lunes 11 de mayo de 2015, 11:08h
Como decía Benedetto Croce "toda historia es historia
contemporánea".
A principios del 2007, el Presidente Kirchner y su, por
entonces, todopoderoso Secretario de Comercio, llegaron a la conclusión que
había sido un error entregar, como parte del canje de deuda del 2005, bonos en
pesos ajustables por la evolución del Índice de Precios al Consumidor. (IPC).
El argumento que se sostenía era algo así como "¿Por qué va
a aumentar nuestra deuda si sube el precio del tomate?".
Más allá que esa cuestión se debía haber pensado antes de la
oferta del canje, lo cierto es que, considerando el razonamiento aceptable, se
podía haber hecho una oferta voluntaria de canje de esos bonos por otros con
otro tipo de ajuste que pudiera interesarle al acreedor.
En cambio, el gobierno optó por destruir el prestigio del
INDEC, falsear el IPC y, por lo tanto, defaultear parcialmente los bonos que el
propio gobierno había emitido.
Ese fue "el principio del fin" de la colocación voluntaria
de deuda en el mercado financiero global. El mundo llegó a la conclusión de que
"los kirchneristas son capaces de cualquier cosa".
A partir de allí, sólo tuvimos un acreedor internacional
dispuesto a recibir, en cantidad, bonos emitidos por la Argentina, el amigo
Chávez. El venezolano, a su vez, se daba vuelta y vendía rápidamente esos
bonos, en un turbio negocio, con ciertos bancos.
Tan burda fue la maniobra que la tasa implícita de esta
"bicicleta" llegó a casi el 15% en dólares y obligó al gobierno argentino a
dejar de emitir deuda y a buscar alternativas de financiamiento, expropiando
los fondos de pensión y tomando por asalto las reservas del Banco Central.
Paradójicamente, el kirchnerismo sólo logró volver al
mercado voluntario de deuda, y por
montos bajos y tasas muy altas, ahora que los acreedores suponen que se
van y que quienes los sucedan serán más "civilizados" en su relación con el
mundo.
Como subproducto de este default parcial de la deuda en
pesos, los argentinos nos quedamos sin datos estadísticos oficiales confiables.
No sólo en el IPC, si no en todos los índices que, de alguna manera, tienen a
la variación de los precios como insumo. El Producto Bruto, los datos de
pobreza, etc.
Por lo tanto, sin datos oficiales confiables, y con una tasa
de inflación elevada, toda negociación en torno a contratos de largo plazo se
dificulta. A no olvidar que el problema no es el IPC si no la elevada tasa de
inflación. (Si la inflación fuera del 2% anual, no estaríamos discutiendo si es
1,5 o 2,2. Más allá de lo grave que resulta, de por sí, que un gobierno mienta
en sus estadísticas).
Pero sucede que, como consecuencia de seguir pisando los
precios regulados (tarifas públicas y algunos servicios privados), atrasando el
tipo de cambio y con cierta moderación en la expansión monetaria durante los últimos meses del año
pasado, la tasa de inflación se ha desacelerado, aunque no baja del 2% mensual.
Y aquí es dónde está ahora la discusión.
El Ministro pretende que los acuerdos salariales se hagan en
base a la inflación proyectada, mientras que los sindicalistas pretenden
recomponer los salarios reales que
perdieron respecto de la más elevada inflación pasada.
Y aquí se presentan dos problemas.
El primero, es el que surge de "la historia contemporánea".
Un gobierno que mintió con la tasa de inflación, no puede influir positivamente
sobre expectativas de inflación futura.
El segundo problema, es que la inflación proyectada se basa
en que las condiciones de atraso cambiario, tarifario y de moderación de la
tasa de emisión monetaria se mantengan. En otras palabras, la inflación
proyectada no se fija "desde afuera" es consecuencia de lo que se haga.
Y el mismo gobierno que quiere convencernos que la tasa de
inflación se reducirá, es el mismo que está, nuevamente, aumentando la tasa de
emisión monetaria y que promete "aflojar" el racionamiento de dólares, para que
haya una fiestita de consumo antes de las elecciones.
Fiestita que, si se produce, aumentará los precios de
aquéllos que puedan o de los que tratarán de protegerse contra el aumento del
tipo de cambio que se producirá, más temprano que tarde, para corregir el
problema cambiario que está creando el propio gobierno.
En síntesis, un gobierno mentiroso, continuando con malas
políticas, poco puede hacer, para torcer el rumbo de estancamiento actual.