Lo bueno y lo malo de lo que viene
lunes 16 de diciembre de 2013, 23:52h
Preocupa mirar hacia adelante, hacia los tiempos que se
acercan.
La desarticulación de la convivencia está montada sobre lo
económico -que no se arreglará en el corto plazo-, pero sus causas son más
amplias.
Alcanzan a la educación, a las instituciones, al respeto a
la ley y a la base ética de la convivencia - vale decir, a entender de similar
forma lo que está bien o mal, lo esperable y lo no esperable de las conductas
de los demás -.
La economía anda mal, pero encontrará arreglo. Hemos pasado
por peores situaciones y hemos salido. La lotería que favorece periódicamente a
la Argentina otra vez parece haber beneficiado al país, y en poco tiempo, tal
vez dos o tres años, la dirigencia le encontrará la vuelta a sus durezas
ideológicas y pondrá en marcha otro ciclo favorable de largo plazo.
La polémica explotación de petróleo y gas "shale"
sumará excedentes a los beneficios del agro con sus alimentos, y a los logros
de compatriotas que se animan a explorar la potencialidad de la economía
global, para los que el principal obstáculo no está fuera de las fronteras,
sino dentro.
Deberemos, cierto, debatir -y seguramente lo haremos con la
pasión de siempre-, los límites de la novedosa extracción para no contribuir
con la explotación irracional al calentamiento global y al deterioro ambiental.
Pero hallaremos una síntesis.
Sin embargo, no será la economía la que revierta nuestra
historia, porque el daño en nuestra convivencia requiere decisiones colectivas
sustancialmente más sofisticadas que conseguir empresas y capitales que vengan
a sacar hidrocarburos.
Se trata de reconstruir la vida en común, y ello requiere
volver a sentirnos parte de un mismo conjunto, de un mismo "pueblo"
-se diría en otros tiempos- o de una misma "patria", mucho más antes
aún.
Esa reconstrucción será lo difícil, porque no hay caminos
trazados que dicten los libros. Su recorrido tendrá como escenario mayor un
complejo cambio planetario apoyado en el dinamismo de la revolución tecnológica
que impregna la producción, el consumo, los valores, los límites de los
Estados, la política, el trabajo, la seguridad social, los requerimientos
ambientales y las nuevas y avasallantes formaciones y mecanismos delictivos.
Y también deberá lograr el renacimiento del afecto común, no
sólo simbólico cuando juegue la Selección, sino real, preocupándonos de la
suerte de cada compatriota como si se tratara de la propia suerte o de la
propia familia.
Por eso la preocupación. Mientras discutimos -y nos
enemistamos cada vez más- por la inflación, los sueldos policiales, las
sospechas de "intencionalidad política" sobre los saqueos y las
"identidades ideológicas" de nuestras fuerzas políticas,
demonizandonos unos y otros, China hace aterrizar un vehículo exploratorio en
la Luna, Google desarrolla "drones" para distribución postal, Europa
legisla para obligar a construir 200.000 estaciones de servicios que provean
electricidad de recargo e hidrógeno para sus vehículos híbridos en el
territorio de sus países miembros, y Alemania acuerda una Gran Coalición de
gobierno entre sus fuerzas de centroizquierda (SPD) y centroderecha (CDU) para
desarrollar en conjunto un programa de políticas de Estado imposibles de
materializar sin ese masivo respaldo ciudadano.
¿Tendremos salida?
El futuro es opaco. Imprevisible. Sorprendente. En
ocasiones, más cerca del pensamiento mágico que de las sesudas indagaciones de
la prospectiva. Un año atrás, quien pronosticara que el próximo Papa sería
argentino hubiera sido ridiculizado, quizás tanto como si pronosticara un
campeonato para San Lorenzo. Y dos años atrás, cuando la soberbia inconsistente
de algunos pensaba que el 54 % sería eterno, pronosticar el fin en dos años
hubiera merecido sólo sonrisas irónicas.
Hoy, el horizonte pinta mal para todos -el 54, y el 46-. No
nos desesperemos. Encontraremos la vuelta. Sólo hace falta querer hacerlo, y
actuar en consecuencia para lograrlo. Pongamos por un tiempo las neuronas en
cadena y nos daremos cuenta de las cosas que podríamos lograr los argentinos,
simplemente trabajando un poco más unidos, menos soberbios, más solidarios.