¿Cristina "escracha" a Néstor?
martes 02 de octubre de 2012, 07:52h
Quien
esto escribe confiesa que cita a la señora presidenta "de segunda mano", porque
le resulta muy difícil escucharla en directo. De antemano se excusa si hay
algún textual que, levantado de los medios escritos, no se corresponde
exactamente con la realidad. Tal vez sea así en este caso, que aunque resulta
extraño, no puede dejarse pasar sin mencionarlo.
"...jauja cambiaria es cuando una persona podía comprar dos millones de
dólares por mes sin tener que decir para qué los quería. En ningún país del
mundo nadie puede comprar dos millones de dólares en un mes sin decir para qué
es", habría expresado la señora presidenta al cuestionar el término "cepo" con
que los argentinos caracterizan su manipulación del valor y la compraventa de
divisas, para proponer otro en su lugar.
Aclaremos, antes que nada, que no se han escuchado cuestionamientos a la
necesidad de informar a la autoridad fiscal los movimientos de los ingresos de
cualquier ciudadano, hecho que forma parte, efectivamente, de la práctica común
en el movimiento de divisas en cualquier país.
Lo que se le ha cuestionado es el cepo, es decir la implantación de
autorización previa y la facultad que se arroga la autoridad fiscal de
"autorizar", "no autorizar" o simplemente no responder a una consulta -que no
debiera ser "pedido" sino "información"- sobre una operación cambiaria
realizada por un ciudadano.
Curiosamente, la única persona que fue cuestionada públicamente por
comprar dos millones de dólares sin decir para qué fue su esposo, el
expresidente, en la recordada oportunidad -luego revelada- de su entredicho con
el entonces presidente del Banco Central, Martín Redrado, quien se habría
negado a manipular el precio del dólar para facilitarle ganancias
extraordinarias en esa operación.
Con
posterioridad al enojoso episodio, Néstor Kirchner manifestó que la compra de
esos dos millones de dólares estaba destinada a cumplir con una obligación
particular en divisas, contraída para adquirir determinados bienes inmuebles en
su provincia natal, en ocasión en que a su esposa aún no se le había ocurrido
que las operaciones en divisas significaban una injustificada "timba", y
tampoco había puesto a la oficina recaudatoria del Estado a perseguir a quienes
legalmente compraban y vendía divisas.
Curioso, eso de mencionar un ejemplo fácilmente relacionable con su
marido, salvo que se trate de una reacción ante lo que muchos advierten sobre
la desvirtuación de los soportes considerados fundamentales de la política
económica de Néstor Kirchner denominados vulgarmente "superávits gemelos", en una
respuesta que tendría que ver más con lo sicológico que con lo político.
En
efecto: han sido reiterados los comentarios de numerosos economistas destacando
que el abandono de esos superávits han conducido a la crisis actual, incrementada
día a día por insistir en esa línea de profundización inflacionaria y
aislamiento internacional.
La
señora presidenta debiera, quizás, tranquilizarse y conducir el país confiando
en la capacidad de nuestra gente, en lugar de agredirla sin razones valederas.
Dejar tranquila la memoria de su esposo, que ha sido respetada por el arco
político -aún aquellos que podrían sentirse con legítimos motivos para
cuestionarlo- y a quien la historia juzgará en su momento.
Debería dedicarse a rectificar rumbos para salir de la crisis provocada
por sus políticas. Tiene a favor una situación internacional que no le presenta
grandes problemas al país. Y debería confiar en la capacidad productiva de los
argentinos, soltando las riendas de su iniciativa sin ahogarlos con frases
admonitorias, persecuciones de escasa legalidad y frases intemperantes.
Ello
aunque, efectivamente, haya sido el abandono de la saludable política del doble
superávit que, con sus más y con sus menos sostuvo su marido y predecesor, lo
que ha conducido al grave atolladero en el que estamos y en el que el rumbo
cuya ratificación se anuncia nos embreta cada vez con mayor dureza.