lunes 02 de junio de 2014, 09:04h
Finalmente, hubo un principio de acuerdo para salir del
default de la deuda que el Estado Argentino mantenía con los Estados
integrantes del llamado "Club de París".
Obviamente, en
economía no se pueden rehacer experimentos, de manera que no se puede comprobar
si hubiera sido mejor arreglar antes, o con la intervención del Fondo
Monetario, aunque se podría aventurar que, en otro momento, o con el Fondo, se
hubieran podido obtener más plazo y hasta una menor tasa de interés, pero, dado
que esto es contrafáctico, supongamos que se hizo el mejor arreglo posible.
Tampoco se informó hasta ahora, ni la composición de la
deuda reconocida, ni el detalle de los acreedores y operaciones, pero supongo
también que pronto tendremos acceso a esos datos.
Normalizar la situación de deuda con estos países, resulta
uno de los actos más "antipopulismo" del gobierno de Cristina, hasta ahora.
En efecto, así como el default es una medida populista, en
el sentido que tiene ventajas de corto plazo y costos de mediano y largo. Salir
de un default pagando, genera costos de corto plazo y ventajas en el mediano y
largo.
La Argentina del 2001 tenía un déficit fiscal cuyo
componente principal era el pago de intereses y capital de la deuda emitida.
Por lo tanto, el default, al interrumpir dichos pagos, permitió reducir
drásticamente el déficit y las necesidades de financiamiento de la Argentina,
con ventajas evidentes de corto plazo.
Obviamente, surgieron al poco tiempo los costos del default,
que implicaban quedar "fuera del mundo" en materia de flujos de capitales e
inversión extranjera directa.
De allí la necesidad de levantar el default reconociendo
parte de la deuda, con los canjes que se hicieron en su momento. Quedaron
pendientes, sin embargo, tanto el caso de los bonistas que no entraron al canje,
en ámbito hoy de la Corte Suprema de Estados Unidos, como otras deudas no
pagadas, entre ellas las
correspondientes al Club de París.
La normalización, ahora, recorre el camino inverso al
default.
Primero tiene costos (habrá que pagar 1150 millones de
dólares durante el próximo año), y en el mediano y largo plazo podrán verse
beneficios, al mejorar el financiamiento para las empresas extranjeras que
quieran vender o invertir en el país, y ayudar a reducir el costo financiero
para la emisión de deuda argentina.
Pero esto no es el presente,
es el futuro.
De allí que, en principio, se trate de una medida
antipopulista, dado que prioriza el futuro sobre el presente.
Y eso me lleva al "Club de Buenos Aires", porque, en el
plano local, el gobierno sigue siendo populista, priorizando el presente, sobre
el futuro.
Es cierto que con la devaluación y la suba de la tasa de
interés decididas en enero (en realidad la devaluación venía de mucho antes) se
tomaron medidas relativamente costosas en el presente, pero en realidad, sin
esas medidas, la pérdida de reservas hubiera sido imparable y el gobierno
hubiera, en palabras de la Presidenta, "volado por los aires".
De manera que los costos de dichas medidas han sido, en el
presente, mucho menores que los costos de no tomarlas.
Al priorizar la defensa de las reservas, por sobre cualquier
otra cosa, más que ser "ortodoxo" y pagar costos, el gobierno está preocupado
exclusivamente por su supervivencia presente.
Pero dónde se hace más evidente la escasa vocación para
arreglar el presente y dejar un mejor futuro es
en la ausencia de medidas potentes para solucionar el problema central
de la Argentina de hoy, el fuerte desequilibrio entre ingresos públicos y
gastos públicos, financiados desde el Banco Central.
Y entonces podemos cerrar el círculo, contradiciendo mi
propio razonamiento. Tanto la normalización de las relaciones con el Club de
Paris, como el arreglo con Repsol, más que una visión de largo plazo, reflejan la intención del gobierno de
conseguir endeudamiento externo suficiente como para evitar el ajuste fiscal
que la economía necesita.
Sin embargo, esa alternativa, conseguir préstamos como para
cubrir el fenomenal agujero fiscal de este año y del proyectado para el
próximo, no parece estar disponible.
Por lo tanto, bienvenido sea el arreglo con el Club de
París.
Pero sin arreglo con el Club de Buenos Aires, el escenario
actual de recesión con inflación difícilmente pueda ser superado con la fuerza
necesaria para el "plan electoral" del kirchenrismo.