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Las cartas del Abuelo Pascasio: Un oscuro deseo de inequidad

Las cartas del Abuelo Pascasio: Un oscuro deseo de inequidad

Por Manuel Suárez Suárez
lunes 21 de marzo de 2016, 12:19h

Muy querida nieta Cristina:

Te quiero contar que en la última reunión de la “Asemblea Celestial da Emigración Riopratense” [ACER] le dedicamos una sesión monográfica al “cambio” en nuestra bien amada República Argentina. Los compañeros que hicieron uso de la palabra ---no intervine porque estoy muy decepcionado--- analizaron en profundidad varios aspectos del comportamiento electoral que consideran fueron decisivos en el triunfo de don Mauricio. Los que hablaron son todos buenos conocedores del terreno ya que allí dejaron alegrías, sudores y descendientes. Vivieron, al igual que yo, en el período que va desde Irigoyen a Perón, etapa protagonizada por el ascenso de la clase media emigrante a los asuntos públicos.

El análisis de lo sucedido los deja perplejos. Coinciden en que la ceguera de la clase media los lleva al suicidio. Voy a rescatar una de las intervenciones que me gustó mucho por sus acertados de toques de humor, algo habitual en el compañero Pérez Prado que a pesar de los años sigue dando siempre en el clavo. Sostiene Antonio que el tener a Macri de presidente es consecuencia de la pérdida de identidad de la clase media. Dijo algo así: Si no sabés quien sos, tampoco sabés quien te representa. Mis viejos, gloriosos lucenses de Parga, tenían claro que dejaban un hermoso paisaje conocido para aventurarse en tierra lejana y desconocida. Buscaban progresar. Se pusieron a laburar para poder ahorrar unos mangos que le abriesen las puertas de la universidad al hijo nacido en la orilla sur.

Antonio está muy informado, se lee por la mañana una docena de diarios argentinos y gallegos y además el New York Times y el Washington Post en inglés. Nos leyó unos cachos de una nota de la periodista Sandra Russo titulada “Hacemos mal las sillas” que nos abrió bastante los ojos. La periodista denomina como un “oscuro deseo de inequidad” el pecaminoso defecto que anida, complacido, en sectores sociales bajos, medios y altos que “necesitan el espectáculo del dolor del otro para sentir una extraña seguridad”. Nos parece que algo está mal en el interior de miles de ciudadanos. En vez de tener las pilas cargadas con sentimientos nobles como el de la solidaridad, su carga es al 50% de miedo e histeria. Tienen miedo a perder ingresos y por lo tanto a acercarse a los pobres. Están histéricos al ver lo muy lejos que están de tener un yate en el puerto de Punta del Este.

En la nota de Russo también se menciona el papel cumplido por los manipuladores medios concentrados de desinformación, el peligroso “Clan del Clarinete” , que actúa sobre la opinión pública para poder realizar grandes estafas al bienestar colectivo. La técnica es conocida pero el “medio pelo” traga como si fuesen aspirinas todas las mentiras y argumentos vacíos que los motivan para negar el ascenso social a los grasa. Solamente pueden subir ellos. Se auto-eligen como únicos candidatos para mejorar su posición al mismo tiempo que revientan a los planeros del choripán. Consideran al PRO como el mejor instrumento para acabar con todas las ayudas sociales. Les hicieron creer que los de abajo son sus enemigos. Es así que aceptan sin rechistar que los más millonarios no paguen impuestos.

A lo mejor me equivoco pero viendo que el régimen macricida solamente actúa en beneficio del 1% de la población, antes o después, se irán pinchando muchos globos amarillos. Aquellos que los domingos ponían cinco quilos de asado de tira en la parrilla se quejarán de andar, ahora, buscando la mejor oferta de bofe. Algún zonzo siempre queda ya que el proceso de desintoxicación no es igual para todos los organismos. Habrá algún cornudo que diga que tiene razón el ministro Genio Mayor cuando afirma sin ruborizarse que “con el gobierno anterior nos habíamos acostumbrado a comer barato”.

Me despido. Tengo que irme para no perderme la explicación que nos dará el gran filólogo Carballo Calero sobre el topónimo Ribadavia. Vos bien sabés que el primer presidente de la Argentina era hijo de un emigrante de Monforte de Lemos que se llamaba Bernardo Benito González Rodríguez. La pregunta es de dónde salió el mal escrito nombre, Rivadavia. Hoy lo voy a saber. Recibí el cariño del viejo fonsagradino que no cede en su defensa de la maravillosa patria de José de San Martín.

PASCASIO FERNÁNDEZ GÓMEZ

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