¿Qué se dijeron Felipe VI y el copiloto Artur Mas?
sábado 06 de diciembre de 2014, 12:26h
¿Qué se dijeron Felipe VI y Artur Mas, conductor y copiloto
de un automóvil, durante el trayecto? Ya
sé, ya sé, que, en buena técnica periodística, no debe comenzarse, y menos
titularse, un artículo con una interrogación. Pero, en este caso, la pregunta
forma parte de la noticia. Porque noticia era que el jefe del Estado y el
presidente de la Generalitat catalana, el hombre que más problemas y
quebraderos de cabeza está provocando a ese Estado, apareciesen el viernes en
un acto conmemorativo de una firma automovilística juntos, sonrientes y
atrapados en el reducido espacio de un vehículo, con la sola presencia, en el
asiento trasero, del siempre discreto ministro de Industria, José Manuel Soria;
que, claro está, difícilmente nos revelará lo que los dos ocupantes de los
asientos delanteros charlaban parece que de forma distendida (a la foto me
remito, desde luego).
Resultaba que ello ocurría la víspera de que en el Congreso
de los Diputados se celebrase el 36 aniversario de una Constitución que Mas repudia,
como la repudia el líder de Podemos, Pablo Iglesias, entrevistado al fin, esa
misma noche, en la Televisión del Estado. O como la repudian los nacionalistas
vascos, y perfecto derecho tienen para ello, claro está. Pero esa Constitución,
que personalmente estimo que debe ser objeto de urgente lavado de cara, para
actualizarla a los tiempos que corren,
es la que alberga el encuentro automovilístico entre Don Felipe de
Borbón, que es un magnífico Rey, y, si no, vea usted las encuestas, y el máximo
representante del Estado en Cataluña, le guste o no ese título al señor Mas. Y
esa Constitución es la que ofrece a Podemos las libertades para expresarse como
quieran en la televisión que quiere ser de todos los españoles, con cuantos
claroscuros quiera usted matizar lo que digo, que matices hay, faltaría más.
O sea, que, si bien se mira, el techo de la Consitución
alberga cuanto pasa en este país nuestro, tan tensionado por decisiones
judiciales como la puesta en libertad, demasiado anticipadamente, de sanguinarios
terroristas como Santi Potros: ¿pueden las decisiones judiciales ser piedra de
escándalo de la ciudadanía? Y, ya que estamos: ¿puede un tema como la reforma
de la propia Constitución convertirse en el eje del debate político de fondo en
una nación en la que corren peligro hasta su unidad territorial, hasta la
separación de poderes, hasta la propia equidad en el reparto de la riqueza,
hasta los propios cimientos de lo que habría de ser la decencia pública? En ese
ambiente, ¿no será el mantra de la reforma el pretexto para mantener
entretenido al personal?
No lo sé, la verdad. Hablé con muchos involucrados en la
cosa pública durante la recepción de
este año en el Congreso, este sábado -he estado, creo, en todos y cada uno de
los aniversarios de la carta magna en el Parlamento, una constancia profesional
que no deja, la verdad, de tener su mérito; pero esa es otra crónica--. Y me
parece que la posición de Mariano Rajoy, tan perezosa a la hora de abordar una
autentica reforma, no una mera mano de pintura, a nuestra ley fundamental, es
ahora minoritaria. Hace dos, tres, años, nadie quería abrir un melón cuya cata
podría, estimaban, resultar peligrosa; en esta 36 edición, me da la impresión
de que los más lo que creen peligroso, de cara al diálogo con Cataluña, de cara
al propio diálogo social, es no introducir cambios significativos en el texto
constitucional. Lástima que, aquejado de una excesiva prudencia, el PSOE de
Pedro Sánchez no concrete más sus propuestas de reforma: creo que tendrá que
hacerlo en breve.
Pero permítame el lector regresar a ese viaje, breve pero
sin duda intenso, del Rey con Mas. Me pareció un ejemplo para ese Mariano Rajoy
que, con ruido de tambores y cornetas, se plantó la semana pasada en
Barcelona...para limitarse a encabezar un acto de su partido, el PP catalán. Y
se marchó sin aceptar el reto de encontrarse, en el palacio de la Plaza de Sant
Jaume, con Mas. Creo que alguien debería tomar como una lección lo que ocurrió
este viernes en la planta automovilística de Martorell. Precisamente la víspera
del aniversario de la Constitución. Precisamente el día, lo digo si usted
quiere a título anecdótico, en el que uno de los mayores críticos de esta
Constitución era entrevistado, en hora estelar, en la televisión pública, y
conste que me parece muy bien. Y es que este nuestro sigue siendo, pese a quien
pese, que pesa a muchos, un gran país, que se interroga sobre las esencias creo
que sin peligro de que se desmoronen: ahora solo falta que se pongan, nos
pongamos, efectivamente, a esa regeneración, que estimo que debe partir de los
gobernantes, no desde la presión desde abajo.