Argentina tiene que volver a ser moderna
jueves 26 de junio de 2014, 12:23h
El 26 de junio de 1884, hace 130 años, se sancionó una de
las leyes más importantes de la historia argentina, la ley de educación
primaria conocida como 1420, que guió la educación de millones de argentinos.
La escuela primaria tiene por objeto favorecer el desarrollo moral, intelectual
y físico de todo niño. La educación debe ser obligatoria y gradual. La
obligación escolar comprende a todos los padres de los niños en edad escolar.
Gratuidad y obligación de la enseñanza, el reconocimiento de
la diversidad de cultos, la construcción de jardines de infantes y el
compromiso de construir miles de escuelas, esa ley sancionada en una Argentina
que estaba en plena construcción social y cultural, fue moderna e inclusiva y
constituyó un desafío para un Estado que cumplió con creces el objetivo y que
hizo del argentino uno de los pueblos más instruidos del mundo.
Ese mismo día, pero siete años después, se constituía uno de
los primeros partidos políticos modernos de América Latina. Nacía la Unión
Cívica Radical. Compuesta principalmente por jóvenes, muchos de ellos los
primeros en sus familias que accedieron a educación, hijos y nietos de
inmigrantes, constituyeron un movimiento social imparable aglutinado en torno a
la reivindicación por los derechos civiles y la decisión de no acordar con un
régimen que negaba la igualdad de derechos políticos a sus ciudadanos.
Esa generación de jóvenes dirigentes políticos fue
protagonista de uno de los períodos de progreso más importantes de Argentina:
un extraordinario crecimiento económico, la asimilación de millones de
inmigrantes, un importante crecimiento cultural y la disposición política de
medidas estratégicas como la creación de YPF, la reforma universitaria y el
impulso al desarrollo de los ferrocarriles marcaron una época de oro para el
país.
Recordar hitos en la historia del país carece de sentido si
se lo hace de memoria o solo para la memoria. De recuerdos no vive el hombre y
tampoco prospera un país. Pero mirando y recordando se aprende. Y el 26 de
junio es una fecha ideal para tomar inspiración y recuperar aspiraciones.
Argentina alguna vez fue moderna y tiene con qué volver a serlo.
Hoy, en 2014, un 50% de los chicos no termina la secundaria
en nuestro país. Hoy, en el siglo XXI, hay un 9% menos de estudiantes en las
escuelas públicas que hace diez años. Hoy y ahora, el rendimiento de los
estudiantes argentinos es menor que el de los chicos que estudiaron en los
primeros años de este siglo.
Pero estos datos duros, que nos cachetean sin piedad,
contrastan con un mar de oportunidades. El campo argentino produce más del
doble de soja que hace diez años, los yacimientos de Vaca Muerta multiplican
por 40 nuestras reservas de gas, y por 10 las de petróleo. Una quinta parte del
litio que hay disponible en todo el mundo está en Argentina, y el litio es un
mineral fundamental para la industria del siglo XXI. Finalmente, en un mundo
preocupado por el agua, Argentina es el 17° país con más reservas de aguas
subterráneas del mundo.
Tenemos recursos naturales estratégicos, y no solo eso:
nuestra población es joven, la mayor parte de los argentinos tienen edad de
estudiar y trabajar, producir, innovar y crear. A diferencia de muchos países
de Europa por ejemplo, no tenemos una población vieja, sino que contamos con
una enorme oportunidad demográfica de desarrollarnos antes de envejecer.
Argentina está en las puertas de la oportunidad más grande
de su historia. No de los últimos años, de su historia. Pero aunque las
oportunidades lleguen, si los hombres y mujeres que habitamos este país no las
aprovechamos, veremos pasar otro tren y en donde hay esperanza habrá una nueva
frustración.
Mirar para atrás sirve para darnos impulso. Este 26 de
junio, además de recordar a aquellos argentinos visionarios de la 1420 y a
aquellos ciudadanos comprometidos y convencidos de 1891, tomemos de ellos el
coraje y la voluntad de cambiar.
Cambiemos, innovemos y emprendamos un camino distinto.
Argentina puede progresar. La cultura de la decadencia no es un impedimento
cuando un país decide avanzar. Depende de nosotros tomar la decisión y
aprovechar esta nueva oportunidad.