lunes 07 de octubre de 2013, 09:33h
La economía argentina ha entrado, desde hace unos años, en
dos problemas simultáneos y entrelazados.
Por un lado, la necesidad del gobierno de gastar cada vez
más para sostener su política populista y regresiva de subsidios
indiscriminados. Incremento del empleo público, ajuste del flujo de las
jubilaciones (aunque defaulteando en el stock). Aumentos salariales, y obra
pública "desordenada" (por no llamarla de otra manera).
Esta necesidad de gastar cada vez más, lo llevó, primero, a
elevar la presión impositiva a niveles récords y, en algunos casos,
incompatible con el grado de desarrollo del país.
Luego a expropiar los ahorros individuales acumulados en los
fondos de pensión y a convertir en impuesto, lo que antes era aporte para
ahorro.
Y, finalmente, a utilizar al Banco Central como caja
complementaria, financiando con emisión (impuesto inflacionario) el faltante.
Esta escalada, por el lado de los pesos, llevó al segundo
problema, una creciente dolarización de los ahorros, como mecanismo de
"cobertura" contra la inflación y el avance expropiador.
Dolarización que recibió un impulso mayor, cuando el
gobierno decidió apropiarse de las reservas y reformar la Carta Orgánica del
Banco Central para borrar cualquier
limitación institucional para dicha apropiación.
La dolarización de portafolios se tradujo en una creciente
pérdida de reservas, que se intentó frenar con restricciones crecientes a la
venta de divisas (mis lectores habituales ya saben que como a la Presidenta no
le gusta que se hable de "cepo", yo lo llamo "sapo Pepe"). Y obligando a
Compañías de Seguros y Fondos de Inversión a "repatriar" inversiones. Y
cambiando las reglas de liquidación de exportaciones de petroleras y mineras,
etc.
Además, por la creciente imposibilidad de renovar los
vencimientos de la deuda pública en
dólares, dadas las tasas siderales que se hubiesen tenido que pagar, a partir
de lo que el amigo Chávez (Dios lo tenga dónde se merece), hizo con el
"reviente" de los bonos argentinos que le habíamos colocado, se inventó el
relato del "desendeudamiento" y hubo que recurrir a las reservas para pagar
vencimientos en moneda extranjera, incluyendo capital, mientras Pepe, a su
vez, frenó el financiamiento en dólares
de las empresas, que, en lugar de "traer", empezaron a cancelar préstamos.
En ese contexto, se anunció el "blanqueo", con la esperanza
de que quienes habían sacado dólares para defenderse de la inflación y la escalada expropiatoria, los
trajeran de nuevo, aunque siguiera la inflación y la escalada expropiatoria.
Obviamente, el blanqueo fracasó.
Lo que ahora se trata de inventar es un mecanismo por el
cuál quienes pueden o necesitan traer dólares a la Argentina para financiar
alguna inversión u operación de financiación de exportaciones, en vez de
liquidar esos dólares al tipo de cambio oficial, puedan hacerlo a un precio
mayor, a través de la venta de un título público (BAADE) y se aseguren
"recuperarlos" dentro de tres años, por las dudas.
Y aquí estamos, con un gobierno que, como esta necesitado de
pesos, emite para financiarse, generando con esa misma emisión la demanda de
dólares y la pérdida de reservas, que se agrava, porque también el gobierno
necesita dólares.
Este "círculo" no es neutral en materia de actividad, porque
para que no espiralice la emisión hay que (no se ría) limitarla. Y porque para
no quedarse sin reservas, hay que racionar importaciones.
Y ambas cuestiones afectan el crecimiento y el empleo.
¿Y entonces?.
Entonces, como el gobierno no quiere romper este círculo,
porque eso sería "dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada", sólo
cabe esperar que esto siga así, si aguanta.
O que, si no aguanta (lo más probable), dado que el gobierno
no va a ajustar por el lado del gasto, la emisión de pesos siga al ritmo actual
y se defiendan las reservas con una mezcla de "garrotes" (más Pepe, obligar a
más sectores a "repatriar", cupos para importaciones suntuarias, etc.) y
"zanahorias" (Mejores tipos de cambio para los que traigan dólares o algún otro
premio "oculto" más discrecional y arbitrario).
Esto es lo que el gobierno quiere.
Ahora bien, la pregunta clave es ¿Qué quiere la oposición
que pretende ser gobierno en el 2015?. ¿Será capaz de alterar este "programa"
en el marco de una negociación que genere una transición ordenada y menos
costosa?.
Veremos, veremos, después lo sabremos.