Panorama político: Yo quiero ser presidente
miércoles 23 de abril de 2014, 23:48h
Al revés de lo que sucedió en la Argentina durante la
segunda mitad del siglo XX, el próximo gobierno llegará
"condicionado" por un elevado piso de demandas políticas, sociales y
civiles cubiertas, en lugar de situaciones de endeudamiento externo incontrolable
o crisis social galopante.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner afirmó el lunes
pasado, durante un acto en la Casa Rosada, que el próximo mandatario argentino
recibirá en 2015 un país mucho mejor que el que encontró el kirchnerismo en
mayo de 2003. La afirmación fue acompañada el día después por la aprobación y
el sostén argumental de ministros y partidarios del oficialismo, y recibida por
la prensa opositora con el manual de operaciones en la mano.
Sin embargo, si se mira en perspectiva, la mayor
confirmación a las palabras de Cristina proviene, tácita pero restallante, de
la proliferación de precandidatos presidenciales que florecen a lo largo y a lo
ancho del espectro opositor, quienes aun haciendo honor a la inmortal frase de
Miguel de Unamuno, "no sé de qué se trata, pero me opongo", coinciden en parafrasear al Indio Solari y
reconocen que "tan mal no se está acá".
La mayor preocupación de cualquier dirigente que busca
ocupar un cargo ejecutivo, se trate del sillón de Rivadavia o de una
repartición municipal, es conocer qué resortes de poder manejará al asumir. En
criollo: lo que importa saber es si, a la hora de gobernar, se estará al
volante de un Rastrojero todo cachuzo y desvencijado o de un cero kilómetro
full.
Veamos algunos datos: quien asuma la primera magistratura el
10 de diciembre de 2015 tomará el comando de un país que no le debe un centavo
al FMI y cuya deuda externa representa cerca del 50% del PBI, cuando en 2003
alcanzaba el 166%.
Con ese apreciable margen de maniobra, el futuro mandatario
encabezará un Estado con fuerte presencia en el sector productivo y de
servicios. En primer lugar, por controlar la mayor empresa del país, la
petrolera YPF, que además de ser el puntal para recuperar la soberanía
energética posee un potencial de explotación de shale gas incalculable a partir
de yacimientos como Vaca Muerta, un imán para la inversión extranjera.
En segundo término, por la capacidad de intervención que
proporciona la gestión de empresas como el Correo argentino (nacionalizada en
2004), el servicio de agua potable y cloacas en Capital y GBA (Aysa, 2006),
Aerolíneas Argentinas (2008) y los talleres navales Tandanor (2007) y la
Fábrica Militar de Aviones de Córdoba (2009), entre otras.
A esto, sumemos las acciones que el Estado posee en 40
grandes compañías como Aluar, Edenor, Siderar, Telecom, Molinos Río de la
Plata, Transener, Petrobras, Metrovias, Metrogas y los bancos Francés, Macro,
Galicia y Patagonia, producto de la estatización del sistema de jubilaciones y
pensiones (2009), lo que también le permite al estado administrar los 90.000
millones de pesos de los trabajadores que antes manejaban discrecionalmente las
AFJP, que cobraban comisiones del 33% a sus asegurados.
Aunque muchos se hayan rasgado las vestiduras en cámara, los
precandidatos saben muy bien que de llegar a Balcarce 50 contarán con un Banco
Central que ya no es una embajada ajena e intocable y que realmente puede
ejercer su autoridad monetaria, hoy puesta al servicio de la promoción del
empleo y la producción a partir de la Reforma de su Carta Orgánica de 2012.
Con un Producto Bruto Interno nacional que creció un 93% en
10 años, el próximo Jefe de Estado recibirá además un sistema de seguridad
social inimaginable en las épocas en que la Alianza recortaba haberes estatales
y jubilatorios para pagar a los acreedores extranjeros.
Desde 2003 a la fecha, los recursos presupuestarios
destinados a vacunación aumentaron 1.041 %, lo que incrementó las dosis en
1.000% y agregó diez vacunas obligatorias a las 6 ya existentes en el
calendario obligatorio.
El Plan Nacer y la Asignación Universal por Hijo y por
Embarazo (2009), que más de 3.500.000 niños y niñas reciben mensualmente, se
encadena con la Ley de Financiamiento Educativo (2005) que permitió alcanzar el
6,5% del PBI para educación en 2013. A ello se suman las cuatro millones de netbooks
que recibieron alumnos y docentes de escuelas públicas secundarias de todo el
país desde 2010 y el plan Progresar de terminalidad educativa para jóvenes de
entre 18 y 24 años. El Procrear (2012), con un objetivo de 400.000 créditos
hipotecarios para la construcción, ampliación, terminación y refacción de
viviendas por medio de créditos de entre 20 y 30 años a tasa preferencial, pone
al Estado en la difícil cancha del acceso a la casa propia. El 94,3% de
cobertura previsional, la mayor de Latinoamérica, y la ley de Movilidad
Jubilatoria (2008), que garantiza dos actualizaciones automáticas por año,
completan una batería de herramientas estatales concretas para la contención y
la promoción social.
Por supuesto, todo este tinglado no hubiera prosperado sin
una reducción drástica del desempleo y sin el crecimiento del trabajo
registrado, que en la actualidad se encuentra en su nivel histórico más alto.
Por si todo esto no bastara, el futuro presidente no deberá
lidiar con el Grupo Clarín, al menos no con el megamonopolio mediático que en 2003 aún se jactaba de
voltear gobiernos con tres tapas, porque gracias a la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual que el Congreso votó con mayoría plural en 2009 y que
la Corte Suprema puso en total vigencia recién en 2013, el mapa de los
multimedios estará menos concentrado y el futuro gobierno enfrentará un
escenario mediático con más jugadores de tamaño parecido.
Objetivamente, el próximo Presidente recibirá un país mejor,
no solo porque la población se ha visto beneficiada por una serie de políticas
económicas, sociales, científicas, culturales, de derechos humanos y de
ampliación de derechos civiles, sino porque contará con recursos y herramientas
concretas para gobernar y lidiar con los poderes fácticos- esos que no van a
las PASO ni se ven limitados por cláusulas que impidan su reelección-, en
mejores condiciones que la que tuvo Néstor Kirchner, allá por mayo de 2003.
Pilotear la Argentina 2015 se revela entonces como una
opción mucho más prometedora para los variados precandidatos de hoy, que aquel
desafío que tuvo que afrontar el kirchnerismo hace casi 11 años. Cuando nadie
esperaba nada, hoy el país está en marcha para recorrer lo que falta. El pueblo
resolverá el rumbo. Y el año que viene se sabrá si los aspirantes dan con la
talla para conducirlo o si, a pesar de todo lo conseguido en 12 años, vuelven a
chocar la calesita.