desafortunada expresión del diputado Larroque al calificar a la fuerza política
gobernante en ese distrito como "narco-socialismo", y continuada por el nada
ingenuo pronunciamiento nada menos que del presidente del justicialismo
provincial indican que es urgente coordinar una acción conjunta para frenar el
desvío autoritario del gobierno, por encima de "límites" divisionistas que lo
favorecen, o de visiones ideológicas atrasadas más de medio siglo.
Unidos, por la democracia. Juntos, por la Constitución.
Aunque parezca un eco de hace un siglo y medio, más que nunca hay que unir las
diversidades de la democracia por un país "representativo, republicano y
federal". Una vez derrotada la soberbia autoritaria, habrá horizonte para
volver a poner la atención en los enfoques diferentes. Hacerlo antes es
suicida.