La vuelta de Néstor en cada década
domingo 26 de mayo de 2013, 18:18h
La oligarquía cuando no puede matar o desaparecer
físicamente a un luchador lo hace culturalmente. El súmmum del ninguneo, en una
sociedad prendida a la televisión, es desaparecerlo de la pantalla y las
páginas de sus periódicos. La historia oficial la escriben desde allí y allí
mismo quedan grabados los nombres de los ganadores, aunque la que pierda sea la
república y el pueblo.
Pero a esos luchadores no alcanza a veces con asesinarlos.
Tienen que volver a matarlos cada tanto, cuando en la memoria del pueblo
aparezca poderoso cada tanto a activar quimeras.
El entonces gobernador de San Juan, Domingo Faustino
Sarmiento, enterado por carta de los propios ejecutores del asesinato y
decapitación del Chacho Peñaloza le escribe una enternecedora carta al entonces
presidente Bartolomé Mitre: "No sé lo qué pensarán de la ejecución del Chacho.
Yo inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí he
aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel
inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían
aquietado en seis meses".
Los generales de Mitre: Rivas, Sandes e Irrazábal,
festejaron durante varios días la hazaña de matar al caudillo popular riojano y
no permitieron sus exequias hasta que ellos se fueron, no sin antes mandar una
oreja del Chacho a los liberales riojanos para demostrar su bravura demencial.
Había que matarlo cien veces. No dejar ni sus rastros, ni
permitir el homenaje de sus deudos.
Rosas manda a buscar el féretro de Facundo Quiroga que
estaba en Córdoba para dejarlo en la Iglesia de San José de Flores en Buenos
Aires porque sabía que sus enemigos no dudarían en profanarlo. Por la misma
razón, pidió años mas tarde a la familia de Antonio Demarchi, yerno de Quiroga,
que llevara el cajón con sus restos a su cripta familiar en Recoleta. Pidió que
lo escondieran de las tenebrosas huestes unitarias que estaban decididas a
darle muerte cuantas veces sean necesarias al Tigre de los Llanos. Su sola
mención, su recuerdo, el menor relato de sus luchas conmovía y movilizaba a los
humildes, y eso era un peligro que había que desmantelar.
El cajón con la osamenta de Facundo recién pudo ser
encontrado en el 2006, más de 100 años después.
Ernesto "Che" Guevara, médico rosarino, líder
revolucionario, fue perseguido, capturado, maniatado y vejado por agentes de la
CIA en Bolivia. Luego lo fusilaron despiadadamente. No alcanzaba con sólo
matarlo.
Hubo que cortarle las manos para demostrar que se trataba
del mismo Che, fotografiarlo ensangrentado y desaparecer su cadáver para evitar
que las conciencias populares transformen esos sitios como íconos de
peregrinación y adoctrinamiento. Sus restos lo encontraron gracias a una
investigación de antropólogos en 1996, casi 30 años después de su muerte.
Ignacio Agramonte, el militar y patriota revolucionario
cubano a quién Silvio Rodriguez le dedicó la hermosa canción "El mayor", fue capturado,
fusilado y su cuerpo profanado y luego cremado para que desaparezcan todos
restos de su vida.
El testimonio ejemplar de la lucha por la independencia de
sus pueblos lo hacen a estos luchadores más poderosos aún.
Iguales casos para Perón, Evita, Chávez y otros líderes
latinoamericanos que se rebelaron contra el poder real económico de dominación
y cuya muerte no alcanzó. Se ve claramente cuando se busca mancillar cada día
su memoria y honor.
Ahora el turno es de Néstor Kirchner. Su proyección como
líder de una generación y una época trasciende a diario y, como el viento, se
filtra en la rebeldía de la juventud y en la conciencia social de argentinos
que conviven concretamente con los cambios profundos que su ideario y acción
dejaron en una sociedad que empezaba a acostumbrarse a un estado ausente, hasta
que él mismo lo comienza a desmentir desde Mayo del 2003.
Como en los caudillos y el Che, la oligarquía no se conforma
con su muerte y vuelve a matarlo. Ansían buscarlo en su tumba, profanarlo y deshonrarlo.
Intentan demostrar que ni muerto puede ser testimonio. Impedir su proyección
entre sus seguidores y herederos políticos que convierten su nombre en bandera.
Néstor vuelve cada día a gobernar. Cada palabra que dijo en
vida, cada presencia, cada obra, hoy tiene vigencia plena. Esto altera los
nervios de los dueños de todo. Los que siempre ganaron en la historia. Los que
organizaron y celebraron la muerte de cada luchador.
La oligarquía, el medio pelo argentino, intenta mancillar su
memoria irrumpiendo en ella impunemente.
Desplazada del poder castrense, ahora apela al poder
financiero y mediático como máquina de manipulación y sometimiento.
La historia, irreductible, cuando de asesinar una y otra vez
los líderes populares, se repite en círculos de la mano de la aristocracia
política argentina.
Tenemos un legado que cumplir y hacer respetar: el de esos
militantes interminables que nunca murieron. Que, lejos de morir, son vida
diaria que nos interpela para cuidarla y trascenderla en cada pueblo y en cada
década.
Javier Tineo
Diputado Nacional por La Rioja del Frente para la Victoria