La Educación es la otra gran asignatura pendiente de Santos.
La red de colegios públicos no cubre las necesidades de la población y el nivel
de los docentes es francamente deficiente: en el país se suele decir que de
profesor solo quedan los que no consiguen otro trabajo
Aquí la cosa parece que va con otro país y otro gobierno
porque la noticia, una hora después de haberse hecho oficial y dos horas
después de un fundado rumor, casi filtración, apenas la recogen media docena de informadores.
Escasas horas antes el presidente Juan Manuel Santos, en
alocución radiofónica, no solo no indicó ninguna aparente o real desavenencia
con su gobierno, sino que además elogió la tarea y labor de varios de ellos. Es
comprensible un cierto hermetismo y hasta secretismo en estas decisiones, pero
resulta sorprendente que alabe a sus ministros minutos antes de exigirles la
renuncia protocolaria.
Según dicen los mentideros políticos colombianos, la
renuncia protocolaria busca que el presidente se sienta libre para nombrar
nuevos ministros, como si el propio poder de exigir la renuncia no fuera en sí
mismo una manifestación fabulosa de esa libertad.
Lo que se busca, en cierto modo, es dar una salida digna a
los ministros. Al etiquetarla como protocolaria parece que nada o poco tiene
que ver con sus desempeños. La verdad, lamentablemente, es tan simple como
clara: si el presidente ha exigido sus renuncias es porque no está satisfecho
con ellos. Con ninguno de los que sean finalmente cesados o renovados o
sustituidos o como se quiera decir.
Tras dos años de presidencia y apenas traspasado el ecuador
de su mandato, la decisión indica que Santos no está contento con su gobierno
en general (en particular con Sanidad y Educación, los dos grandes fiascos del
gobierno) y que está empezando a vislumbrar el último tercio de la legislatura
en el que debe ponerse a trabajar en la reelección. Para eso, sin embargo, debe
ser capaz de aportar otros dos tercios de buen gobierno y logros reales.
La situación en Seguridad Nacional no es mala, pero en
absoluto es tan buena como la pinta el gobierno. Por su parte, el expresidente
Uribe Vélez y sus corifeos tienen bien enarbolada la bandera de la Seguridad
Constitucional y han convertido cada uno de los errores cometidos en materia
antiterrorista en un fracaso personal del presidente Santos, al que apoyaron en
su nombramiento.
En Sanidad la situación es verdaderamente dramática con el
sistema nacional de salud, complejo, enrevesado y con el concurso de demasiados
intereses privados (la red hospitalaria, la red farmacéutica, la fabricación de
medicamentos, las prestatarias de los servicios) que han conseguido evaporar
billones de pesos en recursos a costa de la salud de los ciudadanos: son
frecuentes los casos de personas que mueren en la misma cola de urgencias sin
que se les atienda o de niños que necesitan trasplantes desde hace meses o de
hospitales que no quieren recibir a pacientes con determinadas patologías
porque las pruebas diagnósticas o los tratamientos son costosos.
La Educación es la otra gran asignatura pendiente de Santos.
La red de colegios públicos no cubre las necesidades de la población y el nivel
de los docentes es francamente deficiente: en el país se suele decir que de
profesor solo quedan los que no consiguen otro trabajo. Además, el sistema
burocrático pivota sobre una administración compleja en la que interviene el
Ministerio de Educación, 78 secretarías curriculares, 39 administraciones
departamentales (autonómicas) y sus correspondientes ramificaciones distritales
(comarcales) y municipales que a duras penas consiguen llegar al 50% de la
población a escolarizar.
En Infraestructuras la cosa no es mejor y con la entrada en
vigor el pasado 15 de mayo del TLC con EEUU, una red de carreteras y una red
ferroviaria que vertebren el país son una necesidad de primera magnitud para
poder competir. Para hacerse una idea, las infraestructuras terrestres son tan
precarias que un pollo de Kentucky puesto a la venta minorista en Bogotá
resulta más barato que uno traído del Caquetá o del Putumayo, principales zonas
productoras a escasos 500 Kms. de la capital.
Así, pues, y con este panorama, la reelección de Santos
depende grandemente de los logros que su gobierno consiga en estos próximos
doce meses y con el actual gabinete, acaso salvando a Vargas Lleras quien
probablemente seguirá en el gobierno, lo cierto es que la labor de los
ministros ha sido nula, ineficiente o insuficiente.
Queda, además, la gran incógnita por analizar: ¿Cuántos
ministerios constituirán el pago de los apoyos políticos que le sostienen y que
le son necesarios?