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Sesenta años después

Sesenta años después

Por Manuel Suárez Suárez
martes 27 de noviembre de 2018, 08:03h

La historia de la emigración gallega en el URUGUAY se puede dividir en tres etapas: 1ª) La era de la colonización que tuvo lugar durante el siglo XVIII y que pretendía, según los intereses de la Corona Española, la explotación de las riquezas que allí hubiese. La riqueza en la Banda Oriental eran las vacas y las ovejas. En este período, los pocos gallegos que se instalan en tierras uruguayas son agricultores que vienen para labrar la tierra. 2ª) La era de la emigración masiva y voluntaria. Ya estamos en el siglo XIX y ahora los países americanos ya son independientes. Los gallegos vienen con la intención de “hacer la América”. No se piensa en poblar, la idea es trabajar en la ciudad y establecerse con un pequeño comercio. Los barcos llegan cargados y nacen las primeras asociaciones de ayuda mutua. 3ª) Después del año 1945, al terminar la llamada Segunda Guerra Mundial. El mundo occidental se está transformando a ritmo acelerado y en Galicia está puesto el freno de la dictadura franquista. En América ya terminó el tiempo de las fortunas rápidas. Los emigrantes buscan un sitio donde se pueda vivir lejos de las guerras. La colectividad gallega está organizada con instituciones de tipo cultural, recreativo, de crédito y atención médica.

Cada pueblo o etnia o cultura tiene su forma particular de entender la vida. El modo de enfrentarse a la lucha diaria es lo que hace que sea diferente la gente de Montevideo a por ejemplo la de Buenos Aires. En la forma de ser de los uruguayos influye la historia y la geografía como en cualquier otro pueblo. Nacemos en un sitio y al abrir los ojos tenemos a nuestro alrededor un paisaje que se comunica con nosotros a través de los sentidos. El uruguayo es el producto de una tierra verde, como es también Galicia, con abundante presencia de agua en su entorno ya sean ríos o mares, igual que en la vieja tierra gallega. El uruguayo tiene poca historia (si contamos desde el oficial 18 de julio de 1830 son 188 años) y su herencia cultural bebe en el rico manantial europeo de la cultura greco-latina. Los gallegos, en cambio, ya eran magníficos arquitectos de megalitos en el año 3000 a. C. con unos sepulcros en piedra –los dólmenes—que aún hoy podemos disfrutar.

El uruguayo se está haciendo, tiene su propio ritmo y melodía. Se puede constatar, si nos detenemos un poco, que la vieja Galicia está presente en el carácter del uruguayo, sobre todo en el modo de ser del montevideano. Los habitantes de Montevideo al igual que los gallegos son más imaginativos que empíricos. El alma montevideana es muy gallega porque interpreta todo el mundo que nos rodea a través del propio sentimiento. Los gallegos y los uruguayos son panteístas, aunque no lo sepan. No debemos olvidar que fue en la verde Galicia, tierra propicia para la ficción, donde nació la lírica española. En este rincón atlántico fue donde Prisciliano a finales del siglo IV predicó una religión humana que quería unir en una nueva comunidad de ideales las antiguas creencias gallegas y el cristianismo.

Si intentamos resumir la geografía espiritual española podemos dividir el Estado Español en más o menos tres zonas, que coinciden con tres formas de ser. Así podemos hablar de una sensiblidad mediterránea, de un sentimentalismo atlántico y de la voluntad dramática de los pueblos de la meseta castellano-leonense. Claro está, en un intento de síntesis, pero que con salvedades y matices podemos comprobar al viajar por distintas comunidades españolas. Las tres zonas tienen una personalidad espiritual distinta que da como resultado una cultura diferenciada. Pues bien, no tengo duda alguna al afirmarme en mi convicción de que los uruguayos son hijos del sentimentalismo atlántico. A los uruguayos, al igual que a los gallegos, les va mejor el politeísmo ario en lugar del triunfante monoteísmo semítico. Quizás por eso el URUGUAY es un país mayoritariamente católico, pero muy a su manera ya que no quiere apretujados corsés que lo aprisionen.

El sentimentalismo llegó por el mar. Desembarcó en el muelle del puerto de Montevideo. Aquí se quedó y permanece en los miles de ilusiones que construyeron un nuevo hogar en las tierras soñadas por el muy noble luchador federalista don José Gervasio Artigas. Yo fui para Montevideo muy contento. Embarqué el 7 de noviembre de 1958. Era una novedad. Cuando mi madre me hablaba de Montevideo sentía que viajaría a un lugar maravilloso y totalmente diferente a mi aldea coruñesa de Tines (Vimianzo). Tenía cinco años. Subiría por vez primera a un barco para estar junto a mi padre que llevaba tres años en América y a quien escasamente recordaba. No me gustaba nada cuando algún vecino o familiar me saludaba y me decía que era mejor que me quedase. Mi reacción era protestar y repetir una y otra vez mi firme voluntad: Eu vou para Montevideo!


Manuel Suárez Suárez
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