¿Qué busca Estados Unidos en el medio oriente?
sábado 18 de abril de 2015, 23:53h
Las notables "concesiones" que Estados Unidos realiza a Irán -en su tratado nuclear,
en su acuerdo de trabajo militar articulado contra ISIS, en el retroceso de su
presión contra la dictadura de Assad en Siria- ha instalado en el análisis el
interrogante sobre cuál es el objetivo norteamericano en el oriente medio.
Es que, como balance, la sensación es que Irán "va ganando"
en todos esos pasos. Ha incrementado su influencia en la región, está
reduciendo su aislamiento de la economía occidental -que la estaba asfixiando-
y le permite una mayor libertad para apoyar a sus brazos paramilitares
-especialmente Hezbollah- para azuzar y arremeter contra las aristocracias
sunitas del Golfo. La última novedad es la declaración del supremo Ayatollah
Ali Khamenei, en la que relativiza totalmente el acuerdo en marcha aclarando que
no se permitirán inspecciones en las instalaciones nucleares, lo que implicaría
lisa y llanamente que no habría acuerdo, ya que el mismo, según Obama, "no
estará basado en la confianza sino en las verificaciones más estrictas de la
historia."
Desde esta columna hemos insistido en los últimos meses que
lo que da coherencia a esta política de la superpotencia es su decisión
estratégica de desplazar su centro de atención hacia el Asia Pacífico, como
consecuencia de un movimiento estratégico que asumió hace una década y que no
fue otro que independizar sus decisiones del petróleo de la región.
Para lograrlo tomó varias líneas de acción cuya finalidad
fue lograr su autonomía energética -básicamente, a través de poner a punto la
tecnología del fracking para extraer hidrocarburos profundos en los que su
subsuelo es el más rico del mundo, incentivar las energías alternativas y
reiniciar su desarrollo de reactores nucleares generadores-.
La retirada de la región, sin embargo, plantea una
necesidad: cubrir el "hueco" que dejará su repliegue. Y para ello, está
recurriendo a la vieja y permanente táctica de los imperios cuando necesitan
garantizar una paz manejable en situaciones en las que no desean comprometer
grandes esfuerzos: construir equilibrios.
Sin embargo, en política nada es gratis. Los que más
sufrirán -como siempre- serán las personas comunes que viven en las zonas en
conflicto, cuya suerte no suele figurar en los grandes movimientos
estratégicos.
Una pequeña muestra se vio hace un par de días, en el
Consejo de Seguridad, donde curtidos Embajadores de poderosas potencias
guerreras no pudieron contener las lágrimas al observar el video que mostraba
un grupo de médicos tratando infructuosamente de salvar la vida de niños
afectados por el bombardeo de gases tóxicos, reanudado por el gobierno de Al
Assad luego de la atenuación de la presión norteamericana -y de Naciones
Unidas- por el uso de armas prohibidas. Es que ahora el "enemigo" es ISIS,
extremista sunita, que también lucha contra el dictador shiíta-alawita Al Assad (lo que le gusta a EEUU), aunque
también contra su tradicional aliado saudí (lo que no le gusta tanto).
Los cuatro grandes países con intereses en la región son
Turquía, Arabia Saudita, Israel e Irán. Estados Unidos necesita generar allí
una equivalencia de poder que mantenga un equilibrio "virtuoso" destinado a que
los cuatro se encuentren en relativa paridad.
Ese simple objetivo es, sin embargo, conmocionante de sus
antiguas alianzas y lealtades. Israel dejará de ser su "portaaviones" en el mar
del petróleo y el reino saudí dejará de ser su mayor aliado político en la
región. Turquía no será más el país privilegiado por sus lazos con la OTAN,
lugar de emplazamiento de los primeros misiles atómicos antisoviéticos en la
temprana segunda posguerra. E Irán dejará de ser visto como el enemigo
principal para pasar a ser un protagonista más del ajedrez local.
La poblaciones locales... bien, gracias. Los israelitas
seguirán recibiendo cohetes palestinos en sus ciudades, los palestinos seguirán
sufriendo las sangrientas represalias israelitas, los sirios rebeldes seguirán
recibiendo gases venenosos, los sunitas que viven en zonas tomadas por ISIS
seguirán siendo bombardeados por la coalición de las monarquías sunitas
lideradas por Arabia Saudita, en lucha contra ISIS, los yemenitas recibirán
bombas lanzadas por drones norteamericanos dirigidos por sauditas por haber
tenido la mala suerte que su gobierno fue tomado por rebeldes Houtis
respaldados por Hezbollah -shiíta "paraestatal" iraní- generando un grave
peligro a la ruta del Mar Rojo y al límite sur de Arabia Saudita, los kurdos
-hasta ayer masacrados por ISIS con armas norteamericanas que recibían porque
eran luchadores contra Al Assad- hoy luchan con divisiones de mujeres y armas
norteamericanas contra ISIS, mientras Turquía, aliado de la OTAN y formalmente
también de Estados Unidos, mira con simpatía la sangrienta ofensiva antikurda
del Estado Islámico.
Esto pasa en las poblaciones. En el escenario, la nueva
política adquiere una nueva lógica. En lo profundo, se tratará de que nadie
tome más ventajas de lo que EEUU considera que es necesario para mantener el
equilibrio, aunque para ello deba aparecer en algún lado en alianzas diferentes
y hasta contradictoria a las que realice en otro. Estará -en diferentes teatros
operativos- con Irán y con Arabia Saudita, con Israel y con los palestinos, con
los kurdos y con Turquía. No es casual que sólo "ayude" con bombardeos, pero
sin poner sus soldados en tierra ante tan confusos teatros de operaciones
militares...
No termina siendo muy diferente al de los policías
destacados en una esquina, dejando pelear a los rivales sin intervenir,
favoreciendo su mutuo desgaste y agotamiento.
Hoy, Estados Unidos está acordando con Irán lo que realmente
interesa al país persa: el levantamiento de las sanciones económicas, sin lo
cual el ahogo a que lo somete la ofensiva petrolera saudí de reducir a la mitad
el precio del petróleo le haría insostenible su estabilidad interna. Y también
acuerda con Irán la coordinación de su lucha contra la Jidah extremista-sunita,
que amenaza el gobierno -también shiíta, como el de Irán, pero "amigo"- de
Irak.
Sin embargo, ayuda a las monarquías sunitas lideradas por
Arabia Saudí a resistir la agresión Touti en Yemen, colaborando con drones y
equipamiento militar a la alianza de las monarquías conservadoras que integran,
además del reino saudí, Jordania, Marruecos, Kuwait, Bahrein, Qatar, Sudan,
Egipto y los Emiratos Árabes Unidos -de sus aliados sunitas, sólo Pakistán
resistió la presión para participar- contra los rebeldes Houtis sostenidos por
Irán -y Hezbollah-.
¿Qué quiere Estados Unidos en el Oriente Medio? Pues
alejarse de la región lo más rápido que pueda. El partido se juega ahora en
otro lado: el Asia-Pacífico. El peligro dejó de ser la "yugular" del
petróleo. Ahora son las vías del comercio global. Sus políticas en la región no
presentan por eso alianzas permanentes sino, como ha sido desde el fondo de la
historia la política de los imperios, generar equilibrios que neutralicen a los
díscolos.
Claro que eso choca con una convicción que, a diferencia de
los viejos imperios, ha reclamado para sí la superpotencia americana: el
reconocimiento de una excepcionalidad moral cuyo destino histórico sería la
implementación de la democracia en el mundo.
Tal vez, para terminar con los malos entendidos, deba
reconocerlo de una vez terminando con una contradicción que corroe su
conciencia y altera a su opinión pública.
Sería una concesión al realismo que, aunque tardía,
reconocería que no son ni más ni menos que cualquier concentración de poder en
la historia universal. A partir de allí, sin pretensiones de superioridad y
entendiendo que todos tienen intereses más o menos legítimos, quizás pudieran
ayudar mejor a construir en el mundo una convivencia plural y pacífica que sea
regida por el estado de derecho.
Ricardo Lafferriere