Sí, claro, podemos; pero ¿podremos?
sábado 03 de enero de 2015, 17:21h
Estos días iniciales del año siempre suponen una bajada en
la intensidad informativa. En la política, me refiero, que no a los sucesos,
implacables, siempre ahí. Por eso, hasta produce un cierto alivio -o no, que
diría Rajoy-comprobar que existe la vida oficial más allá de las pistas de
esquí o de la dulce costa de Sanxenxo, un alivio que incluso el ministro del
Interior, con su severo talante, nos puede proporcionar compareciendo ante las
cámaras para anunciarnos que durante 2014 han descendido, laus Deo, los
accidentes mortales en carretera. Claro que todo hueco tiende a llenarse y,
así, ha sido nuevamente Podemos, con su proceso electoral de responsables
locales, el que ha ocupado las portadas de tantos periódicos e informativos
radiofónicos y televisivos. Ni siquiera la bajada tremenda de la prima de
riesgo, que se ha situado por debajo de los cien puntos, ha conseguido disputar
del todo el espacio de los titulares a las gentes de Pablo Iglesias. Y no digo
ya las felicitaciones tuiteras de Rajoy y Pedro Sánchez, que han merecido casi
la clandestinidad noticiosa.
Y me refiero 'a las gentes de Pablo Iglesias' porque el
secretario general de Podemos ha barrido, menos en tres o cuatro ciudades, a
los oponentes internos -bueno, no tan oponentes-a su 'claro que Podemos', los
de 'Sí que Podemos'. Un proceso electoral interno que por sus propias
denominaciones podemos -o logramos-comprobar que ha estado regido por un cierto
buen humor y un espíritu de camaradería; de hecho, uno, que se dedica al oficio
de mirón desapasionado, se confiesa incapaz de discernir qué puntos
programáticos distancian a los de 'claro que' de los del 'sí que'. Y no lo digo
en mal plan, que conste, y lo advierto porque sé que en Podemos, como en el
resto de las formaciones españolas, reina la sensibilidad ante la crítica: me
parece natural que no haya diferencias programáticas porque no hay programas
todavía. Al menos, que yo sepa, que puede que sepa poco porque debo decir, y
esto sí lo afirmo en plan hipercrítico, que la aproximación informativa a
Podemos nos resulta, a algunos, más bien difícil; será que extienden muy allá
el concepto 'casta' periodística, o vaya usted a saber qué.
El caso es que pienso que ahora hay, al menos, dirigentes
reconocibles donde antes, como en Euskadi, Cataluña o Andalucía, no había sino
buenas expectativas anónimas ofrecidas por las encuestas. Y también creo que el
proceso de primarias, que se continuará este mes para elegir a los responsables
autonómicos, ha sido bastante ejemplar, aunque en algunas localidades el censo
dejase mucho que desear y hubiese más votantes que militantes. Eso tiene
relativamente poca importancia en una formación que se ha creado y desarrollado
en poco más de diez meses y que hace un año ni siquiera sabía que iba a
existir, para no hablar ya de que ni podían imaginar sus éxitos electorales,
demoscópicos y, por qué no decirlo, sociales.
La gran pregunta, cuando se avecinan unas elecciones
municipales y autonómicas -ni cinco meses quedan ya--, es qué futuro aguarda a
Podemos, que ni siquiera piensa, dicen, concurrir bajo estas siglas, si es que
concurren en absoluto, a los comicios de mayo. Porque ahora mismo existe una
cierta confusión entre las plataformas que se muestran más o menos cercanas a
la formación de Pablo Iglesias, sobre todo en Madrid (ay, la batalla de
Madrid...). ¿Llegará Podemos con su actual grado de virginidad y de adhesiones
a las elecciones generales de noviembre? La prueba del algodón será la
confección del programa electoral, la cohesión en los discursos, lograr un
mensaje menos despectivo hacia toda esa población a la que, por edad,
vestimenta o lenguaje, se ha clasificado como 'casta' más o menos casposa. La
caspa de la casta, definida caso como el enemigo a la hora de trazar con
gruesas líneas una definición de la por otra parte ciertamente desastrosa
panorámica actual: ahí están esos dos mil imputados por corrupción 'política'
con los que los españoles empezamos el año 2015.
No seré yo quien se alegre de que apenas un tercio de los
teóricos militantes haya votado en estas primarias que nos han arrojado rostros
nuevos, con una media de edad inferior a los cuarenta años y con un perfil
sociológico y un curriculum generalmente muy aceptables: España entera estaba
de vacaciones y ¿vamos a criticar que en estas primarias se haya dado una baja
participación? ¿Vamos a hacer causa de algunas irregularidades en el censo? ¿Vamos
a disfrutar porque el ritmo de afiliaciones haya bajado de más de dos mil al
día a un poco más de mil? A mí no me parecen esas las razones para atacar a
Podemos, la verdad, como tampoco que Errejón cobrase doble o que Pablo Iglesias
tenga la osadía de cobrar su sueldo de eurodiputado, como hacen todos los
demás. No, ni son filoetarras (pero si ETA ya ni existe...), ni siquiera
antisistema, como quisieran algunas voces fanáticamente comprometidas en
contra.
Para mí, el fenómeno Podemos tiene algunas connotaciones
positivas: ha despertado muchas conciencias adormiladas y ha puesto nerviosos a
algunos en Cataluña y en el País Vasco, que comprueban que sus bases no son tan
secesionistas, al fin y al cabo, cuanto inconformistas. Lo que no les veo es
gobernando, por mucho que hayan demostrado tener bastante más organización de
lo que se les suponía. Hasta ahora, ni una idea original programática han
aportado más allá de su hostilidad, perfectamente justificable por lo demás, a
muchas cosas que forma(ba)n parte del statu quo. Y, de lo que aportaron, a
veces han tenido que apearse. No será con citas al 'maestro' Gramsci como
construiremos la España de 2020, o, ya que estamos, la de 2015. No será
generando una España dividida, incluso generacionalmente, entre 'buenos' y
'malos', encorbatados y sin corbata, en la que se descalifica a tirios y a
troyanos sin proponer alternativas reales, como los recién llegados -y ya era
hora, convengamos, de que llegasen refuerzos a nuestra desgastada clase
política-convencerán, a la hora de la verdad, que es la de introducir una
papeleta en la urna, a muchos de los que
ahora, por dar una patada en las aborrecidas espinillas de lo establecido,
dicen que les votarán.
Ya digo: apasionante 2015 para un mirón como el que
suscribe. También eso hay que agradecérselo, en parte, a Podemos. Aunque,
insisto, con eso no basta para llegar a gobernarnos, espero.