Podemos o no podemos, esa es la cuestión
miércoles 05 de noviembre de 2014, 15:02h
Hay quien nos acusa, a columnistas y tertulianos, de estar
continuamente hablando de 'Podemos', para bien o para mal, alimentando la
popularidad de este partido. ¿Cómo evitar, en un comentario político, referirse
al fenómeno 'Podemos', cuando esta formación, que ni siquiera lo es aún
formalmente, arrasa en las encuestas? No figuro entre quienes creen, o dicen
que creen, que el Centro de Investigaciones Sociológicas ha 'cocinado' su
encuesta para preterir al partido de Pablo Iglesias, que es el primero en
intención de voto directa, colocándolo, merced a la estimación y ponderación
del voto, por detrás del PP y del PSOE. Conozco la probidad y la experiencia
técnica del personal responsable actualmente del CIS y me inclino a pensar que
quienes hablan de 'cocina barriendo para casa' lo hacen desde el interés
partidario, desde el sensacionalismo o desde la ignorancia.
Lo lógico y natural es que el PP siga siendo el primer
partido en intención de voto, aunque lógico y natural sea también que vaya poco
a poco despeñándose: no lo está haciendo bien. También resulta normal que el
PSOE siga en segundo lugar, aunque ascendiendo algo por el 'efecto Pedro
Sánchez', que existe y está, ya se ve, resultando benéfico pese a todo...y a todos
los que, en el propio Partido Socialista, ponen palos en las ruedas. Lo que no
es ni normal, ni lógico, aunque acaso sí sea natural, es el ascenso vertiginoso
de una formación como 'Podemos', que hace un año no existía más allá de las
apariciones televisivas del profesor universitario que hoy la anima.
Y digo que es 'natural', porque no puede extrañarnos que
irrumpan nuevas formas y fórmulas políticas en el desolador panorama que
nuestros representantes han venido diseñándonos y presentándonos hasta ahora.
Sería suicida desconocer la voz de las encuestas, desestimándolas a base de
decir que el verdadero sondeo está en las urnas. Sería absurdo desconocer que
el bajísimo índice de popularidad del presidente del Gobierno, situado en la
estimación de los encuestados al final de la tabla, incluso por debajo de
líderes como el dirigente de Izquierda Unida, tiene un significado profundo y
un alcance tal que debería hacer al PP replantearse quién debería encabezar su
candidatura ante las próximas elecciones generales si Mariano Rajoy se muestra
incapaz de dar un giro a sus formas de hacer política y de comunicarlas a los
ciudadanos.
Ya sé que no se debe gobernar utilizando las encuestas como
base de actuación. Pero tampoco se puede hacerlo desconociendo los estados de
opinión de la gente de la calle. Se equivoca Mariano Rajoy aferrándose a la
mejora de los datos macroeconómicos para justificar toda su actuación o su
falta de ella. Es cierto que la opinión pública es una veleta, pero, para que
cambie de dirección, tiene que soplar el viento. Y desde La Moncloa nos llega
apenas una sensación de calma chicha.
Que nadie me malinterprete: tengo el mayor de los respetos
por Mariano Rajoy, y creo que ha acertado en muchas de las cosas que ha llevado
a cabo en estos casi tres años de Legislatura. Pero resulta evidente que se
encuentra en un período de escasa creatividad política, por decirlo de un modo
suave. Y los problemas del país arrecian, y ahí está, entre otros y sobre
otros, ese desafío del próximo domingo para demostrarlo. Las encuestas, que ya
sé que no son dogma de ley, pasan factura a las actitudes poco simpáticas, de
lejanía, de falta de acción o de coraje. Rajoy, y quienes tanto le elogian y
tan mal le aconsejan, han de iniciar una urgente reflexión: han de pensar que
'así no podemos seguir gobernando'. Porque esa es la cuestión: ¿podemos o no
podemos?