lunes 18 de mayo de 2015, 18:50h
Hasta hace un tiempo, predominaba entre los analistas
políticos la idea de que el gobierno prefería "perder" las elecciones y esperar
volver en el próximo ciclo electoral, antes que trabajar a favor de un
candidato oficialista que no representara cabalmente "la reelección del
proyecto".
Esa conclusión surgía tanto de analizar los dichos y
discursos de las principales voces del kirchnerismo más duro, como de verificar
los hechos, en particular en materia económica.
En efecto, parecía claro, desde la macro, que el gobierno
había priorizado defender las reservas del Banco Central, aún a costa de un
nivel de actividad y empleo entre estancado y cayendo, una brecha cambiaria
elevada, y un consumo frenado.
Esa defensa de las reservas resultaba clave para la "calma
cambiaria", y esa calma permitía, en esa visión, que el gobierno entregara el
poder a la oposición, cualquiera fuera, en estancamiento, sin crisis, pero con un fuerte desarreglo
macroeconómico que obligaría al próximo gobierno a un cambio profundo e
impopular de la política económica, por ser insostenible.
Cambio que podría capitalizar políticamente el kirchnerismo,
como principal grupo de oposición.
Sin embargo, este plan original fue, aparentemente,
reemplazado, por un plan mucho más ambicioso.
Ahora no se trata de firmar el empate, si no de salir a
ganar.
Al parecer, el oficialismo supone que podrá "colonizar" a
cualquier candidato oficialista que gane. O que podrá tener más masa crítica en
el Congreso, en una lista ganadora, y luego, condicionar al futuro gobierno o
inclusive, "pasarse a la oposición", en cuanto el nuevo gobierno tenga que
arreglar los actuales desaguisados.
Pero, cualquiera sea la especulación política que se haga al
respecto, lo cierto es que el gobierno decidió bajar la bandera del
"desendeudamiento", e incrementar temporariamente las reservas del Banco
Central, con fondos prestados por China, colocando deuda en el mercado, con
deuda de YPF, y consiguiendo préstamos compulsivos de grandes importadores,
(automotrices, ensambladores tecnológicos de Tierra del Fuego, etc.).
En otras palabras, el gobierno decidió endeudarse a tasas
"de usura", a plazos que vencen durante los próximos mandatos, no sólo para
garantizarse la paz cambiaria, sino también
para poder "aflojar" algo del cepo a las importaciones, al menos en los
meses previos a las elecciones, y lograr incrementar la oferta de bienes.
Y para contener la brecha entre el precio del dólar informal
y el precio del dólar oficial, calmando la voluntad de dolarización de los
ahorros, aumentando la venta de dólares para atesoramiento que regula la AFIP.
Por el lado de la demanda de consumo, si bien el gobierno
presiona para moderar los incrementos salariales que surjan de las paritarias,
intenta que el grueso de dicho aumento se concentre en la primera cuota, cuyo
pago resulta inminente y previo al período electoral que se inaugura, en
términos nacionales, en agosto.
La idea entonces sería "calibrar" la oferta y demanda de
bienes para que, por un lado, haya dólares suficientes para incrementar la
importación de insumos y por el otro, los salarios "nuevos" aumenten el
consumo.
Por su parte el Banco Central, que había tenido durante el
año pasado una política relativamente más "moderada" en la emisión monetaria,
retirando pesos sobrantes con deuda de corto plazo (Lebacs), se encarga ahora
de "aceitar" el escenario arriba descripto, emitiendo y liberando fondos, para
que haya suficientes como para financiar el creciente déficit público (no
inferior al 6% del PBI) y algo más de crédito al sector privado.
En síntesis, el plan "verano en otoño", consiste en
endeudamiento para mantener las reservas, entregar dólares ahorro y aflojar
algo dólares para importar. Y paritarias y emisión para alentar el consumo y
financiar el gasto público, sin un estrangulamiento crediticio. Todo en un
contexto de dólar quieto y sensación de bienestar.
Sin embargo, dadas las expectativas de devaluación y
"normalización" de precios, inevitables a partir de un próximo gobierno, se
mienta lo que se mienta ahora, es probable que se empiecen a ver, con más
intensidad, comportamientos preventivos que podrían conspirar contra el éxito
del plan expuesto.
Siguiendo con la metáfora futbolera, cuando no se tiene con
qué, salir a ganar a la descubierta, puede resultar una mala estrategia.