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Los gallegos en el tango rioplatense: [En los conventillos]

Los gallegos en el tango rioplatense: [En los conventillos]

Por Manuel Suárez Suárez
domingo 30 de julio de 2023, 23:01h

Si las verdes llanuras rioplatenses fuesen conquistadas por colonos agricultores, hoy muy posiblemente no estaríamos hablando del tango, ya que nuestros hermanos gallegos organizarían su vida como “farmers” y no como sufridos inquilinos de repletos conventillos. Los miles de emigrantes que desembarcaron en Buenos Aires y Montevideo provocaron una serie muy importante de cambios en las ciudades y sobre todo en las costumbres. Las ciudades rioplatenses no estaban preparadas para recibir tanta cantidad de personas y la escasez de viviendas fue siempre constante. Los precios de los alquileres aumentaron de acuerdo con una creciente demanda. Los recién llegados tenían poco margen de elección, por lo que su introducción en el nuevo país pasaba por el conventillo, allí pronunciado conventiyo. Fue en este lugar de vivienda popular donde se encuentran las distintas nacionalidades.

“De la reunión del nativo y del inmigrante, que se instalaron en las orillas, surgió una exaltación de la nostalgia. La del nativo, por su vida anterior que no podía rehacer; la del inmigrante, por su ansiedad de retornar a su país de origen y al seno de su familia”

[Arturo Mascia]

Fue aquí, en el patio de un conventillo cualquiera, donde un gallego escuchó la historia emigrante de un napolitano y también donde se encontraron los negros con los gauchos. Este semillero llenó de aliento a los tangos ya que el tango es hijo de una urbanización hecha con mucha prisa.

“La población extranjera en Buenos Aires excedió el 50% y no hay que olvidar que en su casi totalidad era adulta y masculina, es decir, la que trabajaba, andaba por la calle y los sitios públicos; a la vez gran parte de los argentinos que formaban el otro 50% eran hijos de inmigrantes en primera generación. Solo el que vivió en medio de esa multitud y llenó sus ojos con la variopinta de sus ropas, y sus oídos con el ruido de cascada de todos los idiomas cayendo al mismo tiempo sobre el español o el lunfardo, puede medir la magnitud del milagro de asimilación que se realizó en Buenos Aires, en el vértigo de unos pocos decenios. Y tiene que partir del conventillo para aproximar un poco la imagen”

[Arturo Jaureche]

El conventillo como edificación era poco más que una serie de cuartos de alquiler colocados en línea delante de un patio de uso común. El patio era compartido por todos los vecinos del mismo modo que se compartían los escasos y precarios servicios comunes. La puerta de entrada era única, una puerta al exterior y una canilla de agua por conventillo. El patio fue el lugar donde se hizo el modelo de una sociabilidad especial porque allí transcurría gran parte de la vida cotidiana de los inquilinos.

Nuestros emigrantes estaban obligados a hacer vida en el patio. La canilla del agua o la cuerda para tender la ropa eran motivo de una especial sociabilidad en edificios en los que las habitaciones eran pequeñas y con escaso mobiliario. Una o dos camas, un par de sillas, una mesa, un brasero y un baúl; aquel que bajó del barco lleno de ilusiones. Hay austeridad porque no hay recursos. En estos escenarios nacieron muchos tangos. Eran lugares con mala ventilación y mucha humedad que se llenaban con los olores de las ollas hirviendo en el fuego. La mala habitabilidad del conventillo empujaba a sus residentes a realizar una vida de cara al exterior que es todo lo contrario de un hogar en el que la vida es cara adentro. En el patio juegan los niños y cosen y planchan las mujeres que hablan diferentes lenguas que están en permanente mezcla. En el patio una emigrante calabresa o napolitana le pregunta a una gallega por la preparación de la empanada y al mismo tiempo recibe información sobre la pizza.

Frente a los emigrantes que llegaban, la política estatal argentina y uruguaya en el tema de viviendas fue totalmente liberal. No hubo intervención de ninguna clase ya que se consideraba que la vivienda debía de regirse por las normas propias de las actividades económicas de carácter privado. Siendo la construcción de viviendas y los alquileres y las compraventas, un espacio reservado a la iniciativa privada, el resultado fue la especulación. Los sectores populares, entre ellos los emigrantes, tenían pocas alternativas para huir de la especulación inmobiliaria. Para llegar a la casita propia solamente había un camino: ahorrar durante varios años unos pesitos con sacrificio para poder participar en una subasta de terrenos (remate) en los populares loteos que se celebraban los domingos en nuevos barrios de los alrededores de Buenos Aires y Montevideo.

Manuel Suárez Suárez

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