Abdicación, la palabra que sobrevuela los cenáculos
viernes 20 de septiembre de 2013, 13:23h
Cuando desde la televisión 'oficial', o desde la propia
Zarzuela, se insiste tanto en la recaída en la salud del Rey es que algo más se
está empezando a anunciar. A pesar de que, en la rueda de prensa de este
viernes, la casa Real ha descartado la abdicación del Monarca, los rumores
continúan. Don Juan Carlos, con una gran hoja de servicios a España, claro está
que con sus claroscuros en estos casi treinta y ocho años de reinado, se
resiste, nos dicen, a propiciar una abdicación en la persona de su hijo, el
Príncipe Felipe de Borbón. No han bastado para convencerle ni los achaques, ni
algunas indirectas -bien directas--, ni siquiera algún 'mensaje' teledirigido
de su muy especial amiga, la 'princesa full' Corinna: el Monarca, que tan útil
ha resultado, y resulta, a los intereses de España como nación, piensa que un
Rey debe morir con las botas puestas. Supremo sacrificio que, entendemos, debe
ahorrársele, garantizándole cuantas seguridades hayan de garantizársele en todo
orden de cosas imaginable.
Cuando España, como nación, corre riesgos innecesarios
gracias a la mala cabeza y a la falta de fundamento de un dirigente autonómico
que, creyéndose el Mesías salvador de su pueblo, va a precipitarlo al abismo,
la estabilidad y máximo operatividad en la jefatura del Estado resulta
esencial. Lo mismo puede decirse cuando esa 'marca España', de la que hace un
lustro estábamos tan orgullosos los ciudadanos, se halla hoy bajo mínimos.
Simplemente, no puede ser que los rumores más dispares -y
disparatados en ocasiones-erosionen día a día la figura del máximo
representante institucional. Los dos últimos años han sido malos para la
Corona, sin duda, y por ello hora es ya de plantearse el futuro de algo que
estimamos tan necesario como la Monarquía. El Príncipe de Asturias ha mostrado
estar sobradamente preparado para acceder a su cada vez más difícil misión, en
la que alguien con su serenidad y dominio de sí mismo y de las circunstancias
resulta ser la persona idónea para pilotar esta segunda transición en la que se
advierten brotes verdes -muy tímidos-en la economía, y ramas cada vez más secas
en el desarrollo político.
Don Felipe está tan bien o mejor preparado para asumir el
Trono que otros herederos de su edad que ya ciñen la Corona. Ciertamente,
algunos ajustes se harán necesarios en esa familia que más o menos habita en La
Zarzuela, una familia peculiar como todas en las casas reales, para garantizar
la plena eficacia de su función. Creemos que al Rey los españoles le deben muchas
cosas, y viceversa. Una de ellas es facilitarle un retiro cómodo, desde el que
pueda seguir prestando sus relaciones, su valioso consejo y su asesoramiento;
la obligación de Don Juan Carlos es facilitar que ello ocurra así. Estamos,
parece, ante un gran momento en la Historia de España. Un gran momento que ni
las instituciones ni las fuerzas políticas pueden desaprovechar.