Las cuatro etapas de la UNASUR
jueves 11 de diciembre de 2014, 14:29h
El viernes pasado se inauguró en Ecuador la sede permanente
de la UNASUR. La cita marcó un posible cambio de paradigma: dejar atrás un
tiempo de relativo estancamiento, luego del impulso político de los primeros
años. ¿Diplomacia presidencial o institucionalización?
El cambio de siglas impidió verlo como un aniversario
redondo, pero exactamente hace una década, el 8 de diciembre de 2004, los
presidentes de la región firmaron en la antigua capital inca de Cusco la
creación de la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN), antecedente inmediato
de la Unasur, que tomaría ese nombre recién en el 2008.
Toda la década, tal vez como ninguna anterior en la historia
de la región, estuvo signada por la palabra "integración". Los críticos
argumentan que el verbo fue más rápido que las acciones concretas. Los
entusiastas que los avances fueron inéditos.
Para saltar por arriba de estas ideas, generalmente
prefijadas, intentemos un esbozo de historización del proceso, para ver dónde
estamos parados hoy.
La historia de la integración sudamericana puede pensarse en
cuatro etapas bien diferenciadas.
1) La primera va desde aquella reunión de 2004 en Cusco
hasta mediados de 2008. Estos primeros años marcados por la novedad y la
sorpresa: los presidentes de la región podían reunirse sin tutelas de poderes
externos, lo que lejos de convertirse en una "amenaza" y posterior
desestabilización, significó una mayor estabilidad política al interior de los
países. Los Presidentes y Jefes de Estado de los 12 países que conforman
América del Sur construyeron su propia agenda de temas, hasta volver rutinaria
la cita anual o semestral. Una normalidad que, increíblemente, estuvo ausente
en los casi doscientos años de historia independiente que arrastraba la región.
Siempre se corre el riesgo de leer el contexto con el diario
del lunes, pero lo cierto es que en 2004 la actual hegemonía progresista y
nacional-popular todavía era una promesa. Ni Evo Morales era presidente en
Bolivia, ni Correa había ganado en Ecuador. Tampoco el Frente Amplio había roto
el férreo bipartidismo uruguayo. Todavía faltaba un año para la célebre cumbre
de Mar del Plata donde terminaría de morir el proyecto del Alca. La ola
posneoliberal, sin embargo, ya había llegado a Brasil, Argentina y Venezuela.
En ese marco, estos primeros años expresaron "valentía"
presidencial antes que un proceso integrador: era posible crear un foro
continental autónomo de norteamérica sin morir en el intento. Estados Unidos,
definitivamente volcado sobre México y Centroamérica, dejaba un gran espacio
para la iniciativa política de una camada de líderes con ansias de ocuparlo.
2) La segunda etapa ya fue otra cosa. En mayo de 2008, los
doce presidentes de América del Sur firmaron el Tratado Constitutivo, tras el
cual la Comunidad Sudamericana de Naciones se convirtió en Unión de Naciones
Sudamericanas. Sin embargo, lo relevante no fue ese cambio jurídico. En ese
mismo mes de mayo estalló la crisis boliviana en torno a la reforma
constitucional que intentaba aprobar el gobierno indígena de Morales. Ante este
avance, los departamentos del oriente del país, gobernados por una elite blanca
y racista, desconocieron al gobierno central e iniciaron un proceso de
desestabilización política. Desconocieron los decretos y leyes impartidos desde
La Paz, y los referentes más extremistas formaron milicias civiles armadas. En
varias plazas públicas del oriente hubo actos de vejación a colectivos
indígenas. El punto cúlmine fue el 11 de septiembre: una veintena de indígenas
que apoyaban al gobierno de Morales fueron asesinados en el departamento de
Pando, controlado por la oposición. Cuatro días después, el 15 de septiembre,
Bachelet, a cargo de la presidencia Pro témpore de la UNASUR reunió a los
presidentes en Santiago de Chile. La "declaración de La Moneda"; fue
contundente: apoyo al gobierno de Morales, aviso a los opositores de que no
reconocerán ninguna ruptura del orden democrático, condena a la matanza y
creación de una comisión internacional para ayudar a la investigación. A los
pocos días, la protesta opositora comenzó a desinflarse y los gobernadores
terminaron sentándose a negociar con Evo cómo se votaría la nueva constitución.
Un año después, Cristina Kirchner convocó de urgencia a la
Unasur, en la ciudad de Bariloche. Esta vez, el tema era un permiso especial
por el cual Uribe iba a permitir que 7 bases militares fueran operadas
directamente por Estados Unidos. Sin fuerza para condicionarlo legalmente, pero
haciendo una gran puesta en escena, los presidentes hicieron saber a Uribe que
una sesión de soberanía de ese tipo no pasaría desapercibida. Incluso Lula, que
siempre tuvo un rol componedor en la región, "invitó" a Obama a la cumbre para
explicar los planes bilaterales con Colombia, algo que desde ya no sucedió.
Esta aceleración del protagonismo de la Unasur como foro
para resolver problemas políticos internos tuvo su pico máximo al año
siguiente. El 4 de mayo, en la localidad bonaerense de Los Cardales, los
presidentes sudamericanos eligieron Néstor Kirchner como Secretario General de
la Unasur. La elección tenía lógica: se trataba del primer Presidente de la
oleada progresista que ya no estaba en el gobierno y tenía una fluida relación
personal con todos los mandatarios. El 22 de julio, en una reunión de la OEA,
Uribe, que ya estaba por terminar su mandato, acusó a Venezuela de proteger
guerrilleros de las FARC en su territorio. Al día siguiente Chávez rompió
relaciones con Colombia. Chávez llegó a advertir que corrían "vientos de
guerra" en la región. Kirchner gestionó personalmente entre los presidentes y
recibió al ya electo Juan Manuel Santos ("Ojo, no piensa igual que Uribe",
dicen que deslizó Kirchner cuando lo conoció en una gira que hizo el colombiano
antes de asumir"). Finalmente, una reunión tripartita entre Santos, Chávez y
Kirchner terminó por saldar la cuña que había metido Uribe antes de dejar el
poder.
Casi sin solución de continuidad, a fines de septiembre se
produjo el alzamiento policial que terminó con el secuestro de Correa en Quito.
Esa misma madrugada, se volvieron reunir los presidentes, convocados por
Kirchner, en Buenos Aires. Por primera vez, los presidentes de Unasur firmaron
sanciones concretas para quien rompa el orden democrático: "cierre de fronteras,
suspensión del comercio, del tráfico aéreo y de la provisión de energía,
servicios y otros suministros", dice parte del documento aprobado en la reunión
de aquel día 1 de octubre de 2010.
3) Sin embargo, ese impulso se cortaría drásticamente. Menos
de un mes después Néstor Kirchner fallecía en El Calafate. A partir de ese
momento, en parte por la falta de un liderazgo que lo motorice, en parte por el
propio éxito como solucionador de conflictos, la Unausur comenzó un tiempo
amesetado, con pocos avances.
La secretaría general fue compartida durante estoe tiempo
por Colombia y Venezuela, en un gesto por mostrar que los acuerdos diplomáticos
entre ambos países eran perdurables. Algo que efectivamente sucedió: en estos
años, no hubo grandes desacuerdos entre Santos y Chávez, y después Maduro.
Pero la destitución de Fernando Lugo en Paraguay a mediados
de 2012 mostró a una Unasur con menos músculo, donde las posiciones de las
diplomacias nacionales superaron la coordinación regional. A lo que se suma la
propia dubitación de Lugo, todo lo cual hizo que las fuerzas sociales y
políticas conservadoras de Paraguay volvieran al gobierno sin ganar las
elecciones. La enfermedad y muerte de Hugo Chávez fue otro golpe para el
impulso político de la Unasur durante el bienio 2012-2013.
4) La reciente inauguración de la sede de la Unasur en
Ecuador podría estar iniciando un cuarto momento en la breve vida histórica del
organismo. Las razones no están en contar con un edificio modernista de 20.000
metros cuadrados, sino en una revitalización de la agenda regional. Consolidado
como bloque político, probado su papel como interlocutor en conflictos que
antes se resolvían en otras oficinas (como la OEA, cuando no el Departamento de
Estado) la Unasur debe asumir el reto de objetivos más volcados a la
integración física y social: la libre circulación de las personas dentro de la
región, la constitución de un fondo de reservas, un tribunal donde dirimir
cuestiones económicas para empresas y gobiernos (una suerte de CIADI
sudamericano), y obras de infraestructura que ningún país por separado puede
afrontar, entre otras. Todas ellas fueron dichas por los presidentes en la
última reunión en la ciudad de la Mitad del Mundo, cuando se inauguró la nueva
sede.
Estos diez años de proceso de integración, con sus más y sus
menos, pueden resumirse en una premisa que se mostró falsa: Unasur no fue, como
se pensaba, un nucleamiento "ideológico" de gobiernos amigos, sino que se transformó
en el espacio geopolítico natural de los países sudamericanos. Incluso hoy,
cuando la Alianza del Pacífico pretende disputar la centralidad económica con
el Mercosur, nadie duda de que el bloque político de pertenencia reside aquí.