La CELAC nos tiene que convertir en una tierra de iguales
sábado 10 de diciembre de 2011, 23:07h
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El bicentenario nos ha obligado a pensar, a reflexionar, a
repensarnos. Los revolucionarios, hace doscientos años, se preguntaban qué era
ser independientes; coincidían en que era necesario ser libres de toda potencia
extranjera, tener soberanía económica, y también establecieron que, para ser
verdaderamente independientes, es necesario forjar una cultura propia.
Es importante que la cátedra de los Libertadores sirva para
difundir nuestra cultura, y a la recuperación del discurso histórico dentro del
discurso político.
El comandante Hugo Chávez da buen ejemplo de eso: discurso
histórico para la acción y que nos sirva para difundir una visión de nuestra
historia vista y pensada "desde aquí", como decía Arturo Jauretche; una
historia nacional, federal, popular, multiétnica y americanista.
Argentina fue una vanguardia americanista. La vanguardia que
se reunió en el Congreso de Tucumán en 1816, no proclamó la independencia
"de las Provincias Unidas del Río de la Plata", sino la emancipación
de las Provincias Unidas de Sudamérica", en un acto que fraguó nuestro
compromiso hacia todo el continente y nuestra vocación de unidad.
La idea americanista de la revolución había triunfado.
San Martín había tomado contacto en Londres con la Gran
Hermandad Americana, la logia creada por Francisco de Miranda, y sabía que
había otros jóvenes conspirando para liberar nuestro continente.
Bolívar recibía en el Orinoco noticias de San Martín, y
sabía que no estaba solo.
San Martín y Bolívar concebían el bienestar de nuestros
pueblos basado en dos logros necesariamente correlativos: la independencia y la
unidad.
Sin embargo, el objetivo y hasta la noción de Unidad fue
soterrada, olvidada, escondida, durante doscientos años.
Hoy las condiciones en Sudamérica han cambiado y estamos
celebrando juntos -como le gusta decir a nuestra presidenta Cristina Fernández
de Kirchner- nuestra segunda independencia.
Nos cabe la alegría -el sentimiento más serio del que
disponemos- de estar forjando y viviendo la unidad.
A un nuevo modo de integración política le corresponde,
necesariamente, un nuevo tipo de integración económica, basado en los
principios de la complementariedad, la cooperación, la solidaridad.
La Republica Bolivariana de Venezuela aspira a formar un
tejido productivo de alta capacidad de empleo, que asegure a todos los
ciudadanos sus bienes básicos en cantidad y calidad.
Argentina está comprometida con la industrialización de
Venezuela; estamos recorriendo el camino de la "solidaridad
tecnológica", organizando la transferencia de tecnologías en las áreas
industrial y agroalimentaria.
Esta transferencia de conocimientos favorece el objetivo
compartido de la apropiación social del saber. El saber crece cuando se
comparte, y lo estamos haciendo a nivel regional.
Sobran los ejemplos que muestran la eficacia de esta
relación: -Argentina y Venezuela se aseguran recíprocamente la soberanía
alimentaria y la soberanía energética.
-El histórico salvataje de la Cooperativa SanCor por parte
del Gobierno venezolano, que impidió la desnacionalización de nuestra industria
láctea, y, al mismo tiempo, la preservación del sistema cooperativo que nació
en nuestro país con SanCor hace mas de 70 años.
-El acuerdo bilateral estratégico en materia aerocomercial
que establece para las dos líneas aéreas de bandera, Aerolíneas Argentinas y
Conviasa -las dos únicas re estatizadas del mundo- la "quinta
libertad".
Aerolíneas Argentinas puede ahora cargar pasajeros y carga
en Caracas y transportarlos hacia terceros países. Con el esfuerzo conjunto y
una gestión adecuada, esto puede ayudar a equilibrar financieramente a nuestra
compañía y puede transformar a Caracas en un polo de distribución de pasajeros
hacia el Caribe y el norte de America.
Entre estos proyectos estructurales y
"estructurantes" de la unidad, soñamos con que un día, un tren, un
"Expreso del Sur" una Caracas con Buenos Aires. Sin transporte no hay
Nación, sin transporte no hay integración.
Esta Unidad se expresa en diversas instancias de
institucionalidad supranacional.
En el año 2003 el Congreso Nacional aprobó un proyecto de mi
autoría para promover el ingreso de Venezuela al Mercosur, concientes del
dinamismo político que esta incorporación aportaría al bloque.
Un año después, en 2004, celebramos el nacimiento de UNASUR,
en el Cuzco, el ombligo del mundo para nuestra cultura inca.
Hace pocos días, el 2 y 3 de diciembre, se reunieron en
Caracas treinta y tres Jefes y Jefas de Estado en la Cumbre de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y del Caribe, abocados a la tarea de crear una
instancia política común, una oportunidad sin precedentes para colocar a la
Región como punto de partida de una nueva fase en la historia de la humanidad.
No hay exageración en esta afirmación.
America latina se recorta del panorama mundial como factor
singular por tres razones principales: -Impulsa una dinámica de convergencia,
mientras todas las restantes áreas del planeta sufren fuerzas centrífugas.
Mientras los agraviados de la depresión económica de Europa claman por la
división, los pueblos y gobiernos de nuestra America buscan unirse en una causa
e identidad común.
Con el mundo en medio de la crisis económica mas extensa y
profunda de la historia, los países centrales están en una profunda recesión,
mientras nuestras economías crecen y se desarrollan.
-No aceptaremos nunca más los planes de ajuste recetados por
los organismos multilaterales y los centros de poder financiero, por que
sabemos por experiencia que conducen al fracaso.
Mientras en Estados Unidos y Europa se debaten tendencias
guerreristas y belicistas, nuestra Región se define por la solución pacífica y
negociada de los conflictos; y está firmemente orientada por la
autodeterminación de los pueblos.
Nuestra región se define por la paz.
De entre nosotros en la CELAC, los doce países que
integramos la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), contamos para aportar a este
nuevo organismo significativas conquistas alcanzadas hasta ahora, resumidas en
los Consejos destinados a resolver con criterio y fuerza común los grandes
problemas de la Región; entre ellos se destaca el recientemente creado Consejo
de Defensa.
La Comunidad de Estados de Latino America y el Caribe -el
sueño de San Martín y de Bolívar- nos abre una oportunidad y, sobre todo, nos
coloca frente a la responsabilidad de transformar esta tierra, enormemente rica
-que es, sin embargo, la región más desigual del planeta- en una Tierra de
Iguales.
Con una superficie de más de 21 millones de kilómetros
cuadrados, con una población de 580 millones de habitantes, la CELAC es un
bloque poderoso, autosuficiente en materia de recursos naturales y recursos
humanos.
Sin embargo, como señaló nuestra Presidenta Cristina durante
la Cumbre, sólo el 20% del comercio se realiza intra-zona.
Es imprescindible realizar un cuidadoso mapeo de nuestros
bienes y servicios para intercambiar nuestros productos, dinamizar nuestras
economías y generar empleo de calidad.
Volviendo a la historia, casi doscientos años atrás, Manuela
Sáenz, la amante compañera de Bolívar, la Caballeresa del Sol, la Libertadora
del Libertador, ya cansada y angustiada, después de la batalla de Ayacucho le
escribió a Bolívar preguntándose: -"¿De que nos
ha servido tanta lucha, de qué nos ha
servido tanta sangre si nuestros indios siguen en patas y nuestros niños siguen
mendigando?" Doscientos años después, nuestros indios siguen en
patas y muchos niños en nuestra rica tierra siguen
mendigando.
Compatriotas, hijos de Bolívar y San Martín, hermanos de
Evita y del Che Guevara, nosotros ya sabemos que sólo la unión nos hará libres
y capaces de forjar una Patria Grande económicamente libre, socialmente justa y
políticamente soberana. (Télam).-
Alicia Castro
La autora es embajadora argentina en la República
Bolivariana de Venezuela (texto extraído del discurso pronunciado en el cierre
de la Cátedra de los Libertadores, organizada por la Secretaría de Cultura de
la Nación en la antigua Cámara de Representantes en la Manzana de las Luces,
Buenos aires, 6 de diciembre de 2011)