Un país en busca de autor
sábado 07 de junio de 2014, 18:59h
Llámeme usted excesivamente optimista, si quiere; soy
plenamente consciente de que transitamos por parajes nuevos y, sin embargo,
archiconocidos, donde podemos volver a tropezar con las mismas piedras, ocultas
en los mismos recodos del camino. Pero tengo la sensación -no es más que eso,
claro-de que los españoles comenzamos a ver un horizonte algo más rosado,
empezamos a perder algo -algo-de ese nacionalpesimismo que sin duda es lo peor
de nosotros. Nos hemos asomado esta semana al Cambio con mayúscula, que es lo
contrario de los parches, con minúscula, que se nos vienen aplicando con mayor
o menor éxito.
Pongamos, si usted, amable lector, quiere, que la abdicación
del Rey, deseada por mucha más gente, dicen las encuestas, de lo que
proclamaban los altavoces oficiales, ha abierto una espita de esperanza
regeneracionista. Claro que quienes dicen hablar en nombre del inminente Felipe
VI dicen que se trata solamente de continuidad, que ese Cambio no tiene por qué
ver algo con el ascenso al Trono del Príncipe de Asturias, que por cierto sigue
sin cometer un solo error en estos dificilísimos días del traspaso; incluso la
prensa menos hagiográfica elogia estos días a doña Letizia, la inquieta
periodista que está a punto de convertirse en reina de España, abriendo una
página inédita en la historia de este país.
Pero claro que la llegada de Felipe VI va a suponer muchas
cosas, se quiera o no. Ya se ha dicho hasta la saciedad que esta abdicación
abre formalmente una nueva era que ya estaba ahí. Pero si al colorido de los
fastos por venir le añadimos la insistencia con la que nos repiten, desde
instancias nacionales e internacionales, que la situación económica mejora con
claridad, que la crisis es ya cosa del pasado, y además resulta que esa
insistencia tiene éxito en la confianza de la ciudadanía, porque está basada en
hechos tangibles, pues resulta que ya tenemos ahí un segundo factor para la
esperanza. Ahora hay que cimentarla
asegurando una transición que suponga un apoyo para la nueva pareja real, que es
tanto como decir para el 'statu quo' que a todos interesa: no es el momento,
creo, de ponerse a discutir si son galgos o podencos, porque estamos en unos
momentos muy delicados para cimentar el futuro.
Claro que hay elementos preocupantes en estos momentos de
transmisión de la jefatura del Estado. A mí me inquietan más esos que quieren
tirar la Constitución a la cabeza de cuantos piden cambiar la marcha que
quienes desean un cambio radical en ese 'statu quo', ya se trate de introducir
el referéndum Monarquía-República o de consultar a los catalanes sobre si
quieren o no seguir siendo españoles. Me parece que no hay que ceder en la
firmeza en el cumplimiento de las leyes, eso sí; pero considero muy peligrosas
esas afirmaciones, en boca nada menos que del fiscal general del Estado,
aplaudido como corresponde por el ministro de Justicia, en el sentido de que
"lo que está en la Constitución, está en la Constitución, y lo demás no
existe ni política ni socialmente".
Yo creo que todas las voces, todas las aspiraciones,
existen, faltaría más, aunque algunas estén -como yo creo que lo están-- equivocadas a la hora de plantear una ruptura
con la forma del Estado o con la configuración territorial. Me parece que el
debate es, en todo caso, legítimo, y que a quienes nos sentimos representados
por la mayoría 'constitucionalista' en las Cámaras nos toca convencer a los
demás de nuestras buenas razones, no imponerles el silencio ni aplicarles las
más burdas descalificaciones. NI siquiera cuando, como hizo el portavoz de la
Generalitat catalana esta semana, algunos se retratan en su zafiedad diciendo
que la abdicación del Rey se produjo por 'intereses familiares'. Ni siquiera
cuando alegan no sé qué viaje absurdo para no estar presente el representante
del Estado español en Cataluña en la coronación del Rey, que es también su Rey;
menos mal que parece que Mas va a rectificar, de la misma manera que ha hecho
matizar al portavoz Homs su grosera barbaridad.
Y así andamos, entre la esperanza, la burla, la épica y la
caricatura. Nunca mejor aplicado aquello de que España es un país en busca de
autor: andan buscando su propio libreto en el PSOE, con todas las idas y
venidas que una remodelación completa conlleva. Y creo que también en el PP y
en el Gobierno, donde parecen pensar que en boca cerrada no entran moscas, han
entendido el mensaje, la lección de esta semana que concluye. La palabra es
Cambio, se escribe con mayúscula y se aplica precisamente en un régimen de
continuidad y normalidad, como si no pasara nada. Que vaya si pasa.