Crimea se escribe con C de Cataluña
domingo 16 de marzo de 2014, 22:55h
Ya verá usted, querido lector, cómo el referéndum en Crimea
acabará coleando aquí, en las inacabables polémicas que nos aquejan en estas
tierras. Claro que Artur Mas no podrá, salvo que una ola de insensatez le
ahogue, reivindicar el 'derecho a decidir' en la península ucraniana
equiparándolo al que asegura que tienen los catalanes. En Crimea, las urnas
estaban acompañadas por extraños militares sin identificación visible, pero con
el armamento ruso bien a la vista. Ha sido una invasión contando con el asentimiento
de una mayoría de la población, un paripé del imperialista Vladimir Putin, que
pasará a la Historia como el hombre que pudo traernos una conflagración a
escala mundial, la tercera. Y, aunque eso no parece probable que ocurra -sí
quizá un regreso a la guerra fría--, el asunto es demasiado para un Artur Mas
que todo lo que quería era lograr un pacto fiscal como el de los vascos y a
quien las cosas se le han ido de las manos.
Pero, en fin, ahí está la tesis del referéndum-solución,
salvadas sean todas las distancias con Crimea -faltaría más--, con Escocia, con
Quebec y con cuantos ejemplos usted quiera poner, todos distintos, distantes,
pero con el territorio y el nacionalismo como ingredientes. Me dicen que
Mariano Rajoy está esperando a ver qué resultados arrojan las elecciones
europeas para estos nacionalistas catalanes y vascos que se aglutinan en torno
a un solo punto: alejarse del poderío de 'Madrid', contemplado como un centro
vicioso al que, freudianamente, se pueda culpar de todos los males. Como Crimea
a Kiev, solo que aquí no hay déspotas que se justifican porque cada cuatro años
los ciudadanos pueden votarles. Una vez conocidos estos resultados -y, claro,
los suyos propios, es decir, si el PP ha sido capaz de sobrepasar al PSOE y
cuántos diputados ha perdido en estos años--, aseguran que Rajoy actuará, al
fin, ante el famoso referéndum secesionista en Cataluña. Que pondrá en marcha
algún tipo de operación política, de diálogo, de palo y zanahoria.
Yo, la verdad, no estoy muy seguro de ello. A Rajoy le
ponemos plazos para casi todo, y casi todos los sobrepasa su flema desesperante
y no sé si peligrosa. Dice que es predecible y, no obstante, rompe
cotidianamente todos los pronósticos. No sé si esperará al último gong, allá
por el 7 de abril, para desvelarnos quién encabezará la candidatura en las
listas europeas del PP, pero, desde luego, está dándose un atracón de poderío:
ahí es nada, ver a las mesnadas cada vez más nerviosas, a tanto fiel aguardando
hasta última hora su premio, que ser eurodiputado es cosa apetecible, vive
Dios. El espectáculo 'digital' promete ser aún más penoso que el del PSOE, que
ha confeccionado su lista a la antigua usanza: según la influencia de los
clanes. Y ahí la ganadora parece haber sido la presidenta andaluza, Susana
Díaz, faltaría más. En el PP, solo cabe un ganador: Mariano Rajoy, que arbitra
en las diferencias entre la vicepresidenta y la secretaria general, que desoye
-o como quien oye llover-- a quienes quisieran dimitir como ministros y a
quienes quisieran ser ministros, a quienes dicen que Bruselas es demasiado
triste y a quienes matarían por irse a Bruselas.
De lo que sí estoy seguro es de que Mariano Rajoy va a
aplicar al referéndum prometido por Mas para el próximo 9 de noviembre -menuda
locura dejarlo por escrito en carta a los primeros ministros europeos-la misma
estrategia que puso en marcha con lo del rescate a España y, antes, con la
conjura para acabar con él en el congreso de Valencia: silencio y mirar para
otro lado. Algo que patentemente está desconcertando a Artur Mas, que depende
de las finanzas españolas, y a su cohorte, que, con el ejemplo de Pujol Jr., no
puede ni extender el índice acusador contra la corrupción en 'Madrid'. Yo diría
que esta semana se inicia no tanto la precampaña de las elecciones del 25 de
mayo -ya está, de hecho, iniciada--, sino la cuenta atrás para dinamitar ese
referéndum que Artur Mas tendrá, si lo hace, que convocar en precario, con
urnas de cartón y sin los fusiles rusos,
que disuaden a los disidentes de gritar demasiado alto su descontento. En ese
duelo al sol entre Rajoy y Mas yo tengo muy claro quién será el ganador. Y
conste que, aunque repudio los duelos, me alegro, porque lo otro sería como
recordar que Cataluña también empieza por C, como Crimea. Y claro que no es
eso, no es eso. Hasta Artur Mas lo sabe.