lunes 09 de junio de 2014, 17:20h
Permítanme un breve "repaso macroeconómico".
Como ustedes saben, el gobierno no tenía reservas suficientes, en el Banco Central,
como para atender los compromisos de deuda y mantener un stock de intervención
que permitiera administrar el tipo de cambio y, por lo tanto, sostener la
estabilidad macroeconómica.
Decidió, en consecuencia, restringir la venta de dólares.
Las restricciones implicaron utilizar esos dólares para
pagar deuda y atender importaciones imprescindibles en forma
"cuotificada".
Además, el gobierno tenía déficit fiscal financiado desde el
Banco Central, emitiendo pesos. Los tenedores de dichos pesos, para protegerse
de la inflación, demandaron dólares.
Como el Banco Central no se los vendía, fueron a buscar esos
dólares al mercado "libre", incrementando la brecha entre el precio libre y el
precio oficial.
Una brecha creciente, al generar expectativas de
devaluación, también genera inestabilidad nominal (la tasa de inflación se
acelera por la devaluación esperada), y agrava la falta de dólares, dado que se
demoran exportaciones y se adelantan importaciones.
En síntesis, el gobierno tenía un problema de falta de
dólares (que atacó con el racionamiento) y un problema de déficit fiscal, (que
arregló emitiendo pesos). Esto generó un
aumento del precio del dólar libre, de la brecha cambiaria, y agravó el problema
de falta de dólares.
Fue así que, en enero pasado, tuvo que devaluar, para reducir las
expectativas de devaluación futura y la
brecha cambiaria. Tuvo, además, que retirar los pesos excedentes del mercado,
colocando deuda del Banco Central a mayor tasa de interés, para reducir la
presión sobre el dólar libre y la brecha.
Todo esto permitió fijar el precio del dólar y recomponer
algo las reservas.
Sin embargo, esa recomposición de las reservas no alcanza
para liberar el racionamiento de dólares, al menos al precio actual, de manera
que el gobierno debió elegir a quién darle los dólares.
Por obvias razones, priorizó destinar los dólares a pagos de
deuda y a importaciones de energía, negándole los dólares al resto de la
economía.
Por lo tanto, están contentos los tenedores de deuda argentina,
(a menos que la Corte de Estados Unidos arruine la fiesta en el corto
plazo), mientras que están
"protestando", todos los demás que, como no tienen acceso libre a los dólares
oficiales, o tienen que pagarlo 40% más caros, o tienen que reducir su actividad
para importar sólo la cantidad que "sobra" después de pagar deuda y energía.
Obviamente, al importar menos, o pagarlos más caros, hay
menor nivel de actividad (en la Argentina, salvo el sector agropecuario y el
minero, todos son importadores netos), y esa menor actividad se refleja en las
ventas y el empleo formal.
Mientras tanto, como el déficit fiscal persiste, el Banco
Central tiene que seguir absorbiendo los pesos que sobran con deuda de corto
plazo y, como necesita los dólares, cada vez que la brecha se estira, mueve el
tipo de cambio oficial para reducirla.
Pero al moverse el tipo de cambio, tanto el oficial como el
libre, la tasa de inflación no se reduce sustancialmente, dado que todos los
productos y servicios, al final del día, tienen componente importado.
Y, como el déficit fiscal persiste, también se mantiene
elevada la expectativa de mayor inflación y devaluación futuras.
Salir de esta "trampa", requiere "liberar" el mercado
cambiario, es decir cambiar el racionamiento, por un precio del dólar en dónde
la demanda y la oferta se equilibren. O conseguir un préstamo de dólares que
vayan directamente a las reservas.
La primera alternativa, obliga a dejar de tener déficit
fiscal financiado con emisión, porque si no el precio que "equilibra" el
mercado de dólares es creciente permanentemente.
El gobierno no ha mostrado intención de ir por este camino.
La alternativa del endeudamiento externo, por su parte,
necesita de acreedores dispuestos a prestar los montos necesarios, a tasas
pagables. Algo difícil en un escenario de incertidumbre en torno a los holdouts
y con elevado déficit fiscal.
En este contexto, entonces, y más allá de las buenas
intenciones, el escenario de corto plazo sigue siendo el de permanecer en la
trampa, en esta combinación de bajo nivel de actividad, elevada inflación, con
tenedores de deuda relativamente "contentos" y con el resto, que no accede a dólares
oficiales, "protestando".