lunes 21 de abril de 2014, 10:28h
Como comentaba la semana pasada, los descubrimientos tardíos
serán, al parecer, la regla de los
cambios de política que caracterizarán el fin de este ciclo kirchnerista.
Y no sólo en la política económica. Los giros en la política
de seguridad, en el combate a los narco negocios, o en la regulación de los
piquetes, parecen ser una buena muestra "extraeconómica".
Por supuesto, estas modificaciones, se presentan no exentas
de contradicciones.
Entre la política de seguridad, y el proyecto de reforma al
Código Penal.
Entre el combate a los narco negocios, y la prórroga del
blanqueo de ingreso de dólares y la falta de una coherente política de control
migratorio.
Es probable que estas contradicciones surjan del conflicto entre la ideología del núcleo duro de apoyo al gobierno y la necesidad del gobierno de llegar al fin de su mandato,
con mayores simpatías sociales que las actuales, de manera de permitirle un
"post poder" con cierta tranquilidad.
En materia económica, esta semana le tocó el turno a los
impuestos al trabajo.
Después de años de insistir por otro camino, el gobierno descubrió que existe una relación
no menor entre el peso de estos impuestos
y el empleo no registrado.
En efecto, los elevados impuestos al trabajo, combinados con
la falta de actualización del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias,
han generado una enorme brecha entre el costo laboral para un empleador, y el
salario de bolsillo de un trabajador. Cuánto más grande es esa brecha, mayor el
incentivo para que los trabajadores acepten no estar registrados, o pagos parciales en negro, y para que los
empleadores corran el riesgo de evadir estos impuestos.
Es tan onerosa dicha brecha, que el propio gobierno paga
remuneraciones eludiendo esos pagos a la seguridad social.
La situación es todavía más distorsiva en contextos de alta
inflación, y dada la forma en que se calcula el monto de las jubilación a la
que accede un trabajador en edad de retiro.
En efecto, para
determinar dicho monto, valen mucho más los aportes realizados en los últimos
años de actividad, mientras que, respecto de los años necesarios para recibir
el "beneficio", reaparecen, sistemáticamente, esquemas que permiten acceder a
una jubilación sin haber realizado la totalidad de los aportes previos o
"blanqueos" de aportes para los empleadores.
En este contexto, la propuesta de reducir marginalmente los
impuestos al trabajo, para nuevos empleos, en especial para las pequeñas
empresas, no deja de ser otra buena idea malgastada.
El empleo privado, en la Argentina, está estancado desde
hace varios años. Y esto es así, porque la relación entre crecimiento de la
economía, costo laboral, y productividad del trabajo, ha evolucionado en contra
de la creación de nuevos empleos.
Reducir el costo laboral ayuda, en entornos de crecimiento,
en dónde el empleador querría tener más trabajadores, pero la ganancia
adicional que obtendría resulta inferior a los costos laborales a pagar.
En ese caso, una baja de los costos laborales podría
incentivar a un aumento del empleo.
En contextos como el actual,
de estancamiento o caída de la demanda de bienes y servicios, y
empeoramiento de la productividad, una baja marginal de los costos laborales no
modifica el escenario.
Si incorporar nuevo empleo, no genera mayores ingresos,
aunque dicha incorporación sea más barata,, no cambia nada.
Lo que sí tendría sentido, para evitar un aumento del
desempleo, y generar condiciones para una recuperación del empleo en el futuro,
sería una baja de impuestos al trabajo en sentido amplio, para todos los
trabajadores y todos los empleadores, no sólo para los nuevos.
De manera de restablecer el equilibrio entre costo laboral y
la productividad del trabajo, mejorando, implícitamente, el tipo de cambio
real.
Es decir, reducir genuinamente el costo laboral, sin
recurrir a la estafa de la inflación y la devaluación.
Para ello, en un panorama de déficit fiscal creciente, y
récord de presión tributaria, se impone reducir otros gastos.
En ese sentido, hubiera sido mucho mejor plantear un cronograma más agresivo de rebaja
de subsidios al consumo de servicios públicos, junto a una baja combinada de
impuestos al trabajo y del impuesto a las ganancias y un menor financiamiento del Banco Central.
En síntesis, otra buena idea que la mala instrumentación y
la ideología arruinan.