¿Es el Partido Socialista lo más parecido a España?
viernes 13 de junio de 2014, 00:35h
Lo dejó dicho Zapatero, recordemos: el PSOE es lo más
parecido a España. Espero, a la vista de lo que está ocurriendo en el segundo
partido del país, que no sea así. Creo que esta nación nuestra está en una
obvia segunda transición, y, para constatarlo, no hay más que ver lo que ocurre
en el Parlamento, donde el debate entre el ser y no ser se produce en un clima
de normalidad que acabará la semana próxima en el desenlace lógico y, a mi modo
de ver, mejor: la proclamación de Felipe VI. Me gustaría, porque creo que las
tormentas no son buenas para el campo, estar seguro de que el desenlace en el
partido que ha sufrido, en sus 135 años de vida, no pocas convulsiones, también
será el previsible. Pero ¿cuál es el desenlace previsible?
Desde la dimisión de Pérez Rubalcaba, al día siguiente del
desastroso resultado electoral del 25 de mayo, todo se ha precipitado en el
PSOE: Susana Díaz, que era la esperanza de los secretarios de las federaciones
socialistas, desiste de presentar su candidatura a la secretaría general en el
congreso del PSOE que tendrá lugar, porque así lo fijó Rubalcaba en el momento
de su dimisión, en julio. Pretexto para esta salida de escena de la presidenta
de la Junta andaluza: que Eduardo Madina no se retiraba de la competición.
Ella, por lo visto, quería no una elección, sino un plebiscito. Razón real: los
socialistas andaluces no querían perder una baza que ya se ve que les mantendrá
en el poder en la Comunidad más importante de España, el granero de votos por
excelencia. Entre otras cosas.
Luego siguieron las dimisiones: la lógica y tardía del
navarro Roberto Jiménez y la bomba' del abandono de Pere Navarro al frente de
los socialistas catalanes, abriendo una brecha con connotaciones peligrosas: el
constitucionalismo sigue perdiendo pie, al menos en la Cataluña política. He
podido constatar, por otra parte, el desánimo de varios otros dirigentes
territoriales que, o bien están embarcados en peleas fratricidas pretextando
carreras por colocarse en las primarias (caso de Castilla y León), o, simplemente,
están abrumados por la pérdida de votos, abochornados por el ridículo
hecho como consecuencia de su apoyo
público y fallido a Díaz y totalmente desconcertados ante las muchas noticias
contradictorias que reciben: que si congreso sin primarias, que si con
primarias, que si con Díaz como única candidata, sin Díaz, que si las primarias
se retrasan...
Y, a todo esto, el panorama se va poblando de candidatos a
esa secretaría general en liza en el ya inminente congreso del partido, que, no
lo olvidemos, sigue contando con cinco millones de votos seguros y al menos
doscientos mil militantes (no necesariamente en desbandada, aunque sí
desanimados) que quieren votar en las futuras primarias, se formulen como se
formulen. Esos candidatos a liderar el partido y, se supone, a presentarse
luego a las primarias, carecen del carácter indiscutible que, desde el primer
momento, acompañó a Susana Díaz. Pedro
Sánchez, economista madrileño, es muy estimable, pero relativamente desconocido
aún. El vasco Eduardo Madina tiene tras sí, pese a su juventud, una ya bastante
larga trayectoria parlamentaria, poblada, eso sí, de silencios; tiene fama de
honesto políticamente, pero también de algo taciturno. El representante de
Izquierda Socialista, Pérez Tapias, tiene los apoyos que tiene: escasos. Y lo
mismo otros nombres que suenan, como el jovencísimo Alberto Sotillos, que
encabeza un colectivo. O el navarro Juan Moscoso, que duda. Como la portavoz
parlamentaria Soraya Rodríguez. O el eurodiputado Juan Fernando López
Aguilar... Dentro de pocas horas sabremos quiénes están definitivamente en la
carrera.
Pero ya digo: todo está abierto. El próximo líder del PSOE
tiene que pacificar los territorios, llegar a un pacto con la poderosa
federación andaluza, normalizar las relaciones con un PSC que se hunde sin
remedio, desgajado entre los constitucionalistas y los secesionistas, resolver
los 'brotes republicanos' que, precisamente ahora, empiezan a proliferar en las
bases, concretar las propuestas de reforma constitucional y buscar algún tipo
de pacto con el Gobierno. Casi nada. Añádase a ello la necesidad de seguir
ocupando dignamente un puesto en el escenario socialista internacional y dar
respuesta a las reclamaciones sociales de unos españoles que, en la izquierda,
buscan nuevas fórmulas, aún no bien definidas. No estoy seguro de que entre los
nombres apuntados se encuentre el hombre o la mujer -tampoco Patxi López o
Carme Chacón, retirados de esta primera contienda, o sea, provisionalmente, lo
eran- capaz de atender a todos estos frentes.
Sí sería capaz, acaso, un colectivo de todos ellos. Es
urgente un 'pacto de federaciones' en el PSOE, incluyendo un PSC que ha de
tomar una de las dos direcciones que se abren ante él, para una dirección más o
menos colegiada, que contemple el pasado --¿por qué no intentar recuperar
orgánicamente a Felipe González o al propio Rubalcaba, cuya trayectoria yo, al
menos, aplaudo, para la presidencia?-y suponga, al tiempo, una fuerte
renovación generacional. Y de ideas. Quiero creer que el PSOE, en su por muchas
razones admirable esfuerzo de regeneración interna, ha comprendido, al menos,
que los partidos no pueden seguir funcionando como antes, como hasta ahora. Y
yo todavía confío, porque creo que esta formación es esencial para 'centrar'
las propuestas de lo que viene llamándose izquierda, en que este doloroso
proceso de incertidumbres y 'strip tease' intestino, sirva para crecer,
fortalecerse, a este partido que ya ha sufrido, en su historia, como al
principio decía, varias conmociones, quizá nunca tan fuertes como ahora.
Hoy, la verdad, creo que la frase de Zapatero es más
inexacta que nunca; el PSOE no es el partido que más se parece a España. Pero
tiene en su interior muchos de los problemas que padece España. La inanidad
política es uno de ellos.