El próximo presidente de los argentinos tendrá que encabezar
la marcha por la gran cruzada de la educación. El sistema educacional y todos
sus establecimientos, como eje de varias agencias sociales, estatales y no
estatales, deben activarse y conjugarse para tender puentes que unan el
rompecabezas socio-cultural de nuestras territorios, las zonas periféricas y
las ciudades más grandes.
Debe llenar las escuelas y sus clases, desde los jardines
hasta la enseñanza superior, de contenidos, sentidos y comportamientos que
aseguren que la mayor proporción posible de los estudiantes junto a sus
docentes logren en el tiempo estipulado los propósitos formativos, social y
políticamente acordados para cada nivel y grado.
Su primer gran tarea y tal vez la más compleja es que el
resultado educativo de las escuelas públicas se supere con respecto a su
situación actual. El fenómeno conocido como fuga de las escuelas estatales es
un problema severo que tiene que revertirse para que los dos sectores de la
educación nacional, público y privado, unan esfuerzos y tiren parejo tras el
mismo objetivo.
La segunda gran tarea es restablecer un vínculo estrecho y
eficaz entre la escuela y el conocimiento disponible, comenzando por la ciencia
y la tecnología, pero también las humanidades. Los tres pilares de este
esfuerzo serán: la gestión del sistema de escuelas, la formación docente y el
currículo escolar.
La tercer gran tarea es afirmar un principio de solidaridad
sistémica entre los gobiernos, establecimientos y actores sociales de todos los
niveles de la educación. Que exista un sistema implica que las articulaciones y
transferencias sean abiertas y fluidas, que haya colaboración e interacción en
la enseñanza sin barreras artificiales, con retroalimentación y cooperación
entre las instituciones.
La cuarta gran tarea es hacer que funcione el sistema institucional,
bajo el imperio de la Constitución Nacional. El papel primordial del Estado
nacional y su Ministerio de Educación estará relacionado, primero, con asegurar
la cobertura y calidad, así como la validez nacional de los certificados y
títulos y, segundo, con promover políticas de respaldo técnico, inversiones y
equidad para alumnos y docentes a escala federal.
Garantizada la unidad nacional, hay que reafirmar que la
autonomía de las provincias y la CABA, y de sus respectivos sistemas escolares,
es la clave institucional del sistema educacional. Promover por lo tanto la
fortaleza institucional de los consejos o ministerios de educación de las
provincias es una línea directriz básica.
El ciclo político que cierra en 2015 exhibe algunas mejoras
como el aumento en el volumen de fondos y la reposición de la escuela
secundaria. Sin embargo, permanecen pendientes las principales metas
programadas en la Ley de Financiamiento Educativo, entre ellas la
universalización del nivel preescolar, el horario extendido de las escuelas
primarias y la obligatoriedad de la escuela secundaria. También es evidente el
insatisfactorio nivel de calidad alcanzado. Esas falencias representan una
seria responsabilidad política y su superación reclama del próximo presidente y
su gobierno un planeamiento público certero y fundado que no yerre el
diagnóstico ni escape a los cambios.
Esta es la cruzada que hago mía.